Zenaida Amador (ALN).- Sin ingresos petroleros para encubrir el fracaso del modelo aplicado por dos décadas, Venezuela presenta una realidad aplastante: la economía ha sido destruida. En esta serie de entregas ALnavío analizará a fondo la paralización de una de las naciones más ricas del mundo.
La estrategia gubernamental en las últimas dos décadas en Venezuela ha sido la de cercar al sector privado para agigantar el peso del Estado en todos los ámbitos de la vida nacional y, entre otras cosas, aumentar la dependencia de la población. Mientras los ingresos petroleros permitían con importaciones encubrir las debilidades del modelo el país pudo seguir manteniendo ciertos estándares, pero en la actualidad el fracaso pasa una dolorosa factura de recesión, escasez y pérdida de calidad de vida de la población.
De hecho, de la política de “exprópiese” de Hugo Chávez, que sirvió de consigna para sus controles, estatizaciones e intervenciones de unas 1.200 empresas privadas, el país pasó al languidecimiento y la mengua del sector privado a lo largo de la gestión de Nicolás Maduro. El saldo rojo abruma: de las 12.700 industrias privadas que había en 1999 en la actualidad sólo quedan 2.500, según estimaciones de la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria).
La estrategia gubernamental en las últimas dos décadas en Venezuela ha sido la de cercar al sector privado para agigantar el peso del Estado en todos los ámbitos de la vida nacional y, entre otras cosas, aumentar la dependencia de la población
Lo más grave es que las sobrevivientes apenas operan a 20% de su capacidad instalada y nada indica que puedan seguir resistiendo si todo sigue igual, tomando en cuenta factores críticos como la inestabilidad política e institucional, la falta de insumos y materias primas, el colapso de los servicios públicos, la depauperación general del país y el propio modelo económico que Maduro insiste en seguir aplicando en el país.
Sólo el impacto económico general de los apagones nacionales ocurridos en marzo se calcula en 3% del Producto Interno Bruto. En el sector manufacturero las pérdidas ascendieron a 217 millones de dólares en marzo y dada la tendencia se estima que en abril estarán en el orden de los 320 millones de dólares, según cálculos de Conindustria.
En paralelo, la mayoría de las industrias que fueron estatizadas están paralizadas, operan en mínimos o enfrentan rezagos tecnológicos tan severos que su capacidad de respuesta es restringida, y eso incluye a empresas de sectores estratégicos como el siderúrgico, cementero, eléctrico, telecomunicaciones y agroindustrial.
Además, dado el modelo centralizado y estatista, las fallas en los suministros de estas empresas públicas terminan repercutiendo en la actividad de los demás sectores. Por ejemplo, actualmente las empresas básicas de Guayana (procesadoras de hierro y reductoras de aluminio) se encuentran en parálisis técnica y sus cerca de 5.000 trabajadores esperan a que las autoridades definan lo que ocurrirá con sus empleos.
No en vano el Fondo Monetario Internacional calcula que la tasa de desempleo de Venezuela es de 44,3% y que en 2020 se elevará a 47,9%. Tal proyección es consistente con seis años consecutivos de contracción del Producto Interno Bruto en los que se ha destruido 53% de la actividad económica. Sólo en 2019 se estima que habrá otro desplome del 25% del PIB.
Desde la tierra
La situación del sector agropecuario es similar. Sólo entre 2004 y 2012 la política de toma, intervención y expropiación de fundos alcanzó a 4 millones de hectáreas y ninguno de los planes del Gobierno para ponerlas a producir prosperó. A la par de esto se aplicaron regulaciones y limitaciones operativas severas a los productores del campo, lo que terminó por constreñir aún más al sector.
El país pasó al languidecimiento y la mengua del sector privado a lo largo de la gestión de Nicolás Maduro. El saldo rojo abruma: de las 12.700 industrias privadas que había en 1999 en la actualidad sólo quedan 2.500, según estimaciones de la Confederación Venezolana de Industriales
Cuando en 2007 la escasez de algunos productos básicos comenzó a encender las alarmas, el gobierno de Hugo Chávez aplicó un agresivo plan de importaciones que le sirvió para enmascarar la crisis. Las distorsiones llegaron a tal punto que en 2012 el 52% del consumo de carne en el país era atendido con importaciones.
Además, los apagones recientes han golpeado con fuerza al sector. Por este factor la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga) contabiliza los daños y pérdidas registrados en marzo en más de 6 millones de dólares.
En cuanto a la actividad agrícola, las estimaciones de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro) indican que, en promedio, Venezuela sólo produce 25% de los alimentos que consume. El gremio ya alertó sobre la pérdida del ciclo de invierno 2019 y su proyección es que la producción de algunos rubros descenderá a niveles de hace 40 años.
Los productores argumentan que desde fines de 2018 debieron comenzar a preparar sus existencias de repuestos, lubricantes y combustibles para la maquinaria y equipos, semilla para la siembra, fertilizante para abonar la tierra, herbicidas, insecticidas y fungicidas, pero “este año Agropatria y Pequiven, empresas estatales que ejercen el monopolio en la venta y distribución de insumos y fertilizantes en el país, no disponen de inventarios para atender la demanda de los agricultores”.
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A esta centralización en manos del Estado se añade también el control militar a través de la Agropecuaria de la Fuerza Armada Bolivariana (AgroFanb) que, según Transparencia Venezuela, “se ha transformado en un filtro para decidir quién participa del proceso de producción y cómo se distribuyen los alimentos, en medio de una escasez de comida sin precedentes en este país”.
Todo lo anterior se ha traducido en la quiebra del campo venezolano.
Ni lo básico
Con la caída de los ingresos petroleros a partir de 2013 fue muy difícil para el Gobierno maquillar estos problemas que hoy saltan a la vista. De 2012 a la fecha las importaciones han sufrido una contracción cercana a 80%. De acuerdo con Torino Capital, en 2019 las importaciones de Venezuela caerán a su nivel más bajo desde 1946.
Sin divisas, con los mercados financieros cerrados y con el peso de sanciones económicas internacionales, a inicios de 2019 el gobierno de Nicolás Maduro les informó a los empresarios que debían buscar las vías para importar los insumos y materias primas que requieren, echando atrás el esquema de centralización de compras externas que su modelo impuso por años, pero la capacidad de respuesta del sector privado está disminuida y muchas empresas se encuentran sin inventarios para operar.
Las fallas de abastecimiento y la desaparición total de algunos productos son la norma en el mercado venezolano. Según datos de la firma Econométrica, el índice de escasez de los productos de primera necesidad en el último año se ha mantenido en alrededor de 80%, aunque en los últimos meses ha bajado a 70%. La escasez en general está en el orden de 50%.
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Es tal la magnitud de la crisis que las recientes “mejoras” en la oferta responden a la severa contracción económica y a la destrucción del poder de compra de los venezolanos. Torino Capital proyecta una caída del consumo de 35,8% este año.
La FAO señaló que Venezuela es uno de los países que experimentó mayores aumentos en materia de hambre y malnutrición entre 2016 y 2018. La organización reportó que la prevalencia del hambre casi se ha triplicado entre 2010-2012 (3,6%) y 2015-2017 (11,7%), y que 3,7 millones de personas viven en esa condición, una situación que crece en la medida en que la crisis se profundiza y que la población se empobrece.