Antonio José Chinchetru (ALN).- Donald Trump sabe comportarse con educación y simpatía cuando lo considera adecuado. Lo demostró este martes en la reunión que mantuvo con el dictador norcoreano, Kim Jong-un. Como experimentado hombre de negocios, en la breve parte pública del encuentro, supo marcar la pauta sin resultar grosero e incluso mostrándose amistoso con su interlocutor.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, mostró la cara más amable en el encuentro que mantuvo con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, en Singapur. Aunque la reunión se celebró en privado, tuvieron un contacto inicial en el que el estadounidense ofreció gestos de cercanía con el norcoreano, incluyendo varios amables contactos físicos. Nada que ver con el Trump que no le dio la mano a Angela Merkel, empujó al primer ministro de Montenegro en una cumbre de la OTAN y calificó de “deshonesto e inútil” al canadiense Justin Trudeau. Los malos modales se los guarda para los aliados, mientras que al enemigo histórico le trata con buenas formas.
El protocolo del primer contacto en la entrada del Hotel Capella de Singapur estuvo medido al milímetro. Los dos mandatarios se acercaron al punto de encuentro recorriendo, desde extremos opuestos, los soportales con arcos del edificio hasta el centro de la construcción, junto a una escalinata. Confluyeron en el lugar al mismo tiempo. Trump no se limitó a estrechar la mano que le ofreció Kim, en un apretón que se prolongó durante 12 largos segundos en los que el presidente estadounidense dirigió a su interlocutor varias palabras con gesto sonriente.
Nada más comenzar el saludo, Trump posó brevemente la mano libre sobre el brazo de Kim, un gesto que repitió en varias ocasiones. Fue él quien puso fin al apretón, indicando con un gesto amable al norcoreano que giraran para posar ante las cámaras. Una vez terminadas las fotos, Trump invitó a Kim, de nuevo con amabilidad, a dirigirse al lugar reservado para el encuentro privado. La conversación de 38 minutos que mantuvieron no tuvo más testigos que los traductores que acompañaban a los protagonistas.
Supo marcar las pautas resultando amable y mostrando cercanía, incluso aparentando buscar la complicidad de su contraparte
Donald Trump demostró que podía ser él quien marcaba los ritmos del encuentro, decidiendo cuándo terminar el saludo, en qué momento dejar de posar y señalando que había que pasar a la zona privada. Sin embargo, como veterano hombre de negocios que es, lo hizo sin resultar ofensivo. Supo marcar las pautas resultando amable y mostrando cercanía, incluso aparentando buscar la complicidad de su contraparte.
Este comportamiento dista mucho del que en ocasiones ha ofrecido con los aliados europeos y el canadiense. A pesar de que los intereses mutuos son demasiado profundos como para que las malas formas lleguen a ponerlos en riesgo del todo, en ocasiones se ha mostrado prepotente y grosero.
Donald Trump se comporta con los gobiernos aliados en muchas ocasiones como lo hace con su esposa, Melania Trump, que ha sido objeto de numerosas muestras públicas de grosería. Se permite el lujo de no guardar las formas, de resultar ofensivo hacia los más cercanos. Las muestras de mala educación suelen tener en los círculos más próximos (como son la familia en el entorno privado y las alianzas político-económicas y militares en el ámbito de la política internacional) un costo menor que cuando se dirigen hacia terceros más distantes. Un insulto o una ofensa a alguien a quien se acaba de conocer, o con quien no hay una relación profunda, pone seriamente en riesgo cualquier tipo de acercamiento futuro.
Las groserías más sonadas de Trump
El episodio más conocido tuvo lugar en marzo del año pasado y la protagonista involuntaria fue la canciller alemana, Angela Merkel. La jefa del Gobierno germano hizo una visita oficial a EEUU, y mantuvo un encuentro con Trump en el Despacho Oval. En el momento de posar ante las cámaras, el inquilino de la Casa Blanca no dirigió mirada alguna a su invitada. No sólo eso, cuando esta le propuso que se dieran la mano para las fotografías, él no lo hizo. De hecho, siguió sin mirarla y ni se dignó a contestarle.
Dos meses después, en marzo de 2017, el agraviado fue el primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic. Ocurrió en una cumbre de la OTAN celebrada en Bélgica. Todos los mandatarios presentes en el encuentro se dirigían a posar para la foto de familia, cuando Trump empujó a Markovic para situarse en primera fila. El montenegrino, cuyo país se integró en la Alianza Atlántica un mes más tarde, restó importancia al episodio. Dijo que no se había dado cuenta, que era natural que el presidente de EEUU estuviera en primera fila y agradeció a Trump el apoyo de Washington a la entrada de la pequeña nación balcánica en la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
La semana pasada el blanco de sus malas formas fue el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, que había ejercido de anfitrión en la Cumbre del G-7
La semana pasada el blanco de sus malos modales fue el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien ejerció de anfitrión en la cumbre del G-7. El encuentro entre los mandatarios de los siete países más ricos del mundo fue tenso, como quedó demostrado en una ya famosa foto publicada en redes sociales por el portavoz de Angela Merkel, Steffen Seibert. Pero lo peor llegaría después. Se alcanzó un mínimo acuerdo, tras lo cual Trump abandonó la cita. Ya a bordo del avión presidencial, decidió retirar su apoyo al documento pactado y publicó en Twitter un mensaje insultando a Trudeau.
En su tuit, Trump decía que en el encuentro Trudeau se había comportado de manera “blanda y sumisa”. Además, le definía como “deshonesto e inútil”.
PM Justin Trudeau of Canada acted so meek and mild during our @G7 meetings only to give a news conference after I left saying that, “US Tariffs were kind of insulting” and he “will not be pushed around.” Very dishonest & weak. Our Tariffs are in response to his of 270% on dairy!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 9 de junio de 2018