(EFE).- «¿Dónde está Peng Shuai?» La preocupación por la tenista china crece a nivel internacional tras dos semanas «desaparecida» después de acusar de abusos sexuales a un exvicepresidente de su país, mientras la prensa estatal difunde una supuesta carta suya en la que dice que está «bien».
La falta de noticias sobre su paradero ha provocado que el presidente de la Asociación Femenina de Tenis (WTA), Steve Simon, expresara hoy su «creciente inquietud» por la seguridad de la jugadora, especialmente después de que la televisión estatal CGTN sorprendiese con una presunta misiva de ella en la que aseguraba estar «descansando».
«No estoy desaparecida. Las acusaciones de abuso sexual no son ciertas. Estoy descansando en casa y estoy bien», dice la carta, dirigida al propio Simon, que no dio credibilidad a que fuera Peng quien hubiese redactado esas líneas.
Simon enfatizó que Peng había mostrado «mucho valor al denunciar», y que tanto la WTA como el resto del mundo necesitan «pruebas comprobables» de que está a salvo.
«He tratado de contactar con ella varias veces, sin éxito», aclaró el directivo, quien pidió también que se la deje hablar «libremente, sin coacciones o intimidaciones de ningún tipo».
«Su denuncia debe ser respetada e investigada con total transparencia y sin censuras», agregó.
La WTA ha instado igualmente a que la acusación sea tratada «con seriedad», reclamación que también han suscrito otras jugadoras del gremio como Naomi Osaka, Chris Evert o Alizé Cornet, quien publicó en Twitter la entrada «No estamos en silencio» bajo la etiqueta #WhereIsPengShuai («Dónde está Peng Shuai»).
«ME LLEVASTE A CASA Y ME FORZASTE»
El caso Peng se remonta al pasado 2 de noviembre, cuando la jugadora, de 35 años y número 189 del mundo, afirmó a través de su perfil de la red social Weibo que Zhang Gaoli, de 75 y vicepresidente entre 2012 y 2017, la violó.
«Me llevaste a tu casa y me forzaste», narra Peng en su post, que se volatilizó unos veinte minutos después de su publicación.
En la entrada, Peng explica que sí mantuvo una relación extramarital con Zhang -según relata, la esposa del político lo sabía- pero que dejó de contactarla una vez comenzó a escalar puestos dentro del Partido Comunista de China (PCCh).
Hace tres años, Zhang, que ya se había jubilado, regresó a su vida y la invitó a su casa donde, denuncia la tenista, la violó: «¿Por qué tenías que volver y forzarme a tener sexo contigo? Ese día yo no consentí», asegura.
En su extenso relato, la tenista entremezcla sentimientos de culpa («fui una chica mala, muy mala»), repulsa («lloré toda la tarde de aquel día»), desesperación («soy como un muerto andante que finge cada día»), rencor (afirma que, cuando eran amantes, él le aseguró que no podía divorciarse por su posición) y miedo («sé que estoy cavándome mi propia tumba, pero voy a contar toda la verdad»).
Zhang temía que ella le grabara durante los días en los que mantenían un ‘affaire’, según la tenista, aunque añade que le fue «imposible» recabar ninguna prueba contra él.
Cualquier referencia a Peng es ahora inexistente en los medios oficiales del país, exceptuando la supuesta carta de hoy, publicada mediante la cuenta de la CGTN en Twitter, red censurada en el país.
Lejos queda 2012, cuando la jugadora, que llegó a liderar el ránking mundial de dobles y ganó en Wimbledon y Roland Garros, fue calificada por la misma cadena como «la gran esperanza del tenis femenino» del país.
EL #METOO CHINO, EN UNA ENCRUCIJADA
A raíz del movimiento #MeToo, que desencadenó escándalos como el caso Weinstein en Estados Unidos, algunas mujeres chinas comenzaron a denunciar presuntos acosos sexuales por parte de académicos, periodistas, empresarios, famosos e incluso líderes religiosos.
En 2018, un profesor universitario fue destituido tras ser acusado de este delito, tema todavía tabú en el gigante asiático.
Sin embargo, el movimiento recibió un varapalo en septiembre de este año cuando un tribunal falló en contra de una denunciante en un mediático caso de acoso contra un conocido presentador de la televisión estatal CCTV, alegando falta de pruebas.
Mensajes con denuncias similares han sido censurados en redes como Weibo y Douban, y algunos internautas sospechan que el Gobierno ve en el movimiento una amenaza por el temor a que las acusaciones se extiendan a sus funcionarios.
«Estoy segura de que la opinión pública condena enérgicamente los abusos sexuales cuando aparecen estas noticias. Sin embargo, hay mujeres que todavía optan por el silencio por pura supervivencia», explica a Efe la abogada Mao Hengfeng, especializada en los derechos de las mujeres.
Mao afirma que los medios chinos «informan de manera selectiva» sobre estos casos «según el estatus» de los hombres implicados y de sus puestos de trabajo, o de si forman parte del Gobierno.
«Si tienen un cargo alto o si son influyentes, los medios no se atreven a publicarlo», asevera.
Y pese a que el Código Civil chino -aprobado el año pasado- amplía la definición de acoso sexual o que el Ejecutivo aprobó este septiembre nuevas directrices que recogían cuestiones de género, la abogada no cree que las autoridades estén haciendo «suficiente» para defender los derechos de la población femenina.
«Se debe hacer más», reclama Mao, para quien las campañas contra la corrupción del Gobierno sí han hecho que «algunos funcionarios se moderen ahora más».