Juan Carlos Zapata (ALN).- Cuando se refieren a Venezuela, los economistas no necesariamente hablan de cifras e índices, que también lo hacen. No han dejado de hacerlo. Sólo que ahora el discurso de los expertos incluye categorías cualitativas, a veces por encima de lo cuantitativo. No es discurso político. Es análisis soportado en evaluaciones y proyecciones. Pero no hay manera de escapar a una realidad que los asombra. Y quizá los supera.
Ya no es lo mismo decir en números cuánto ha caído el PIB de Venezuela en los años que lleva Nicolás Maduro en el poder sino que hay que expresarlo de otra manera para que se entienda. Para que sensibilice a los consumidores de noticias y análisis. Por ejemplo, Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), apeló hace poco desde Buenos Aires a esta frase: Que la economía de Venezuela es “la historia más triste del continente”.
¿Cuánta fuerza entraña la expresión? Cuánta fuerza si se toma en consideración lo ocurrido en otros tiempos en Chile, con Salvador Allende; en Perú, con Alan García; en Argentina, con las dictaduras militares; en Ecuador, en Bolivia. “La historia más triste del continente” es como si esta historia superara todos los antecedentes, que parece ser el caso, según cuentan los propios economistas porque ningún país, en aquellas épocas, requirió de “ayuda humanitaria” para resolver la situación interna. Y en esto coinciden los expertos del FMI. Y del Banco Mundial. Y del BID. O de cualquier banco o institución privada de esos que se encargan de elaborar estudios, research, en los que participan economistas. Muchos economistas.
Al final, luego del análisis impecable, Puente señalaba que no era “fatalista” con el futuro de Venezuela. Nadie parece serlo. Pero mientras tanto, la realidad es fatal
Para resolver la situación, dijo Lagarde entonces, Venezuela necesita “una completa reanimación del país”. Esto ya se lo dijo a El País de Madrid. Hay que imaginar la escena de una nación en terapia intensiva, al borde de la muerte, en la camilla del mejor hospital de la ciudad, sometido a esos aparatos con que reaniman a aquellos que están a punto de dejar el mundo. Que en cierto modo es lo que le ha ocurrido a Venezuela. Un país en default. Sin crédito internacional. Un país objeto de sanciones. Un país sin inversión extranjera. Es un país sin sangre, sin aliento, sin vida.
Un escenario sin salida
Para decirlo en palabras de otro economista, este venezolano, de los de mayor prestigio del mundo, Ricardo Hausmann: “El colapso económico ha sido fenomenal”. Es decir, fuera de lugar. Fuera de toda regla. Excepcional. Hausmann lo viene repitiendo desde hace un par de años, basado en estudios que ha llevado a cabo en Harvard, donde imparte clases, donde trabaja con un equipo, y donde elabora cálculos de lo que necesitará el país para salir adelante. Pero la cifra importa poco ahora. Lo que importa es lo que asegura el experto: Que en la historia del continente nunca se había visto una crisis de tal magnitud. Esta crisis que lleva a la gente, por desespero, a salir en masa. ¿Hay comparación? No. Tanto que los organismos se equivocan en los cálculos. Un día dicen que la inflación será de estos dígitos y otro que acumulará más dígitos. Como dijo Hausmann, es territorio desconocido. Y como dijo a este diario, a ALnavío: “No me puedo imaginar el fin de la pesadilla”.
Los economistas venezolanos como Hausmann no pueden evitar expresiones como colapso económico. Implosión social. Catástrofe. La mayor hiperinflación del mundo. La única economía petrolera con inflación e hiperinflación. Se trata de “la contracción económica más grande de la historia económica latinoamericana. Tú pones esas cosas juntas y estás hablando de una hecatombe económica y social”, le declaró a BBC Mundo el experto de Torino Capital, Francisco Rodríguez. Y su vaticinio es que ya no hay margen para otro año de recesión. Hablar de hetacombe es poner la vista en un escenario sin salida.
En una reciente exposición en Casa América de Madrid, José Manuel Puente, un reputado economista venezolano que imparte clases en España, manejaba números a granel. Pero lo que más resaltaba eran frases como “pulverización del salario”, “impacto devastador en lo social”, “un costo horrible”, “colapso del sector externo”. Al final, luego del análisis impecable, señalaba que no era “fatalista” con el futuro de Venezuela. Nadie parece serlo. Pero mientras tanto, la realidad es fatal.