Rafael Alba (ALN).- Los eventos conmemorativos anunciados enfrentan a Live Nation con los promotores originales del festival de los 60. Los bandos en litigio anuncian dos macrofestivales que tendrán lugar el mismo fin de semana del próximo mes de agosto.
La celebración del cincuentenario de Woodstock no va a estar cargada de paz y amor, precisamente. Más bien al contrario. Por lo menos, en el competitivo territorio de la industria musical. El poder y la vigencia de la marca establecida por aquel festival -que confirmó la pujanza del movimiento hippie entre los jóvenes estadounidenses de la década de los 60 del pasado siglo, sirvió para globalizar la fiebre por el flower power y consagró a ídolos emergentes como el genial guitarrista zurdo Jimi Hendrix o Janis Joplin- son tan grandes que todas las empresas relacionadas de una u otra manera con él quieren rentabilizar la efeméride. Como sea. Y, a tenor de las últimas noticias publicadas sobre el asunto, todo parece indicar que la conmemoración de aquel hito de la historia del pop va a provocar una gran batalla corporativa de resultado incierto. Una dura y enconada pugna que implicará a dos contendientes con capacidad para reivindicarse como los continuadores, más o menos legítimos, del nicho de negocio abierto por aquel magno macroconcierto tantas veces evocado por los medios de comunicación de todo el mundo.
Todo parece indicar que la conmemoración de aquel hito de la historia del pop va a provocar una gran batalla corporativa de resultado incierto. Una dura y enconada pugna que implicará a dos contendientes con capacidad para reivindicarse como los continuadores, más o menos legítimos, del nicho de negocio abierto por aquel magno macroconcierto
En uno de los equipos en litigio está Live Nation, la major dirigida por Michael Rapino, que quizá sea en este momento la mayor corporación global en la explotación del negocio de las actuaciones musicales en directo. Una poderosa multinacional con una producción media anual de conciertos superior a los 22.000, en la que se involucran 2.300 artistas de todo el mundo, según los datos que ofrece Wikipedia. Rapino y los suyos han entrado en la contienda con todo el poder de su armada de contratos exclusivos y de una cartera de representados en la que figuran todos los grandes nombres actuales del sector. Pero no lo van a tener fácil porque sus rivales son duros, tienen el colmillo retorcido y cuentan también con algunos ases disponibles. Tienen, por ejemplo, la fuerza vital que les otorga el hecho de representar los intereses de los promotores del evento original agrupados en torno a Michael Lang, uno de los supervivientes de aquel grupo de visionarios que inventó ese pack de éxito asegurado que une en una misma oferta la música y el camping, que es quizá la fórmula conocida más ancestral del turismo low cost.
Lang es la cabeza visible de la compañía Woodstock Ventures, cuyo capital controla junto a su antiguo socio Joel Roseman, a quien las crónicas atribuyen la gloria de haber tenido la idea del festival, y a los herederos de John Roberts, el tercero en discordia. Una empresa pequeña en comparación con el tamaño del inesperado enemigo, pero que dispone de la gran ventaja competitiva que supone ser la legítima propietaria del famoso nombre de todos conocido y, por lo tanto, la única que puede imprimirlo en letras grandes en los carteles promocionales. Y así lo han hecho. Su evento conmemorativo se llamará Woodstock 50 y se celebrará el fin de semana comprendido entre los días 16 y 18 de agosto de este año. Y será, desde luego, “la única conmemoración autorizada del icónico festival de 1969”, según se encargó de dejar bien claro Lang a los medios, el pasado 9 de enero en la rueda de prensa en la que dio a conocer al público los detalles de su nuevo plan maestro. Al fin y al cabo, esta es ya la tercera vez que Lang y sus colegas hacen caja con la nostalgia hippie, que ya les reportó buenos beneficios en las ediciones conmemorativas previas celebradas en 1994 y en 1999.
Live Nation y la Fundación Gerry
Por supuesto, las fechas seleccionadas por Woodstock Ventures para el homenaje son justo las mismas que habían escogido Rapino y su equipo para el suyo, presentado en diciembre. Un concierto memorial cuyo principal atractivo reside, de momento, en el hecho de que va a tener lugar en el Centro de Arte de Bethel Woods (BWCA, por sus siglas en inglés), un edificio construido en el mismo lugar en el que se celebró el concierto original, dotado de un auditorio con capacidad para unas 16.000 personas. Live Nation promueve el evento en colaboración con la Fundación Gerry, que es la actual encargada de gestionar el BWCA, una organización sin ánimo de lucro puesta en marcha por Alan Gerry, un magnate de la televisión por cable adicto a la filantropía pop. Los socios han llamado al evento conmemorativo Festival de Música y Cultura de Bethel Woods, pero en los carteles promocionales dejan claro que se trata de la celebración de The Golden Anniversary (el aniversario dorado) y que tiene lugar en el emplazamiento histórico del Festival de Woodstock de 1969.
