Daniel Gómez (ALN).- Las sanciones económicas de Estados Unidos a Venezuela ponen más entredicho la solvencia financiera del régimen de Nicolás Maduro. El default es una posibilidad cada vez más próxima, por lo que algunos tenedores de deuda venezolana están acogiéndose a los Credit Default Swaps (CDS), un producto que protege a los inversores de una posible suspensión de pagos, como explica al diario ALnavío Felipe López-Gálvez, analista de Bolsa de Self Bank.
En Venezuela no hay gota que colme el vaso. El vaso lleva derramándose mucho tiempo. De ahí que los tenedores de deuda se acojan a los Credit Default Swaps, también conocidos como CDS o Swaps de incumplimiento crediticio. “Son contratos derivados para cubrir el riesgo de un crédito”, explica al diario ALnavío Felipe López-Gálvez, analista de Bolsa de Self Bank, quien precisa que los compradores de CDS pagan una prima para protegerse del riesgo de una posible suspensión de pagos o default. Este es un escenario que no se puede ignorar a la vista de la situación del régimen de Nicolás Maduro. “El rating de Venezuela es extremadamente bajo, de CCC- para Standard & Poor’s (S&P). Esto significa que las agencias de calificación y el mercado consideran altamente probable que Venezuela no pueda hacer frente a sus obligaciones y deje de pagar a sus acreedores”, asegura López-Gálvez.
Al mismo tiempo, el bono de Venezuela, con vencimiento en octubre de 2026, tiene un precio que oscila entre 40 y 54, según un ratio de la agencia Bloomberg. “Esto significa que el valor ha caído un 60% desde que se emitió. Normalmente cuando se emite deuda se coloca a un precio de 100, lo que en el argot se denomina ‘a la par’. Por eso puede apreciar un descenso durante el verano. Desde aproximadamente 57 en junio hasta 40 hoy en día”, reseña el analista.
¿Qué son los CDS?
Con este panorama sobre la mesa, entran en juego los CDS. ¿Qué son? ¿Para qué sirven? ¿Cuándo surgieron? Lo explica el analista López-Gálvez en declaraciones a este diario:
Características. El comprador del CDS de una determinada emisión de deuda paga una prima periódicamente que le protege ante el riesgo de que ese bono haga default. Por el contrario, el vendedor del CDS se compromete a pagarle al comprador el nominal de la cobertura en caso de que se produzca el evento de impago que especifica el contrato.
Historia. Los Credit Default Swaps nacieron en la década de los 90, principalmente con el famoso caso del siniestro del petrolero Exxon Valdez, en 1989. A partir de entonces se piensa en cómo poder asegurarse ante siniestros de esta magnitud. Sin embargo, su uso en el mercado fue modesto hasta la época posterior a la burbuja tecnológica del 2000, periodo en el que alcanzó su máximo esplendor antes de la crisis de las hipotecas subprime de 2007. Surgió, al igual que otros derivados, fruto de una sofisticación de los mercados financieros.
Cobertura. Si se tienen bonos de una determinada empresa, se puede contratar un CDS para cubrirse de que dicha empresa no pague. Exactamente igual si se tiene un piso alquilado y se contrata un seguro de impago para los inquilinos. Es una herramienta muy útil en la gestión del riesgo. Sin embargo, muchos lo usan con un objetivo meramente especulativo. Es decir, hay institucionales que los compran no porque tengan bonos y quieran cubrir un hipotético riesgo de impago, si no para apostar a que un determinado Estado o empresa va a hacer default y por lo tanto enriquecerse si se activa el CDS.
Los CDS son un producto pensado más para los inversores institucionales que para los minoristas: el importe mínimo de contratación es de varios millones de dólares
Un producto caro. Es un producto pensado más para los inversores institucionales que para los minoristas. No son contratos al alcance de cualquiera y comúnmente son utilizados por grandes inversores, puesto que el importe mínimo de contratación es de varios millones de dólares. En general se regulan mediante un acuerdo entre las partes de acuerdo con el estándar ISDA (International Swaps and Derivatives Association).
Seguridad. Por mucho que una empresa o un Estado tengan un rating AAA y sea impensable que entre en suspensión de pagos, nunca se puede descartar dicha posibilidad. Solo hace falta pensar en Enron Corporation, la energética estadounidense que en poco tiempo pasó de ser una de las instituciones más solventes del mundo a entrar en quiebra.
Las pruebas desnudan la debilidad financiera de Venezuela
Los indicadores son claros: la situación es crítica y el riesgo de impagos es real, de ahí los CDS. Lo venía siendo desde que el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió las proyecciones para 2017. Se ratificó cuando la consultora KPMG publicó los estados financieros auditados de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Y lo sentenció el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando este viernes firmó sanciones económicas contra el régimen.
El castigo estadounidense sirvió al grupo que respalda a Nicolás Maduro para justificar la nueva oleada de escasez e inflación que acecha Venezuela. Oleada que llevan meses advirtiendo los organismos ya citados y que hace un año, este mismo régimen desestimaba negando ayuda internacional para paliar la escasez de medicinas y alimentos.
Perspectivas del FMI. El organismo proyecta para 2017 una destrucción del Producto Interior Bruto (PIB) del 7,4% en Venezuela y una inflación superior al 720%.
Estados financieros de PDVSA. La primera industria del país no está quebrada, pero sí vive la peor situación de su historia. Lo evidencian indicadores financieros en declive, gastos billonarios en operaciones ajenas al crudo, mermas en la producción, corruptelas y posibles deterioros en el valor de los activos por el esquema cambiario de Venezuela. Son irregularidades que podrían acercar a la petrolera al default. Estas suman un total de siete, como las plagas del Egipto bíblico.
Sanciones económicas de Estados Unidos. Lo último, y quizá lo más dañino. La Casa Blanca “prohíbe los trámites de nueva deuda y patrimonio emitidos por el gobierno de Venezuela y su empresa petrolera estatal”, reza la Orden Ejecutiva que el pasado viernes firmó el presidente Donald Trump. Las sanciones caen en un instante delicado para Venezuela. El régimen necesita fuentes de financiamiento: tiene que pagar 1.500 millones de dólares (1.256 millones de euros) de deuda en octubre y 1.900 millones de dólares (1.592 millones de euros) en noviembre. En este momento, la liquidez disponible apenas alcanza los 1.000 millones de dólares (838 millones de euros). No dan las cuentas y con la emisión de papeles en Estados Unidos cerrada, las vías de escape para evitar el default en el corto plazo aparecen en los aliados China y Rusia. Para el mediano plazo, la única opción posible es la reforma económica que tanto tiempo lleva ignorando el régimen: una restructuración pro-mercado que beneficie a los clientes de Venezuela.