Rafael Alba (ALN).- Algunas empresas financieras especializadas ofrecen a los artistas que recurren a la autoedición adelantos en efectivo a cambio de la gestión del cobro de los derechos de autor. Universal y Warner han creado sus plataformas de edición digital para ganar dinero con los artistas independientes y detectar talento sin necesidad de invertir en ellos.
A estas alturas no creo que nadie tenga ya dudas, pero lo repetiré por si acaso. Si alguna vez la industria de la música global estuvo realmente en crisis, aquellas viejas pesadillas han quedado atrás hace mucho y esos malos sueños son cosa del pasado. Hoy por hoy, la situación es justamente la contraria. Lo que vivimos es quizá el inicio de la formación de una nueva burbuja que, tal vez, contribuya a la definitiva selección de la especie. Recuerden. En el ecosistema actual del negocio discográfico, absolutamente digitalizado en todas las áreas relevantes, tenemos tres grandes depredadores, Universal, Warner y Sony, una poderosa asociación llamada Merlin en la que se agrupan unas cuantas disqueras independientes, de esas que poseen artistas dotados de verdadero impacto en todos los territorios del planeta, como Mute o XL… Y un montón de animalitos del bosque, que no son gran cosa por separado, pero que, en lo tocante a los volúmenes de negocio, han demostrado en los últimos meses que constituyen una comunidad que puede tener algunos atractivos inesperados.
Nos referimos, como quizá ya hayan supuesto, a los artistas que optan por la autoedición. Sobre todo si buscan mantener su independencia y desoyen los cantos de sirena que siempre llegan cuando las cosas van bien, sobre todo si van excepcionalmente bien. Porque cuando los viejos independientes crecen, lo habitual es que las majors se acerquen a ellos y les ofrezcan sus servicios externos, como ha sucedido en España con Vetusta Morla, por ejemplo, una banda de éxito que mantiene Pequeño Salto Mortal, su sello propio, pero que ha suscrito un acuerdo de distribución con Sony, lo que, de hecho, contribuye a sacar a esta banda de las estadísticas referidas a esa categoría marginal de la que hablábamos. De esos francotiradores que corren la carrera como si fueran autónomos o pequeños empresarios. Un grupo aguerrido al que no conviene despreciar.
Adelantos sobre derechos de autor
Como ya hemos contado en alguna entrega anterior, el pasado año, último periodo completo computado de momento, los artistas autoeditados habrían conseguido una cuota de 2,7% del mercado global, según los datos de un informe de la consultora Midia, del que es responsable Mark Mulligan, uno de los analistas más respetados del sector. La cifra se corresponde con la cuota conjunta de Tunecore, CD Baby y Bandcamp, las tres grandes intermediarias digitales libres del sector, cuyos ingresos conjuntos sumaron 472 millones de dólares (388,48 millones de euros) en 2017. Son tres empresas configuradas como plataformas interactivas que permiten a cualquier interesado subir su música a internet, para colocarla en todas las plataformas de streaming disponibles o venderla directamente. A cambio, claro, de un porcentaje del dinero correspondiente a los pagos que las compañías como YouTube, Pandora, Spotify, Tidal o Apple Music, realicen a los tenedores de los derechos de autor. Y las tres empresas sobre las que Mulligan ha realizado sus cálculos son sólo las más grandes del negocio. Las que tienen una verdadera escala global. Pero hay más. En España, sin ir más lejos, tenemos a Altafonte, una distribuidora digital, y analógica, que se ha encargado de los últimos trabajos de Izal o Josele Santiago.
