Redacción (ALN).- Cuando hace más de una década el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ordenó cerrar todos los casinos en el país caribeño se refirió a estos establecimientos como los «antros de perdición de la burguesía», un sector -muy pequeño- con el que mantenía una enconada y simbólica lucha.
Entonces, la medida dejó más de 100.000 desempleados y decenas de edificios abandonados.
Pero hoy, en medio de la severa contracción de flujo de caja tras el desplome de la industria petrolera, el sucesor de Chávez y autoproclamado presidente obrero, el socialista Nicolás Maduro, ve a los casinos como una importante fuente de ingreso.
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Es una jugada pragmática de su Gobierno, que ha comenzado a cobrar la gasolina -un tabú en Venezuela, donde durante décadas el combustible era practicamente regalado- que puede ofrecer luces sobre el rumbo de la política económica de la llamada revolución bolivariana de Venezuela bajo el liderazgo de Maduro.
Fue el propio mandatario quien anunció, en enero de 2020, la inauguración del casino del Hotel Humboldt, esa imponente obra sobre el cerro Ávila de Caracas.
“En el Hotel Humboldt, allí se va a abrir un casino internacional y todo el que quiera apostar apostará en petro y todos esos recursos entrarán al Estado para la salud, la educación”, dijo Maduro entonces.
Y desde aquella vez, varios casinos han abierto en Caracas y otros en las ciudades del interior de Venezuela, como sucedió hace poco con un nuevo centro de apuestas en un prestigioso hotel del oriental estado de Anzoátegui.
Allí, en medio de las apuestas en las «maquinitas» y los juegos de póker, los clientes degustan café gratis y hasta se toman alguna pausa para almorzar.
Luego regresan a las apuestas.
Veinte dólares, el mínimo
“El mínimo son 20 dólares. Si apuestas bajo, puedes hacer varias tiradas; si no, una sola por ese monto”, relata al medio local La Patilla una jugadora que prefirió el anonimato.
Son 20 dólares para pocos minutos de juego, que dejarán una tajada al Gobierno venezolano a través de impuestos.
“Mis hijos viven en el exterior, me envían dinero. Yo tengo un pequeño negocio, voy guardando de 100 dólares y vengo a jugar un rato. A veces gano, otras no”, afirmó la cliente.
Ese es sol un pequeño ejmeplo que augura que los casinos, en medio de la crisis de Venezuela, volvieron para quedarse.