Pedro Benítez (ALN).- Tal como lo pronosticaron las encuestas y repitiendo la historia de 2021, Rafael Correa volvió a perder en Ecuador. En aquella elección su candidato (y ex ministro) Andrés Arauz ganó la primera vuelta con el 32,7% de los sufragios y el hoy presidente Guillermo Lasso se logró colar por unos centenares de miles de votos a la segunda vuelta con apenas 19,7%. Pero en esa segunda instancia Arauz se quedó con el 47,6%, mientras que su rival se impuso con el 52,3%. En resumidas cuentas, esa elección no la ganó Lasso, la ganó el anticorreísmo.
Sin disimulo alguno Correa manejó la campaña de su apadrinado político desde Bélgica como un referéndum sobre su persona. Arauz hizo campaña por todo Ecuador con afiches tamaño natural del ex mandatario y sus principales promesas consistían en indultarlo y designarlo como su asesor. El resultado fue que todos aquellos que no deseaban el retorno del ex presidente al gobierno por persona interpuesta se coligaran a fin de cerrarle el paso. La combativa Confederación Nacional de Indígenas del Ecuador (Conaie) porque los reprimió y denigró cuando fue presidente; los partidos opositores tradicionales como el Socialcristiano e Izquierda Democrática porque se ven el espejo de Argentina y Bolivia; la clase media por el temor a Venezuela; el entonces presidente Lenin Moreno porque directamente amenazaba con meterlo preso. Como siempre había hecho, Correa jugó a la polarización, pero esa vez perdió.
No obstante, de esa elección salió elegido un presidente débil, con apenas 12 diputados de los 137 de la Asamblea Nacional.
Dos años después se repitió casi la misma puesta en escena, pero con algunos actores diferentes. En esta oportunidad, para elegir el presidente que completará el período constitucional de Lasso (2021-2025), Correa lo intentó con una ex funcionaria de su gobierno, la diputada conservadora Luisa González; y como le pasó con Arauz se quedó con un tercio de los votos en la primera vuelta, 33,6%. Por su parte, Daniel Noboa, casi en la última semana de campaña, en medio del impacto provocado por el asesinato de Fernando Villavicencio, se coló en el segundo lugar con el 23,4%. Nuevamente, la candidatura de la Revolución Ciudadana (el movimiento de Correa) se quedó al borde de la victoria con el 48,1%, un poco mejor que Arauz, pero por debajo del 51,8 de Noboa que recogió todo el voto anticorreísta.
Un duro golpe para el ex mandatario, pues es la segunda derrota en fila y porque las expectativas previas eran otras, tomando en cuenta que en las elecciones regionales de febrero sus candidatos ganaron cómodamente en Quito y Guayaquil, las dos principales ciudades del país.
Aunque Lasso no pudo terminar su mandato presidencial, al menos se escapó del intento de Correa por derribarlo, lo que ya había pasado con Lenin Moreno. La derrota Arauz fue un inesperado revés para el proyecto continental de la antigua alianza chavista continental que Correa intentaba reconstituir con el apoyo del presidente ruso Vladimir Putin, no por eso se quedó con los brazos cruzados. A los trece meses de haber jurado el cargo, en medio de 18 días seguidos de protestas organizadas por la Conaie que dejaron ocho fallecidos y más de 300 heridos, y que paralizaron la industria petrolera ecuatoriana, Lasso sobrevivió por poco al intento de destitución del bloque de diputados correístas en la Asamblea que solicitaron activar el numeral 2 del artículo 130 de la Constitución de ese país. Con lo que no pudo fue con la inédita crisis de inseguridad y el poco dinamismo de la economía ecuatoriana que le impide crear suficientes puestos de trabajo y bajar la pobreza. Superado, tiró la toalla y ahora le pasa el testigo y todos los problemas al joven Noboa.
Elegido para gobernar solo 18 meses, pues completará el período constitucional inconcluso de Lasso que culmina en mayo de 2025, el nuevo mandatario de Ecuador apenas tendrá tiempo de calentar el sillón presidencial. Tomará posesión del cargo el próximo 25 de noviembre.
La suya será una carrera de sobrevivencia y un intento por reelegirse. No es exagerado afirmar que la próxima campaña presidencial ecuatoriana ya arrancó.
Su gobierno tendrá que lidiar con un déficit fiscal de 5 mil millones de dólares al año, un débil crecimiento económico, una pesada deuda externa y un subsidio a la gasolina que lastra las finanzas públicas; 3 mil 500 millones de dólares al año, casi el mismo monto de los presupuestos sumados para la salud y educación, pero chispa de la conflictividad social cada que vez que un gobierno intenta corregirlo.
Además, en otra inquietante similitud con Lasso, el partido de Noboa sólo dispondrá de 14 diputados de los 137 que sientan en el legislativo, donde nuevamente el correísmo será la primera minoría. De modo que, ante una inédita crisis de inseguridad, y con severos problemas económicos y sociales, el flamante mandatario tiene dos opciones: o pacta con el correísmo la estabilidad o hace una coalición en su contra, algo que Lasso no logró hacer.
Dado el carácter de Correa lo primero no parece probable. La noche de la elección, en su cuenta X (ex twitter) atribuyó como una de las causas del varapalo comicial el crimen contra Villavicencio: “Hasta se asesinó a un candidato para evitar nuestra victoria”. Además, no tiene incentivos que faciliten un intento de Noboa de reelegirse. De modo, que a este último solo le queda por delante esperar que su energía juvenil y habilidad le permitan reeditar con cierto éxito los caminos de Lenin Moreno y Lasso en la presidencia de su país.