Pedro Benítez (ALN).- ¿Puede un país que ha destruido casi el 80% de su PIB en ocho años, empujando a la miseria a millones de sus habitantes, pero que aún cuenta con enormes reservas de hidrocarburos, renunciar a exportar petróleo para ayudar a reconstruir su economía? Aunque hoy en día sea políticamente incorrecto, es una pregunta que vale la pena plantearse.
Olvidarse del petróleo es una idea que comienza a repetirse con cierta regularidad en Venezuela tanto en círculos oficiales como privados. Pareciera que el país con una de las reservas más grandes de hidrocarburos del planeta, y que hasta hace no mucho fue el principal exportador del continente, está condenado a una relación de fatalidad con ese recurso.
Desde los días en que la periodista Ida Tarbell publicó sus denuncias contra las prácticas de la Standard Oil Company, el petróleo tiene mala prensa. Esa fama negativa ahora se repite pero por una razón distinta, el cambio climático que es atribuido, casi por consenso general, al uso de combustibles fósiles en la industria y el transporte.
SALVAR EL PLANETA
Salvar el planeta reduciendo lo más pronto que se pueda las emisiones de carbono se está convirtiendo en una política prioritaria en los gobiernos de los países más ricos. Una muestra de esto lo acaba de dar la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien presentó hace pocos días un ambicioso y multimillonario proyecto que pretende reducir para el año 2050 las emisiones de gases de efecto invernadero a cero en la Unión Europea, así como prohibir la venta de autos de gasolina para 2035 dentro de sus fronteras.
Aunque es un plan polémico, este compromiso de las instituciones comunitarias europeas luce como un paso más en el irreversible cambio tecnológico que ya está en marcha en el planeta, y cuyo resultado sería reemplazar al petróleo como la fuente de energía de la economía mundial. Este sería el cambio más importante que en esta área la humanidad daría desde que James Watt patentó su máquina de vapor en el siglo XVIII.
Con lo cual estaría por cumplirse aquella profecía/advertencia del otrora célebre ministro de Petróleo de Arabia Saudita de los años setenta y ochenta del siglo pasado, Ahmed Zaki Yamani: “La edad de piedra terminó no por falta de piedras y la era del petróleo terminará pero no por falta de petróleo”.
UNA ECONOMÍA DIVERSIFICADA PARA VENEZUELA
En Venezuela el gobierno de Nicolás Maduro (que no ha dado muchas muestras de preocuparse por preservar el medio ambiente) parece por estos días inclinado a sumarse a esa corriente. Maduro aseguró hace poco que: “Nuestra meta para el 2030 es construir un país diversificado y libre de la dependencia del petróleo”.
A continuación expuso con mucho orgullo el cacao, el café y algunos licores como “los nuevos” productos de exportación venezolanos. Es decir, las mismas fuentes de ingresos nacionales de la Venezuela pre petrolera de hace 100 años.
Es curioso constatar cómo bajo el chavismo, que tiene dos décadas predicando la industrialización del país, ha ocurrido exactamente todo lo contrario. El parque industrial ha sido desmantelado sistemáticamente. Por ejemplo, una empresa privada como Sidetur que llegó a facturar en exportaciones de artículos metalmecánicos 500 millones de dólares al año, fue sencillamente liquidada luego de su expropiación en 2008. La lista de casos similares es larga.
DEBACLE EN PDVSA
Como es ampliamente conocido a la industria petrolera venezolana no le ha ido mejor. El mayor y más largo auge de precios del petróleo de la historia (2003-2014) fue desperdiciado por el chavismo.
Deterioro y arbitrariedad en las condiciones de inversión, corrupción generalizada, desprofesionalización y pésima administración, así como absurdas políticas, llevaron a PDVSA a la debacle, y a la mayoría de sus socios extranjeros a retirarse.
Eso ha colocado a Venezuela en una situación poco menos que absurda. El país (o su gobierno) no aprovechó el último boom petrolero, y ahora se va a quedar con millones de barriles en el subsuelo dados los inminentes cambios, que se asegura, están por ocurrir en el mercado energético mundial.
LAS PREDICCIONES Y SUS CONTRASTES
Sin embargo, estas predicciones y deseos deben ser contrastadas por ciertos datos duros.
