Pedro Benítez (ALN).- En ocasión de los diez años del fallecimiento del ex presidente Hugo Chávez un grupo de mandatarios, ex mandatarios y líderes de la izquierda latinoamericana se congregó el domingo pasado en Caracas a fin de conmemorar la fecha. Como no podía ser de otra manera, la ocasión fue aprovechada por el Jefe de Estado, Nicolás Maduro, para exhibir el respaldo político con que cuenta en la región y demostrar que solo no está. Un reencuentro de los más fieles amigos y aliados.
En particular destacaron por su presencia Daniel Ortega, Raúl Castro y Rafael Correa. Y de éstos, fue el ecuatoriano el que marcó la pauta por su vehemente defensa del gobierno venezolano, repitiendo el conocido relato que atribuye todo cuanto va mal en Venezuela a las sanciones internacionales, pero además, y aquí está el detalle, por criticar cualquier posibilidad de dolarizar la economía nacional como medio de liquidar el imparable proceso inflacionario que agobia al país. Para tal fin recurrió no a un argumento técnico, que perfectamente él como economista está capacitado para aportar, sino a uno de tipo político muy caro en las filas del chavismo: “…si alguien de izquierda propone dolarizar la economía, ese alguien es un traidor”.
Para que no quedaran dudas de su recomendación (o más bien, advertencia) se dirigió, precisamente en esa parte de su disertación, a la vicepresidenta ejecutiva y ministra del Poder Popular de Economía y Finanzas, Delcy Rodríguez, quién era parte del público.
“Vamos a torcerle el brazo al dólar paralelo”
Es un secreto a voces que desde hace por lo menos cuatro años en el alto gobierno se ha acariciado la idea de dolarizar la economía como remedio definitivo a un mal que se ha enquistado durante décadas en la vida del país. De hecho, el propio Maduro llegó a decir en noviembre de 2019 que no veía “nada malo en eso que llaman dolarización”. Una confesión en su momento sorprendente, tomando en cuenta que en 2013 aseguró que: “vamos a torcerle el brazo al dólar paralelo”. Todavía en 2015 prometía: “en Venezuela no va a haber, ni ha habido, ni habrá dolarización”.
Declaraciones que por entonces eran parte de la guerra que decretó contra la divisa del odiado imperio cuando ordenó cerrar dos veces la frontera con Colombia, la más importante del país, y acusó al gobierno del ex presidente Juan Manuel Santos y a las casas de cambio de la ciudad fronteriza de Cúcuta de conspirar contra el bolívar. Con ese propósito se entusiasmó luego con una nueva moneda digital, el Petro, que, supuestamente respaldada por reservas de petróleo, entre otras virtudes acarrearía el abatimiento del nefasto dólar. Sin embargo, y como no podía ser de otra manera, solo era cuestión de tiempo para que las implacables leyes de la economía se impusieran.
Aquella confesión de noviembre de 2019 por parte de Maduro no era aislada. Pocos días antes, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) había autorizado el cobro de arrendamientos comerciales a la tasa de cambio oficial de bolívares a dólares y también las tasas de interés que cobraban los bancos. Eran señales del giro económico que calladamente estaba dado, mientras abandonaba los delirios ideológicos que gente como su ex asesor podemita Alfredo Serrano Macilla le habían vendido.
El que te proponga dolarizar es el traidor
No obstante, las sanciones internacionales por parte de Estados Unidos, la debacle de la industria petrolera, pero por encima de todo la facilidad que otorga al Estado cobrar sus ingresos en dólares pero pagar los sueldos y salarios de los funcionarios públicos en bolívares, impidieron concretar ese paso. La relativa desaceleración en el incremento mensual de los precios de bienes y servicios a lo largo del año pasado, que le permitió al país salir, por fin, de la mayor hiperinflación que ha conocido el continente americano (aunque la tasa anualizada sigue en tres dígitos) hizo que la idea se desechará.
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Pero, el nuevo salto en el crecimiento diario de los precios que se ha dado en lo que va del año en Venezuela hace temer que el monstruo de la hiperinflación reaparezca y, con ella, la dolarización como solución casi mágica.
