Daniel Gómez (ALN).- Los migrantes se han convertido en una poderosa arma contra el coronavirus en Ecuador. Asociaciones de venezolanos y colombianos, con el apoyo de Acnur, están detectando casos de forma temprana, vigilando los contactos, y en algunos casos, brindando asistencia médica.
250 casos sospechosos de coronavirus en Ecuador han sido notificados a las autoridades sanitarias gracias al trabajo de los migrantes venezolanos y colombianos. El número parece pequeño, pero no lo es. Sobre todo, por la naturaleza del virus, que se expande a una velocidad endiablada. En España, por ejemplo, se hizo famoso el caso del ‘supercontagiador’. Un hombre que, en Gran Canaria, él solito y sin quererlo, transmitió el virus a 170 personas. Imaginen lo que podrían hacer esos 250 casos sospechosos.
Para evitar que este tipo de cosas sigan ocurriendo, en Ecuador han implementado el Sistema de Vigilancia Epidemiológica. Este mecanismo, desarrollado por Acnur (la Agencia de Refugiados de la ONU) está ayudando a garantizar la detección temprana de los casos.
El trabajo de este sistema es especialmente importante en zonas aisladas, que es donde descansan las comunidades de refugiados y migrantes. Como consecuencia del éxodo, al menos 400.000 venezolanos, muchos sin casa ni empleo, residen en Ecuador.
Por otro lado, están los colombianos, la principal comunidad de refugiados con más de 70.000.
Estas comunidades de migrantes no se han quedado quietas, sino que se han organizado. Como precisaron técnicos de Acnur al diario ALnavío, hasta seis organizaciones de este tipo colaboran con el Sistema de Vigilancia Epidemiológica: Migrante Universal, ACVE, Chamos Venezolanos, Migrantes Sin Fronteras, Comunidades Inclusivas Baños y Casa Venezuela.
Su trabajo, explica Acnur, es realizar “vigilancia epidemiológica”. A través de líneas telefónicas directas, visitas domiciliarias e incluso prestación de asistencia humanitaria, ayudan a monitorear e identificar casos sospechosos de coronavirus.
El modus operandi del sistema epidemiológico es el siguiente: “Una vez que el punto focal de la red comunitaria identifica los casos sospechosos, la información se registra en una base de datos privada en línea y se envía una alerta a los servicios de salud pública para dar seguimiento al caso y brindar tratamiento clínico o asesoramiento según corresponda”, precisó Acnur.
Ecuador, un país de 17 millones de habitantes, ha notificado 116.000 casos de coronavirus. Sin embargo, las cifras oficiales apenas advierten de 500 contagios entre refugiados y migrantes cuando se sospecha que son muchos más. En algunos casos, las condiciones en las que viven estas poblaciones son de hacinamiento y falta de material sanitario de calidad.
Por eso, otra de las labores de las asociaciones de refugiados es monitorear las condiciones de estas personas: “comprobar si tienen acceso a equipos sanitarios, si viven en alojamientos superpoblados y tienen otras necesidades o afecciones relacionadas que puedan requerir atención médica adicional, por ejemplo, mujeres embarazadas, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas”. Y es que, como recalca Acnur, “esto es clave para permitir que las organizaciones humanitarias brinden asistencia personalizada”.
El trabajado de estas asociaciones también tiene un componente económico. Por lo general, los migrantes que recibe Ecuador son vulnerables. Viven al día, por lo que necesitan trabajar. Trabajar incluso en negro, de manera informal, por lo que no pueden acceder luego a las prestaciones estatales de desempleo. Pero por culpa del coronavirus la actividad está paralizada. Y la única forma de revitalizarla, aunque sea a medio gas, es cumpliendo unos criterios epidemiológicos mínimos.