Rafael Alba (ALN).- Oscar Puente, alcalde de Valladolid, asegura que los representantes de la artista le pidieron medio millón de euros para que la diva actuara en Valladolid. La cantante ha negado tener un caché tan alto pero, de momento, no se conoce la cifra exacta que cobra por actuación.
Seguro que ya lo saben. La augusta ciudad de Valladolid, capital de Castilla y León, está en el centro de la polémica. Sucede que los pucelanos se van a quedar por segundo año consecutivo sin su ansiado concierto de Rosalía. La culpa, por supuesto, es de Oscar Puente, el alcalde. Un político del PSOE, que forma parte del entorno más cercano de Pedro Sánchez, el actual presidente del Gobierno, y que no está dispuesto a pagar los 500.000 euros que, según las afirmaciones que ha publicado en su Twitter, le han pedido los representantes de la artista como cifra mínima a partir de la cual empezar a hablar de ese posible concierto. En la misma red social en la que se ha desatado la discordia, la joven diva admite, más o menos, que lo suyo es caro, porque le gusta hacer las cosas bien y la perfección cuesta dinero. Pero niega que su caché este a esa altura estratosférica de la que habla Puente. Y también lo hacen los responsables del Primavera Sound y el BBK Live, dos de los festivales veraniegos hispanos en los que la cantaora va a actuar próximamente. Según ellos, la chica cobra un precio razonable que queda un poco lejos de ese medio kilo que se le atribuye.
Valladolid está en el centro de la polémica. Sucede que se van a quedar por segundo año consecutivo sin su ansiado concierto de Rosalía. La culpa, por supuesto, es de Oscar Puente, el alcalde, que no está dispuesto a pagar los 500.000 euros que, según ha publicado en Twitter, le han pedido los representantes de la artista
Eso sí, ni ella, ni ninguno de sus defensores, ha desvelado la cifra real que cobra por cada una de sus actuaciones. Quizá porque de estas cosas siempre es mejor no hablar. Por lo menos en España. En casi cualquier otra parte del mundo, las cuestiones pecuniarias se abordan con total naturalidad. Pero aquí no. Entre otras cosas porque, como saben los profesionales del evanescente sector de la música en directo, nadie tiene un caché fijo, en realidad. Se cobra en cada lugar, lo máximo que se puede, según la oportunidad, el momento, y el interés individual de cada proyecto. Puede ser lógico. No es lo mismo actuar en un certamen con proyección internacional en una gran capital como Barcelona, Madrid o Bilbao, que hacerlo en una localidad perdida en la que no va a conseguirse repercusión alguna y en la que, además, tras haber realizado un concierto gratuito resultará difícil volver a tocar poniéndole precio a la entrada, por lo menos durante algún tiempo. Hasta hay eventos multiplanetarios como el festival de Coachella que se celebra en California, en los que el caché de los artistas ni siquiera cubre por completo los gastos de la actuación.
El pasado año, por ejemplo, la rapera Cardi B, que entonces aún era una estrella emergente, confesó en el programa Hip Hop Nation de la radio on line Xirius XM que iba a tener unas pérdidas de consideración derivadas de los dos conciertos que había firmado con los promotores del citado festival. Según ella, los promotores del evento iban a pagarle 70.000 dólares (56.715 euros) por actuación, en total 140.000 dólares (113.432 euros) por los dos conciertos previstos. Pero, la parte contratante no se haría cargo de ningún gasto relacionado, ni con la banda o los asistentes de la artista, ni, y esto es lo peor, con los costes del montaje del escenario que ascendían a 300.000 dólares (243.068 euros) por concierto. O sea que, al parecer, entre unas cosas y otras, Cardi cosechó unas pérdidas de 460.000 dólares (372.704 euros) por actuar allí. Quizá tengamos en estas cifras una pista cierta del coste real de un espectáculo de Rosalía al aire libre en un gran recinto como la Plaza Mayor de Valladolid, ya que, hoy por hoy, la cantaora catalana aspira a jugar en la misma liga que la megastar latina.