Es en este contexto de recrudecimiento de la interminable crisis venezolana cuando el ex presidente Correa, uno de los amigos más escuchados en Miraflores (tal vez el más) aporta una sugerencia muy al estilo de la célebre obra literaria de Mario Puzzo que luego fue llevada a la gran pantalla, El Padrino I. El que te proponga dolarizar es el traidor.
¿Quién o quienes dentro del alto gobierno insisten hoy con la idea? ¿A qué grupo apoya Correa? ¿De quién o de quienes se sospecha?
«Decisión política»: el chavismo y el control de cambio
Curiosamente, pero no por casualidad, la advertencia se parece bastante a aquella confesión que también hace más o menos una década pronunciará el ex vicepresidente Aristóbulo Iztúriz cuando dijo aquello de que: “si quitamos el control de cambio nos tumban”. “Es una decisión política, no económica”.
Efectivamente, es un asunto exclusivamente político. Conservar el poder en medio de conspiraciones y potenciales traidores a identificar. Eso es la revolución. Esa es la lógica. Gobernar más o menos bien es algo secundario y subordinado a lo primero.
De modo que según Correa, el principal argumento en contra de la dolarización es el mismo que hace años daba Maduro, y el propio ex presidente Chávez allá por el 2000 cuando le dijo en privado a uno de sus colaboradores (militar activo para más señas) que prefería estar muerto antes de ver dolarizada la economía de Venezuela.
Dolarizar es rendirse ante el imperio. Los detalles técnicos sobre la inconveniencia o no de la medida para una economía como la venezolana, no es que no sean importantes, pero no son el asunto central. Y, eso sí, hay que identificar a los traidores.
La falacia de las sanciones
Para Rafael Correa que su sucesor, Lenin Moreno, decidiera ser el Presidente de Ecuador y no el mandadero de sus designios fue una traición. Ese es el criterio.
Ahora, en el caso venezolano, la cuestión es esta: luego de un cuarto de siglo de poder casi absoluto los herederos del chavismo no saben qué hacer con la economía venezolana. El control de cambio desapareció sin ceremonia ni anuncio y el dólar, símbolo de la supuesta guerra económica, circula libremente por Venezuela como recordatorio diario del fracaso del delirio mesiánico. Ese es el hecho concreto.
Se puede decir que el país está parcialmente dolarizado porque los venezolanos prefieren esa moneda a la emitida nacionalmente. Y que mientras se repite y se repite el discurso falaz del chavismo sobre el bloqueo, el gobierno de Maduro ha negociado y negocia con compañías petroleras estadounidenses como Chevron.
Esa es la falacia de las sanciones. Rusia e Irán, por ejemplo, están sancionados pero siguen siendo importantes productores mundiales de petróleo. La debacle de la industria petrolera venezolana empezó antes de que Maduro llegara al poder. Eso está bastante bien documentado y Rafael Correa lo sabe.
La mayor trama de corrupción en el chavismo
Es más, cada cierto tiempo, de acuerdo a las necesidades del momento, el relato oficial del chavismo desempolva las investigaciones y denuncias formuladas por Fiscal General designado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Tarek Wiliam Saab, que ha señalado a Rafael Ramírez, y a toda la gerencia que lo rodeó en sus 10 años como presidente de PDVSA, son responsables de la mayor trama de corrupción de la historia petrolera venezolana, al menos desde que esta pasó a manos del Estado en 1976.
En marzo de 2014, la entonces periodista de Venezolana de Televisión, Vanessa Davies, le preguntó a Ramírez a propósito de su defensa sobre la situación de la estatal:
-¿Por qué habría señor ministro que creerle? Eso lo han dicho antes ¿Está quebrada PDVSA? ¿Está sana financieramente? Esas demoledoras preguntas fueron el principio del fin del ex zar petrolero como alto jerarca del régimen. Las sanciones todavía estaban lejos de ser aplicadas, aunque Rafael Correa se sume a la trampa argumental de mezclar peras con manzanas para ajustar el relato del chavismo.