Luego de 150 años del inicio de lo que los especialistas en Historia Económica bautizaron como la Segunda Revolución Industrial (1870 en adelante) el carbón (que fue la fuente de energía fundamental de la Primera) sigue supliendo una cuarta parte del consumo mundial de energía.
Es decir, aun cuando se supone que estamos en medio de un nuevo cambio tecnológico que reemplazará con energías limpias a las provenientes de los fósiles, el carbón (la fuente de energía típica del siglo XIX) sigue ocupando un lugar importantísimo en la matriz energética mundial.
Ese dato nos plantea una pregunta elemental: ¿Si luego de siglo y medio el petróleo no ha reemplazado en su totalidad al carbón, por qué suponer que con él pasará algo distinto en, por lo menos, el próximo medio siglo?
DEVENIR DICTADO POR EL MERCADO
En ese sentido, lo que ha demostrado la historia de los hechos económicos mundiales es que, para bien o para mal (depende del cristal con que se mire), no son los funcionarios y planificadores gubernamentales los que pueden acelerar o retrasar un cambio de ciclo tecno económico. Eso siempre lo ha determinado el tan denostado, pero imprescindible, mercado.
Hasta que los autos eléctricos, por ejemplo, no sean más baratos y prácticos para el uso masivo que los de motor de combustión interna, los productos refinados del petróleo seguirán reinando en el mundo del transporte masivo. Lo mismo se puede afirmar con el sector industrial.
¿Estos cambios van a ocurrir? Todo indica que sí. ¿Cuándo? Nadie los sabe.
EL MUNDO EN DESARROLLO DEMANDA ENERGÍA
Por otra parte, tenemos un mundo en desarrollo, como China o la India que cada vez demanda más energía.
De modo que es factible que Venezuela tenga aún una enorme oportunidad para su industria petrolera que sería desatinado no intentar aprovechar.
No obstante, resulta paradójico que Venezuela esté repitiendo por motivos distintos una situación que a luz del tiempo pasado resultó profundamente equivocada, cuando en la década de los sesenta del siglo XX se tomó la decisión de restringir la exploración y producción de petróleo, en manos entonces de las grandes transnacionales (la política de no más concesiones), partiendo de la premisa de que al país no le quedaban muchas reservas, razón por la cual había que “preservar racionalmente” su explotación para las futuras generaciones.
Ahora la situación es exactamente la inversa, pero se nos predica que aunque nos sobre, ya no vale la pena explotarlo porque al resto del mundo no le interesa.
COMBATE AL CAMBIO CLIMÁTICO
Mientras tanto, las corporaciones petroleras, y los países productores, se siguen favoreciendo de los altos precios internaciones del oro negro (72 dólares el barril), cubriendo sus operaciones y beneficios con la hoja de parra de sus gastos en relaciones públicas, a fin de satisfacer a la opinión pública mundial en un aparente compromiso con el combate al cambio climático.
Es más, no cesan las exploraciones e inversiones de nuevos proyectos, como el que se está desarrollando en estos momentos ExxonMobil en Guyana.
De modo que la Venezuela petrolera tiene (aún) una oportunidad. Pero eso sí, el tiempo corre en su contra.
La única manera eficaz de aprovecharla es cambiando radicalmente la política petrolera tradicional que sitúa al Estado en una posición de monopolio sobre el recurso, y el ambiente adverso a la inversión privada.
RECUPERAR EL SECTOR PETROLERO
Por el contrario, el país se tiene que abrir con audacia y sin complejos de ningún tipo a la inversión privada, nacional y extranjera en todos los niveles de lo que queda de su industria petrolera.
Teniendo claro, no obstante, que el modelo rentista que caracterizó a nuestro país por 80 años no volverá, ni es deseable que regrese. Venezuela debe recuperar su sector petrolero, pero con conciencia plena que ese ya no será la fuente única de la riqueza nacional. Será importante, pero habrá que desarrollar otras, aplicando la máxima de que no importa de color del gato siempre que cace ratones.
Lamentablemente esa no es la situación presente en la cual dos grandes empresas petroleras europeas, Total y Equinor, acaban de anunciar el cese definitivo de sus operaciones en el país, pero PDVSA lo presenta como una “soberana y exitosa negociación”.
Un absurdo empeño en seguir desperdiciando oportunidades.