Su agente nos dijo, después de tenernos 2 meses esperando,que empezarían a hablar con nosotros a partir de 500.000€. En todo caso si esa no es la cifra digamos su caché y estaremos encantados de contratarla. Ya lo intentamos en 2018 cuando nos pedía 45.000€ pero no tuvo fecha. https://t.co/aszMTqGvxu
— Oscar Puente (@oscar_puente_) 23 de marzo de 2019
¿En 2018 ya Rosalía cobraba 200.000 euros?
Pero son simples especulaciones, porque nadie sabe la auténtica cuantía de la cifra en cuestión. Algunos articulistas, como Manuel Bohórquez de El Correo de Andalucía aseguran que ya en 2018, cuando aún no se había producido su actual explosión mediática, la inventora del flamenco futurista, según la etiqueta que le han puesto algunas webs especializada en música moderna, ya pedía 200.000 euros por actuación. Otros, como el columnista de Voz Pópuli, Víctor Lenore, que cita fuentes confidenciales de la industria, aseguran que solicitar una cifra imposible a cambio de un concierto improbable es una forma elegante de decir que no. De señalar al contratante interesado que la estrella que quiere capturar se encuentra en el séptimo cielo, a una altura a la que su presupuesto no le permitirá llegar. Aunque no siempre ha sido así, porque hubo un tiempo, no tan lejano, en que los profesionales españoles de la música en directo se aprovechaban de la gestión poco cuidadosa que las autoridades locales realizaban con el dinero público a su disposición para inflar a conciencia sus cachés y forrarse en la medida de lo posible.
En la misma red social en la que se ha desatado la discordia, la joven diva admite, más o menos, que lo suyo es caro, porque le gusta hacer las cosas bien y la perfección cuesta dinero. Pero niega que su caché este a esa altura estratosférica de la que habla Puente. Y también lo hacen los responsables del Primavera Sound y el BBK Live
Pero esos tiempos pasaron y en estos momentos negarse a pagar las cifras astronómicas que exige una caprichosa artista de moda por figurar en el programa de unas fiestas patronales puede proporcionar un buen puñado de votos adicionales. Y la cosecha puede ser más que interesante ahora, en este periodo preelectoral eterno en el que se encuentra sumergido el país. Puente juega fuerte porque está convencido de que tanto en las generales de abril, donde el PSOE necesita confirmar y superar los pronósticos favorables con los que cuenta para que Pedro Sánchez siga en La Moncloa, como en las autonómicas y locales de mayo, en las que es el propio alcalde de Valladolid el que se juega el futuro, las pequeñas diferencias en los restos previstos por la controvertida Ley D’Hont pueden suponer la gloria o la hecatombe. Y, por eso, esta polémica puede venirle bien y proporcionarle una inesperada oportunidad de robar cámara que no está dispuesto a desaprovechar. De modo que si el equipo de marketing de Rosalía quiere jugar fuerte, Oscar Puente no se va a levantar de la mesa hasta el final de la partida. Al fin y al cabo no es él quien tiene más que perder en este envite.
Rosalía también se juega mucho. Es el último fenómeno de moda en la renaciente industria del pop español, y la simple mención de su nombre y de sus circunstancias ligados a un asunto de dinero ha generado los habituales ríos de tinta y el indispensable ruido de fondo en las redes sociales. Un runrún inagotable que hasta ahora alimentaba con éxito las estrategias de su equipo de confianza, gente que sabe lo que hace y que mide la transcendencia de cada paso de los que debe dar la diva para la que trabajan. La idea, ya saben, es que cada aparición pública de la pizpireta cantaora, o cada tuit que publica, cada vídeo que sube a YouTube o cada foto que sube a su perfil de Instagram tenga un efecto multiplicador para su popularidad. Provoque una oleada de comentarios favorables y admiración fervorosa que justifique la cuantía de los contratos publicitarios que adornan su irresistible ascensión hacia la cima. Pero si, de repente, aparece retratada ante la opinión pública como alguien codicioso que no considera interesante actuar en una de las grandes capitales españolas, una parte del entramado que le ha permitido ascender puede empezar a venirse abajo. Esos son, en parte, los costes reputacionales de los que tanto se habla.