En uno de los equipos en litigio está Live Nation, la major dirigida por Michael Rapino, que quizá sea en este momento la mayor corporación global en la explotación del negocio de las actuaciones musicales en directo. Una poderosa multinacional con una producción media anual de conciertos superior a los 22.000, en la que se involucran 2.300 artistas de todo el mundo
Los eventos se celebrarán en el estado de Nueva York, en dos lugares situados a una distancia de unos 240 kilómetros, porque Woodstock Ventures ha querido contar también con un emplazamiento mítico para su propuesta. De modo que este festejo llamado 50 aniversario oficial por sus promotores con todo el peso de la ley detrás, tendrá lugar en el Circuito Internacional de Watkins Glen, el sitio en el que se celebró en 1973 el Summer Jam, otro festival histórico, cuyos cabezas de cartel fueron The Allman Brothers, The Band y Grateful Dead, y al que asistieron cerca de 600.000 personas, 200.000 más que al Woodstock de 1969. Y la elección no es casual, porque Lang aspira a congregar también una gran multitud en este caso. Aunque aún no ha revelado la composición del cartel de su festival sí ha dado algunos detalles. En los tres días de duración de los festejos actuarán más de 60 grupos repartidos en tres escenarios. Y, según parece, habrá una nutrida representación de bandas actuales de todos los estilos contemporáneos en boga, incluidos el hip hop y la música electrónica. Pero la tradición y la nostalgia tendrán su espacio en conciertos de tributo, con invitados sorpresa, donde se rendirá pleitesía a la música de los protagonistas de la edición de 1969.
Ese afán por mover multitudes de Lang y sus asociados parece ser la principal característica diferenciadora entre su conmemoración y la que impulsan Live Nation y la Fundación Gerry. Al menos sobre el papel, la celebración de Bethel Woods también incluirá actuaciones de bandas y artistas de varias generaciones, pero dejará espacio para las conferencias, la reflexión intelectual y tecnológica, y las visitas guiadas al museo instalado en el memorial en el que se promoverán experiencias interactivas. Así que, al final, la suma total de participantes también puede ascender a unos cientos de miles, entre unos actos y otros. Pero la venta de entradas no es el único campo de batalla de esta guerra. Y quizá ni siquiera sea el más importante, de hecho. La rentabilidad se obtiene en este tipo de eventos de muchas maneras más. Por eso lo más importante es asegurarse la máxima repercusión posible. Toca jugar fuerte, para asegurarse el mejor cartel posible porque el botín que conseguirá el ganador es más que sustancioso. Hablamos de millones de dólares evidentemente. Y quizá también de la gloria pop. Signifique lo que signifique el término.
Santana y Live Nation
La batalla anunciada tiene morbo, claro, y también toda la lógica del mundo. Al fin y al cabo, puede que aquel evento emblemático fuese también una de las primeras manifestaciones de un gran negocio latente, cuyas amplias posibilidades de generar ingresos y ocupar espacio en los medios de comunicación, especializados y generalistas, no se llegaron a desarrollar plenamente hasta hace muy poco. Pero esa combinación de ideología de consumo diferenciado -que es el gran elemento diferencial del movimiento hipster-, moda y música moderna constituyó un ejemplo imitado por todas las concentraciones de fans celebradas al aire libre durante varios días que se sucedieron luego. Y dejó dibujadas unas líneas de posible explotación comercial de las oportunidades existentes que los gestores modernos han sabido aprovechar al máximo dando entrada en la fiesta a todas las industrias relacionadas con el consumo privado disponibles. En especial, el turismo. Pero también otras, como las de la moda, en todas sus variables, los cosméticos, e incluso la automoción o los artículos de lujo.
Pero no lo van a tener fácil porque sus rivales son duros, tienen el colmillo retorcido y cuentan también con algunos ases disponibles. Tienen, por ejemplo, la fuerza vital que les otorga el hecho de representar los intereses de los promotores del evento original agrupados en torno a Michael Lang, uno de los supervivientes de aquel grupo de visionarios
Pescar contratos publicitarios y patrocinadores es lo importante. Más las ganancias posteriores al evento derivadas de la comercialización de documentales, discos, libros y demás piezas del merchandising conmemorativo. Y las hostilidades entre los bandos enfrentados no han tardado en desencadenarse. Siempre con la palabra Woodstock como pieza fundamental del tablero. Y, de momento, parece ser que Live Nation se ha apuntado el primer tanto. Todo gracias a Carlos Santana, el gran guitarrista latino, líder y fundador de Santana, una mítica banda que se mantiene activa 50 años después de haber participado en el festival original. A Santana le coinciden este año dos aniversarios importantes, las cinco décadas transcurridas desde esa participación estelar en el evento de 1969 del que venimos hablando aquí y los 20 años pasados desde la edición del disco Supernatural, un álbum que devolvió a este artista a la condición de superventas infalible. Así que nada mejor que irse de gira para celebrarlo.
Desde el principio, Santana y su equipo tenían claro que uno de esos conciertos debía celebrarse en alguno de los dos eventos conmemorativos previstos para el cincuentenario. Y, al parecer, habían optado por la opción promovida por Woodstock Ventures, la celebración oficial. Pero, según ha desvelado el guitarrista en una entrevista concedida a la revista estadounidense Rolling Stone, al final han decidido actuar en el festival que promueve Live Nation. Tal vez en esta decisión haya pesado el hecho de que la gran promotora va a encargarse finalmente de la producción y la venta de entradas de todos los conciertos de la gira que hará este año el genial guitarrista mexicano. Además, la aparición de su banda en Bethel Woods va a ser diseñada como un acontecimiento único. Y para lograrlo, Carlos Santana piensa contar con la participación de otros veteranos de Woodstock, como Joan Baez o algunos miembros de la formación original de Sly and the Family Stone y también con ídolos de rabiosa actualidad como el rapero Kendrick Lamar. De modo que Rapino y los suyos ya han empezado a enseñar sus cartas. Y la jugada es buena. Ahora es el turno de Lang. Y le toca responder rápido y hacerlo con la mayor contundencia posible.