Pedro Benítez (ALN).- El inocultable entusiasmo que la fugaz visita de del enviado especial de la Casa Blanca Richard Grenell a Caracas ha despertado en el chavismo gobernante, es decir, en la oligarquía-burocrático-militar-policial (más policial que militar, por cierto), es otra evidencia muy clara del proceso de mutación de este grupo.
Tal como la propaganda oficial recuerda el 4 de febrero de cada año, los comandantes, mayores, capitanes y tenientes (los comacates) que protagonizaron la intentona golpista de 1992 (“insurrección cívico-militar”) actuaron en reacción a “las políticas neoliberales aplicadas por el gobierno del entonces Presidente Carlos Andrés Pérez”; a la represión ocurrida contra las protestas populares de los días 28 y 29 de febrero de 1989, el Caracazo; contra los cogollos partidistas (las cúpulas podridas se les diría después, o la casta) que habían puesto al Estado al servicio de sus intereses egoístas; y también en defensa de la soberanía nacional, supuestamente amenazada.
Estas fueron las banderas de aquel grupo, cuya acción fue posteriormente legitimada por el voto de la mayoría de los electores venezolanos en los comicios democráticos, libres y justos de diciembre de 1998. El líder de ese “proceso de cambios profundos”, el ex comandante/presidente Hugo Chávez siempre reivindicó, como no era para menos, aquella acción de fuerza agregando argumentos según los cuales la misma “detuvo en seco el plan neoliberal de entregar a Venezuela al gran capital transnacional” y fue “ la muerte de un régimen deslegitimado, pervertido y carcomido”. Además, más de una vez, en sus largas intervenciones públicas, reafirmó que “la Fuerza Armada más nunca debe ser utilizada como lo fue por la oligarquía criolla, por las cúpulas, por las élites poderosas que a Venezuela dominaron desde siempre y por sus aliados internacionales contra el pueblo venezolano”, porque “esta batalla nuestra es en verdad contra el imperio norteamericano”.
Pues bien, no fue necesario que transcurriera un cuarto de siglo de aquella elección presidencial, para que, aún en vida del ex mandatario, el régimen socio político que instauró, empezará a hacer todo lo contrario de lo que predicaba, o repitiera (a mayor escala), todo lo que se usó como justificación a la citada aventura o gesta (de acuerdo al gusto del amable lector) de 1992.
La corrupción
Por ejemplo, y a propósito de la decisión de Donald Trump de desmantelar la agencia de ayuda al desarrollo internacional, USAID, la maquinaria de desinformación y propaganda del Partido/Estado nuevamente aplica la siempre efectiva estratagema de: ¡Allá va el ladrón!
Con esto intenta, y seguramente lo logre, que se vaya olvidando en la memoria colectiva la sucesión y magnitud de escándalos de corrupción que han caracterizado al chavismo en el poder; empezando por el Plan Bolívar 2000, seguido por CADIVI, los Bonos del sur, FONDEN, Mercal, Pdval, las compras sin licitación y a sobreprecio de plantas eléctricas usadas, la quiebra del Banco Espírito Santo de Portugal, el caso del ex Tesorero Nacional Alejandro Andrade (uno de los héroes del 92), la enfermera presidencial Claudia Díaz, hasta los más recientes, que por razones de sana prudencia nos ahorraremos mencionar.
Sin embargo, los dos más notorios, por su escala, han sido admitidos por el propio (des) Gobierno, no referimos los ex ministros a los caídos en desgracia Rafael Ramírez y Tareck El Aissami. En resumen, Transparencia Venezuela ha documentado 416 casos, y los también ex ministros Héctor Navarro y Jorge Giordani estimaron en 300.000 millones de dólares la magnitud del saqueo efectuado en nombre del Libertador Simón Bolívar.
Pero el recuento anterior, es sólo un aspecto (escandaloso sí) de la cuestión. Porque si uno se pone a ver, los herederos se han constituido en la típica “clase oligárquica”, donde sus hijos, esposas, hermanos, y demás parentela, ocupan cargos relevantes en la nomenclatura oficial con el solo mérito de los sagrados lazos consanguíneos. Al lado del poder acumulado e incuestionable que ostentan, así como por los recursos manejados, los cogollos adeco/copeyanos de la denostada etapa cuartorepublicana (sic) palidecen.
Además, a fin de defender ese poder y sus privilegios esta oligarquía (roja) ha reprimido, y justificado la represión y violación generalizada de los Derechos Humanos (otra de las banderas históricas) sin contemplaciones de los más pobres y desvalidos de la sociedad, que fue lo que ocurrió en diez ciudades venezolanas los días 29 y 30 de julio pasado, como parte de la legitima demanda de cambio colectiva. Esos días constituyeron el Caracazo del chavismo.
