Redacción (ALN).- El número de migrantes que envían remesas a sus familias en Venezuela bajó de 59 %, en 2021, a 49 %, en 2022, de acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida, presentada por la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas (UCAB).
«Mi hijo me remitía, prácticamente, todos los meses. Después empezó a remitir cada dos meses, y desde marzo ya no me giró más», cuenta Omaira Manrique, de 79 años, a quien su jubilación en una empresa farmacéutica le sirve para poco. Los recursos que depositaba su hijo desde Colombia eran un alivio en medio de un país donde a la mayoría los ingresos sólo le alcanzan para comer.
«Lo utilizo especialmente en medicinas, porque son muy costosas», explica Manrique, quien añade que “afortunadamente” otro de sus hijos le echa una mano. De lo contrario – advierte- no podría cubrir sus gastos básicos.
El país petrolero salió de una hiperinflación de tres años y medio en enero, pero el aumento de precios sigue siendo volátil y las remuneraciones son de las más bajos del continente.
El estudio de la UCAB revela que más de la mitad de los que continúan enviando remesas lo hacen una o dos veces por mes, pero la cantidad de dinero que pueden entregar también ha bajado. De esto da fe Carlos Pérez, de 66 años, cuyo hijo en Perú lo apoya económicamente.
«Anteriormente mandaba una cantidad superior, hoy en día está mandando menos. Ellos tienen problemas allá para pagar su alquiler, porque no tiene un empleo fijo”, describe Pérez.
Con las remesas que recibía su familia, cubría la mitad de los gastos de la casa: mercado, servicios y el colegio de su hija pequeña. Y es que ni su salario como vigilante en una torre de oficinas en Caracas, ni el de su esposa son suficientes para sortear el alto costo de la vida en Venezuela.
El contexto mundial amenaza con profundizar el problema para 2023, en opinión del economista Luis Bárcenas.
«Yo creo que el tema de las remesas el próximo año puede verse perturbado, no por lo que ocurre en Venezuela, si no por lo que ocurre en el resto del mundo, que va a afectar cómo los migrantes generan esos ingresos. Si estamos entrando en un entorno de recesión mundial en los principales mercados, es muy probable que los migrantes puedan disponer mucho menos de su salario para enviarle a su familia», relata Bárcenas.
Las remesas para Venezuela representaron 5 % del Producto Interno Bruto del país en 2021. Una cifra que aún está lejos de igualar a naciones como Guatemala y El Salvador donde las remesas alcanzaron entre 15
y 25 % de la actividad económica del año anterior.
No en vano, el economista y asesor de riesgo bancario, Leonardo Buniak, proyecta que, una vez cesen las condiciones adversas que dejó la pandemia y la crisis económica, producto del conflicto entre Ucrania y Rusia; Venezuela podría adoptar una “economía remesera”, es decir, que dependa en buena medida de los depósitos de dinero de sus migrantes.
“Basados en que Venezuela tiene cerca de 6 a 7 millones de personas viviendo fuera del país, y esas personas van a alcanzar cierto nivel de estabilidad laboral a futuro, es fácil estimar que el país estaría recibiendo remesas por encima de los 14 a 15.000 millones de dólares para los próximos cinco años”, detalla Buniak.