Sergio Dahbar (ALN).- En los tempranos 70 del siglo pasado, una mala decisión del entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, condujo a una investigación periodística que se conoce como Watergate y que acabó con su mandato. Donald Trump pareciera seguir esos pasos.
Un nuevo fantasma recorre el mundo. Es el fantasma del caso Watergate. Si hay algo que acerca peligrosamente los destinos de Richard Nixon y Donald Trump es que ambos son reconocidos por tener “una relación frágil con la verdad’’. Un tic problemático para hombres que conducen el timón de la nación más influyente del mundo.
El presidente número 37 de Estados Unidos tuvo sus problemas con la verdad a comienzos de los años 70, cuando un escándalo hizo que su mandato no llegara a buen término. El presidente número 45 se encuentra ahora en la boca del huracán, no se mueve con sutileza dentro de la cristalería y es adicto a las situaciones que pueden convertirse en catástrofes.
Hay una encrucijada en la vida política de los presidentes estadounidenses: eludir las investigaciones que podrían incriminarlos
Hay una encrucijada en la vida política de los presidentes estadounidenses, un cul de sac que tiene reminicencias de tragedia griega: eludir las investigaciones que podrían incriminarlos. Se trata de una batalla que no se puede ganar. El 9 de agosto de 1974 Richard Nixon, antes de que se iniciara un proceso de destitución irreversible en el Congreso, renunció a la Presidencia. El narcisismo de una nación quedó hondamente herido.
Nixon hizo espiar a los demócratas. Está por verse si Trump espió con gente de una potencia extranjera, Rusia. El primero renunció. El segundo podría salvarse, salvo que se confirme que mintió. Como se trata de la personalidad de Donald, todas las dudas pueden convertirse en certezas.
Hay que agregarle a este libreto isabelino que Trump despidió al director del FBI, James Comey. Del presidente de Estados Unidos uno debería esperar que haga todo por tranquilizar el planeta. No es el caso que nos ocupa. Pero los finales nunca se parecen. Si bien Nixon desarregló la mesa de su propia casa, Trump amenaza con crear un conflicto mundial. ¿Alguien apuesta?
Los caminos paralelos de Trump y Nixon
En el caso de Trump, impresiona la cantidad de cabezas que han rodado en poco tiempo. Una figura que no ha pasado desapercibida es la del general Michael Flynn, militar que duró tiempo record en el cargo de consejero de Seguridad: 24 días. El Senado lo ha citado a declarar. Previsible o no, pareciera que invocará la Quinta Enmienda y que será declarado en desacato.
Hay que recordar que Flynn inundó las redes sociales de noticias falsas sobre Hillary Clinton y exigió su encarcelamiento. Su hijo le ayudó a propagar rumores sobre una red de pederastia en una pizzería de Washington bajo control de la candidata demócrata.
Quince funcionarios con intereses y vínculos con Moscú recorren a diario los pasillos de la Casa Blanca. La tela de araña que han tejido estos hombres con Rusia desvela al FBI.
¿Ha comenzado el proceso que puede sacar de la Casa Blanca al mayor outsider populista del planeta?
También le quita el sueño el protagonismo de los hackers rusos en la campaña. Capítulo aparte ocupan los correos electrónicos de Hillary Clinton, que el jefe del FBI sacó oportunamente a la luz pública en los días finales de la campaña y que torcieron la suerte de las elecciones.
Trump acaba de despedir al director del FBI. En 1973, Nixon echó a Archibald Cox, fiscal que lo investigaba. Se produjeron renuncias del fiscal general y su adjunto. Se recuerda ese momento como la “Masacre del sábado por la noche”.
Nadie sabe si ha comenzado el proceso que puede sacar de la Casa Blanca al mayor outsider populista del planeta. Lo cierto es que Mike Pence no es Spiro Agnew, quizas el más indigno de los vicepresidentes de Estados Unidos.
El hombre que sustituyó a Agnew el 9 de agosto de 1974 fue Gerald Ford. Fue presidente durante 896 días, antes de perder las elecciones de 1976 frente a Jimmy Carter. Quizás el episodio más controversial de la administración Ford fue perdonar a Richard Nixon. El 8 de septiembre de 1974 les dijo a los estadounidenses: “Nuestra larga pesadilla nacional está terminada”.
Nunca está de más escuchar el pasado. Trump podría oír a Nixon: “Voy a aconsejar a todos los que me sigan en el cargo de presidente: Haz las cosas grandes tan bien como puedas, pero cuando haya una cosa pequeña ahí, afróntala y afróntala rápido, quítatela de en medio. Si no lo haces, se convertirá en grande y puede que te destruya”. Quizás aprendería algo.