Hace más de un siglo el sociólogo y politólogo alemán Robert Michels, observó esta tendencia en todo grupo de poder; el problema se complica cuando desaparecen los mecanismos democráticos que permiten su relevo. Obsérvese como la siempre tan criticada oposición venezolana al menos efectuó un proceso de elección primaria (22/10/2023), a fin de decidir a quién entregarle su conducción política. Eso en el PSUV ni está ni se le espera.
Es también, una clase social que, a ojos vista, se ha aburguesado sin ningún pudor. Que ya quemó su fiebre revolucionaria, pues tal como les pasó a otros procesos que admiran, retrocedió ante la catástrofe provocada por su gestión de la economía, que dejó la más larga y destructiva hiperinflación que haya padecido país alguno en esta parte del mundo (2017-2021), la pulverización de tres signos monetarios, del salario real de los trabajadores y del 70% del PIB. Ahora están en la etapa de acercarse y convivir con el sector privado de la economía que sobrevivió a la hecatombe. No se trata de un paréntesis para más tarde tomar impulso al socialismo, es la tendencia. Apreciará el amable lector que desde hace rato “la guerra económica” desapareció del lenguaje oficial, y pocas referencias negativas hay contra la burguesía. Porque burgueses somos todos. Esto también es típico de este tipo de procesos, después de todo los franceses comenzaron cortándole la cabeza al rey y terminaron con el más famoso general de la revolución auto coronándose emperador.
Un nuevo salvador
En ese sentido, veremos que, si las cosas salen como en Miraflores se desean, también se dejará poco a poco de lado el discurso sobre “las sanciones coercitivas y unilaterales, que hacen sufrir al pueblo”. La oligarquía tiene un nuevo salvador que no es Cristo nuestro Señor, sino Mr. Donald Trump. Esa es la apuesta. Y hay que decir que tiene su lógica.
Por una parte, porque se cierra el ciclo antes descrito. El chavismo gobernante está destinado a hacer y ser todo lo contrario de lo que ha predicado, razón por la cual las relaciones con el imperialismo estadounidense no serán la excepción, aunque esto, hay que admitirlo, tampoco es nuevo. Hasta 2019 la república del norte fue, como venía siendo durante un siglo, el principal mercado del petróleo venezolano. La coartada de Nicolás Maduro y compañía consiste en justificar su regreso a esa misma situación solo que en condiciones más precarias. El fracaso de la invasión rusa a Ucrania, el debilitamiento en el último año de Irán, pero en particular la falta de respaldo económico de China, los obligan a entenderse con Washington. La ansiedad por pulverizar a la oposición los arrastra para allá.
También hay que decir que eso es perfectamente posible, porque no hay que ser muy agudo para captar que la democracia, los Derechos Humanos, las libertades públicas y las elecciones libres son temas que a Trump le tienen sin cuidado. No está en plan de promover los valores y beneficios de la libertad para todo el mundo. Es decir, su agenda no es la misma del campo democrático venezolano. Eso es obvio.
Por supuesto, en el seno de su administración anidan las contradicciones, una de las cuales encarna el Secretario de Estado, Marco Rubio, y sus aliados republicanos en el Congreso, que han visto en el nuevo inquilino de la Casa Blanca la oportunidad de socavar los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Le dicen que esos gobiernos siempre serán una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos y nunca cumplirán sus promesas. No se puede confiar en ellos. Pero carecen de un plan concreto de acción. Otra apuesta de los acólitos del madurismo es que el ex senador cubanoamericano salga pronto de la escena.
Trump observa y mide
Trump, en cambio, observa y mide. Grenell vino principalmente a eso. Cualquiera que haya visto las imágenes difundidas por el propio gobierno venezolano puede constatar el intenso deseo de ser aceptados por el magnate inmobiliario. Mientras tanto, un proceso sigue en desarrollo; un reciente reporte indica que en 2024 los envíos de petróleo de Venezuela a Cuba cayeron a mínimos en lo que va de siglo, justamente cuando los despachos de Chevron a Estados Unidos se incrementaron. Esa es una tendencia clara. Las petroleras Exxon y Conoco deben estar haciendo cola por licencias para ellas.
Probablemente, tomando en cuenta su visión del mundo, Trump esté considerando llegar a un nuevo reparto de las áreas de influencia con Xi Jinping y Vladimir Putin. En sus primeras palabras como presidente no hizo referencias a Thomas Jefferson, Abraham Lincoln o Franklin Roosevelt, sino a William McKinley, el hombre que hizo del Caribe un lago estadounidense.
El interés de la Casa Blanca hoy es que Venezuela entre en su eje, lejos de China y Rusia. Que la oligarquía-burocrático-militar-policial se le someta y le entregue todo lo que se le pida. Sin chistar. Con tal de permanecer en el disfrute de sus privilegios es lo que los herederos se disponen a hacer.