Pedro Benítez (ALN).- En 1980 ocurrió uno de los hechos más vergonzosos de la historia del continente americano cuando la prensa castrista empezó una campaña para denigrar a los 200 mil cubanos, que en la primavera de ese año, abandonaron la isla en condiciones desesperadas rumbo a las costas de Florida. “Lumpens (sic), delincuentes, homosexuales, aficionados al juego y a las drogas que no encuentran en Cuba fácil oportunidad para sus vicios” (Granma, 7 de abril de 1980), eran las “acusaciones” que sobre esa masa de honrados ciudadanos enfrentados a las incertidumbres del emigración vertía los medios al servicio del Gobierno de Fidel Castro. En su mayoría, se trataba de jóvenes que en su infancia lucieron un pañuelo rojo anudado al cuello. Eran el “hombre nuevo”.
Un mes después los servicios de inmigración de Estados Unidos descubrieron que Castro estaba vaciando sus cárceles de presos comunes que se mezclaron con la inmensa mayoría de honestos cubanos que se iban de su país en busca de mejores condiciones materiales de vida y de libertad. El errático manejo por parte del ex presidente Jimmy Carter de aquel episodio, que se conoció como el éxodo de Mariel, se consideró posteriormente como unas de las causas de su derrota electoral de ese año.
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Venezuela, atrapada en las contradicciones de la política estadounidense
42 años después los principales líderes del Partido Republicano, encabezados por el ex presidente Donald Trump, repiten la misma táctica de Fidel Castro pero al revés.
A inicios de esta semana el expresidente estadounidense afirmó en un muy difundido mitin que el mandatario venezolano Nicolás Maduro abrió todas las prisiones para liberar a “convictos viciosos” que han cometido “asesinato, violación y otros crímenes atroces” y los estaría enviando a “envenenar” a Estados Unidos.
Los dichos de Trump
Trump se hizo eco de un presunto informe (aún no confirmado) del Departamento de Seguridad Nacional de ese país según el cual se instruye a los agentes fronterizos a buscar “criminales violentos de Venezuela” en las caravanas migratorias que llegan por la frontera con México. El 22 de septiembre, 14 congresistas republicanos enviaron una carta al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, a fin de “demandar respuestas sobre la liberación temprana de prisioneros violentos venezolanos y empujándolos a unirse a las caravanas que se dirigen hacia nuestra frontera sur”. Citan como fuente un reportaje que el portal conservador Breitbart publicó el 18 de septiembre.
Sin embargo, no hay reporte ni información oficial alguna por parte del Departamento de Seguridad Nacional del cual dependen las oficinas de control de inmigración.
Curiosamente los gobernadores republicanos de los estados de Texas, Arizona y Florida han enviado a centenares de estos migrantes a ciudades del norte del país por avión y en buses sin manifestar preocupación de que entre ellos se han colado ex convictos.
Agitar el miedo
De modo que esta campaña tiene un objetivo muy claro y evidente: agitar el miedo del ciudadano estadounidense común contra el inmigrante de cara a las elecciones del Congreso en noviembre. Una vieja táctica puesta de moda de un tiempo a esta parte en Europa y Estados Unidos por el sector más radical de la derecha.
Es decir, en este tema en concreto se trata del uso de la tragedia de Venezuela y de los venezolanos por razones electorales sin ningún tipo de escrúpulos por parte de políticos que hasta ayer se manifestaban muy angustiados por la situación política y social del país. Por cierto, esa escandalosa situación se da ante el vergonzoso silencio del Gobierno de Venezuela y de una parte de la dirigencia opositora, que por puro cálculo político no se quiere enemistar con los líderes republicanos.
Pero tal como ocurrió en 2019 y 2020 esta situación nos recuerda que Trump no ha hecho, ni hace y ni hará política en favor de los venezolanos ni por la recuperación de la democracia en Venezuela porque eso le tiene sin cuidado. Aunque es bueno tener presente que si a la Casa Blanca llegará un inquilino que de buena fe y preñado de las mejores intenciones le importara promover la causa de la democracia y la libertad en el mundo, no encontraría el tema de los venezolanos y de Venezuela entre sus prioridades.
La suerte es un factor central en el devenir de los acontecimientos humanos. Visto en perspectiva hoy es claro que la inesperada y fortuita llegada de Trump a la Presidencia de los Estados Unidos fue una infortunada circunstancia para la causa democrática venezolana.
La «estrategia» de Trump con Maduro no funcionó
Tal como algunas voces aisladas advirtieron en su momento dentro de Venezuela, la “estrategia” de Trump para desalojar a Maduro del poder en 2019 fue totalmente contraproducente. Le permitió cohesionar a su propio grupo en torno a su persona, en particular al determinante sector militar; lo acercó todavía más a los enemigos de Estados Unidos en todo el mundo por aquello de que el “enemigo de mi enemigo es mi amigo”; y, lo que fue más importante, alimentó unas expectativas de cambio por parte de una desesperada población venezolana que (una vez más) le hicieron perder el rumbo político a la tradicional dirigencia opositora venezolana.
En resumidas cuentas, cuando se haga el repaso de este capítulo de la historia venezolana, cualquier observador medianamente agudo apreciará que Trump fue para Maduro lo que George W. Bush para Hugo Chávez, su mejor amigo.
La invasión angloamericana a Irak en la primavera de 2003 fue un momento crucial en la consolidación del régimen de Chávez en Venezuela. De golpe más de dos millones y medio de barriles de petróleo al día salieron del mercado mundial justo cuando la economía de China demandaba cada vez más materias primas del resto del planeta. El resultado fue el mayor y más largo auge de precios del petróleo desde que se llevan registros. La cotización promedio por año del barril de exportación venezolano pasó de 25 dólares en 2003 a 86 en 2008 y en algún momento llegó a la increíble cifra de 126. Chávez llegó a creer seriamente que podría alcanzar los 200 dólares y con ello su influencia política sería ilimitada.
Clientelismo en Venezuela
Sin esa circunstancia no se explica la consolidación del chavismo en Venezuela, ni la supervivencia del castrismo en Cuba, ni la manera en la cual Daniel Ortega impuso su dictadura personal en Nicaragua. Todo en las narices mismas de la Casa Blanca.
Los petrodólares recibidos por cuenta de alimentar el complejo industrial-militar estadounidense le permitieron al chavismo financiar un colosal clientelismo dentro y fuera de Venezuela, que fue acompañado por una desenfrenada corrupción. Consecuencias no deseadas ni previstas de la política exterior de los Estados Unidos que por aquellos días tenía sus prioridades en otra parte del mundo.
Hoy una parte de los dirigentes políticos venezolanos intentan pasar por alto los señalamientos no demostrados por parte de Trump que estigmatizan a los migrantes venezolanos con la esperanza puesta en su retorno al famoso Despacho Oval. Pero lo que va a ocurrir, si el ex presidente y magnate inmobiliario regresa a la Presidencia de su país (lo que hoy es lo más probable), es que sea él sea quien levante las sanciones comerciales y la mayoría de la financieras contra el Gobierno de Maduro (anoten este pronóstico), y ningún senador republicano en el Congreso en Washington se atreverá a llevarle la contraria.