Moris Beracha (ALN).- En 2017 Estados Unidos se convirtió en el principal productor de petróleo del mundo. Más de la mitad de la producción está representada por crudos no convencionales como el ‘shale oil’. Buena parte de este impulso se debe a esquemas de financiamiento como los ‘private equity’ (capital de riesgo).
En 2017 Estados Unidos se convirtió en el principal productor de petróleo del mundo, superando a Arabia Saudí y Rusia. El volumen de extracción de crudo se colocó por encima de los 10 millones de barriles al día, nivel que además marcó récord en el país norteamericano, al punto que más de la mitad de esa producción está representada por crudos no convencionales: el shale oil o tight oil.
Paralelamente, Estados Unidos redujo las importaciones en cerca de 30%. Estamos hablando de que en la actualidad ha dejado de comprar cinco millones de barriles diarios fuera y además está creciendo rápidamente como país exportador: hace 10 años apenas colocaba algo más de un millón de barriles, entre crudo y combustibles, y ahora despacha más de siete millones de barriles al exterior.
En gas natural ocurre algo similar porque la producción bruta apunta también a un récord: se aproxima a 100.000 millones de pies cúbicos diarios. Así que de haber sido un país importador ahora figura como un destacado exportador de gas.
Estados Unidos ha dejado de comprar cinco millones de barriles diarios fuera y además está creciendo rápidamente como país exportador
Lo más novedoso desde el punto de vista financiero está en que buena parte de este impulso en crudos no convencionales también se debe a esquemas de financiamiento nada convencionales como es el caso de los private equity (capital de riesgo).
Revisando las cifras correspondientes a 2017, tenemos que estos fondos levantaron más de 12.400 millones de dólares para impulsar los proyectos de 73 compañías petroleras y gasíferas; es decir, estamos viendo cómo el sector de hidrocarburos, que por más de una centuria se caracterizó por los monopolios u oligopolios, atado también a monopolios u oligopolios de bancos, ahora está altamente descentrado en lo operacional y en lo financiero.
En 2017, estos private equity se vieron involucrados en importantes inversiones en exploración y producción. Luego del desaceleramiento que afrontaron en 2015 y 2016, ocasionado por la caída en los precios del crudo, levantaron el dinero para comprar o vender en al menos 15 operaciones upstream en Estados Unidos el año pasado, aportaron más de 15.000 millones de dólares para adquisiciones en esta actividad y las perspectivas para 2018 se dirigen posiblemente a más que duplicar ese respaldo financiero.
Uno de los casos que citan las agencias especializadas es el de Warburg Pincus LLC, un private equity que invirtió 780 millones de dólares en los proyectos de la compañía ATX Energy Partners en el estado de Texas. Este caso ha llevado a señalar cómo en la actualidad resulta impensable que estos fondos no estén presentes en el sendero del mundo energético ligado al shale oil y el shale gas.
Todo este éxito nos lleva a mostrarnos satisfechos con un comentario que leímos en una nota de la agencia Reuters, la cual recogía una declaración de Hillary Holmes, miembro de un bufete de abogados en Houston, en la cual señala: “Hemos visto una especie de matrimonio entre los private equity y los productores independientes de shale oil por la necesidad de capital privado para más perforaciones”.