Reinaldo Iturbe (ALN).- Estados Unidos se lava las manos en el asunto de la negociación en Venezuela: esta debe llevarse a cabo entre oposición y chavismo, dice la Administración de Joe Biden. Se aproximan las “megaelecciones” y en las fuerzas democráticas dos sectores operan por separado.
En la oposición venezolana la procesión ya no va por dentro, sino por fuera. Dos grupos de los factores democráticos operan y maniobran por separado, camino de las “megaelecciones” a celebrarse posiblemente en diciembre de este año, unos comicios que en lugar de unificar, profundizan la división, un asunto que desde luego, el gobierno de Nicolás Maduro promueve a todo vapor porque le conviene: divide y vencerás, reza la vieja máxima que el chavismo no deja pasar por debajo de la mesa.
Dentro del universo opositor se mantienen dos grupos representativos. El primero, operado por Leopoldo López, insiste en la tesis de la abstención. No obstante, Juan Guaidó dijo el miércoles en una entrevista concedida a un medio local venezolano que no se opone a conversar con mediadores como Noruega.
“Estamos hablando con todos los que puedan ayudar a solucionar la crisis, a lograr que se haga justicia en Venezuela”, dijo Guaidó.
Pero el diálogo del que habla Guaidó no es al que recientemente hizo referencia la Administración de Joe Biden, que se ha lavado no muy discretamente las manos en cuanto al asunto de las negociaciones, asegurando que sólo el gobierno y la oposición pueden conversar sobre los puntos de la agenda pendientes, que en términos prácticos, abarcan desde la devolución de tarjetas robadas a partidos opositores hasta la escogencia de los rectores del Consejo Nacional Electoral, que al final del camino, probablemente terminen siendo escogidos por la actual Asamblea Nacional presidida por Jorge Rodríguez.
Y aunque Biden no está dispuesto tampoco a levantar las sanciones, su Administración cree que ya es tiempo de “revisar” el esquema de sanciones que no ha funcionado, pues durante el mandato de Donald Trump, llovieron las sanciones contra individuos, funcionarios y empresas, provocando un “reacomodo” del gobierno en lugar de su salida del poder.
Es decir, que se logró exactamente lo contrario a lo planteado: el mantra gastado del cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, y además, le permitió a Maduro (un “sobreviviente de la política”) adaptarse a la nueva situación económica, ordenando algunas aperturas en el área cambiaria, por citar el caso más emblemático. Ahora en Venezuela, curiosamente, circulan bolívares y dólares de manera legal, con el añadido de que la divisa norteamericana se utiliza para el 60% de las transacciones en el país, según estimaciones de firmas independientes.
Sobre el punto de la devolución de tarjetas y negociación de condiciones opera el otro factor opositor distinto a López, particularmente dirigentes de Primero Justicia (centroderecha) que se niegan a perder plazas consideradas bastiones de la oposición y que en 20 años, jamás ha podido ganar el gobierno en ningún proceso electoral. Estos bastiones agrupan grandes ciudades y municipios otrora ricos en el este de Caracas, venidos también a menos por la megacrisis de siete años de recesión y la diáspora. Estas localidades, junto a sus parlamentos regionales y municipales, serán disputadas en el proceso comicial que ha convocado el gobierno a través del Consejo Nacional Electoral.
Así las cosas, ambos grupos operan en vías contrapuestas. Pero de ellos, el de López parece el más disminuido de todos:
–Ya no podemos seguir amarrados a una locura que no tiene ni pies ni cabeza, aducen quienes se oponen a la tesis fallida del interinato, las sanciones sin resultados y propuestas fantasiosas de protestas que tras ser convocadas, no logran llevarse a cabo como en otros tiempos. No tanto por el contexto de pandemia por el coronavirus, sino porque la tesis del quiebre se desgastó desde el momento en el que fracasó la insurrección del 30 de abril de 2019. Y desde entonces, al grupo que opera López le llovían las críticas a lo interno. Ahora son públicas. Sin pudor. De allí que la procesión vaya por fuera y no por dentro.