Los puristas del flamenco
Una factura cuantiosa que quizá no le interese pagar. O al menos, no ahora, cuando se encuentra prácticamente en las puertas del éxito global. Dicen los que saben que Rosalía es mucho más que una artista con visión comercial que ha sabido hacer fortuna al mezclar los ritmos contemporáneos del trap y las coreografías espectaculares de Beyoncé con los melismas más puros de la tradición oral del cante grande que acuñaron flamencas irrepetibles como La Perla de Cádiz, La Paquera de Jerez o La Niña de los Peines, por citar a tres mujeres adoradas por los puristas del flamenco, cuya influencia reconoce la propia interesada. Aseguran los expertos que esta estrella emergente no será fugaz. Que lo tiene todo para consolidarse más pronto que tarde como un nuevo icono del siglo XXI. Que es ya la mejor imagen juvenil posible del irresistible triunfo internacional de la floreciente España del futuro inmediato. Además las chicas (y algunos chicos) de su generación la adoran y por eso se vende como pan caliente todo lo que ella lleva puesto. Hasta el punto de que, hoy por hoy, la simpática muchacha de San Esteban de Sasroviras parece dotada del poder que se le atribuyó a un tal Rey Midas y por eso es capaz de convertir en oro todo lo que toca.
En estos momentos negarse a pagar las cifras astronómicas que exige una caprichosa artista de moda por figurar en el programa de unas fiestas patronales puede proporcionar un buen puñado de votos adicionales. Y la cosecha puede ser más que interesante ahora, en este periodo preelectoral eterno en el que se encuentra sumergida España
En este contexto al entorno de la artista no le ha venido bien este enfrentamiento público con el alcalde pucelano. La verdad es que, en general, y hasta ahora, los mecanismos de propaganda de la artista habían funcionado bien. Sin embargo, no se llega a lo más alto sin correr riesgos y hacer algún que otro equilibrio sobre el alambre. Y lo mismo esta vez. O el entorno más cercano de Rosalía o sus managers (o ambos) han cometido un pequeño error de cálculo y la situación se les ha ido de las manos. O lo mismo no. Pero en esta nueva polémica recién generada la diva no las tiene todas consigo y ha sumado partidarios y detractores casi al 50%. Mal asunto en un país famoso en todo el mundo por el cainismo y la envidia de sus habitantes y en el que hay multitudes siempre dispuestas a hacer leña del árbol caído cuando los triunfadores resbalan y se precipitan al vacío. Y la chica ha levantado muchos resquemores en los círculos siempre complicados en los que se mueven los supuestos defensores del verdadero flamenco, en los que se critica tanto su voz como sus maneras y se asegura que esta joven promesa del pop mundial tan de moda no le “aguantaría” ni media bulería a una cantaora de verdad.
Claro que eso mismo dijeron algunos de otros ilustres heterodoxos del pasado como Camarón de la Isla o Enrique Morente. Y hasta del gran Paco de Lucía. No es que yo diga que Rosalía vaya a suponer para el flamenco una revolución como la impulsada por estos tres monstruos indiscutibles. Pero, como afirman algunos especialistas más condescendientes, la chica todavía es joven y nadie sabe, en realidad, hasta dónde puede llegar. Además, en estos tiempos de precariedad y dificultades económicas no resulta demasiado criticable que alguien intente aprovechar su popularidad para hacer caja. Aunque tampoco lo es que un político encargado de la gestión del dinero público considere que hay cosas más importantes en las que gastar medio millón de euros que en una actuación de la última cantante de moda. Por lo que prevemos que, al final, la partida va a quedar en tablas, ya verán. Y, después de todo esto, quizá la pregunta que, de verdad, se hagan ustedes sea esta: ¿Es cierto o es falso que Rosalía cobra medio millón de euros por concierto? Pues qué quieren que les diga. Que ni sí, ni no, ni todo lo contrario, probablemente. Como dicen en la carta de algunos restaurantes de esos con muchas estrellas de la Guía Michelín, el precio de algunos platos siempre será según mercado. Pues eso.