Así que, ya ven, hasta en estos rincones ignotos del inmenso mar hay pesca disponible. Algún que otro pez gordo y muchos pececillos que, considerados en conjunto, dan para mucho más de lo que parece. Una oportunidad que, por supuesto, no ha pasado desapercibida para los tiburones de las finanzas. Sobre todo, para esas compañías de reciente creación, incubadas por los correspondientes ángeles, o inversores de riesgo, que funcionan como avanzadilla necesaria en los territorios vírgenes donde puede, o no puede, haber considerables riquezas escondidas. Hay unas cuantas ya en funcionamiento, y otras pocas a punto de llegar, pero quizá la más famosa de todas, por el momento, sea Sound Royalties, una empresa estadounidense, con sede en Palm Beach, una zona muy exclusiva del estado de Florida, fundada en 2014 por su actual consejero delegado, Alex Heiche, un hombre con más de 20 años de experiencia en el sector de la gestión de patrimonios de grandes fortunas, muy especializado en lidiar con las estrellas del deporte, el cine o la canción.
Heiche y su equipo pretenden sacar petróleo del gran problema al que suelen enfrentarse los artistas independientes. El mismo, por cierto, con el que lidian cada días los autónomos y los pequeños empresarios en todo el mundo y que no es otro que la incesante y perenne necesidad de crédito que les permita superar los problemas de liquidez. Así que si eres un cantante o un compositor que necesita dinero y has podido generar derechos por un valor mínimo de 5.000 dólares (4.235,28 euros), puedes acudir a Sound Royalties y conseguir este dinero por adelantado. Eso sí, antes tendrás que realizar una cesión de derechos a la empresa financiera, que se hará cargo de tus contratos con las distintas plataformas, o los distintos intermediarios digitales, cobrará el dinero correspondiente, tomará el porcentaje pactado y te entregará los posibles superávits si los hubiere. La firma de Palm Beach tiene muy claro su nicho de negocio. Por eso ha establecido un límite máximo de 10 millones de dólares (8,47 millones de euros) como tope superior de los posibles acuerdos. Su clientela son los independientes. Los astros ya tienen acceso directo a los grandes bancos de inversión de Wall Street y sus instrumentos de financiación tradicionales, como la colocación de acciones, las rondas de financiación o las emisiones de deuda colateralizada.
La red es la favorita de los cazatalentos
Pero las financieras de nicho, como Sound Royalties, no son los únicos pescadores que aspiran a sacar ganancia de estas aguas revueltas. El caladero también ha llamado la atención de las majors, cuyos ejecutivos parecen entrenados para no perder ninguna oportunidad disponible. En las oficinas de las multinacionales parecen haberse dado cuenta de lo provechoso que puede resultarles ofrecer a los pequeños artistas independientes unos servicios similares a los que ya están disponibles a través de Tunecore o CD Baby. Cuentan con el valor de su marca como atractivo. Un poderoso imán, por supuesto, que les permite hacer creer a los aspirantes a estrellas que si suben su música en la plataforma intermediaria digital de una gran discográfica van a estar más cerca de firmar ese gran contrato sazonado con polvo de estrellas con el que han soñado siempre. Lo que puede ser o no ser cierto, por supuesto.
De momento, cuando un artista usa uno de estos servicios patrocinados por las majors ya les ha hecho obligatoriamente una cesión de derechos. La misma que realizaría, claro, a una de las intermediarias digitales libres. Así que, gracias a esa argucia, las grandes pueden sacar provecho de un negocio en el que, hasta no hace mucho, no estaban presentes. Y, además, sí es cierto que, puestos a buscar artistas nuevos, nada mejor que seleccionar en primer lugar entre este grupo inesperado de clientes. Aquí se puede chapotear y quedarse con lo mejor de la especie, gracias a la selección natural derivada del número de clicks. Unas escuchas perfectamente monitorizadas por los expertos de la casa y que ya habrían aportado ingresos a las compañías interesadas, antes incluso de que el fichaje del artista emergente se hubiera producido en realidad. Al fin y al cabo, en el inicio de todo el proceso está la decisión del propio interesado de confiar los ingresos futuros de sus maravillosas creaciones a una de estas cañas de pescar digitales controladas por las majors. Con anzuelos más que dolorosos y un cebo de promesas de futuro que ni está en ningún contrato, ni se ha materializado más allá de la mente calenturienta del aspirante a artista multivendedor.
Como ven todo son ventajas, no hay nada ilegal, y se trata de las típicas iniciativas que pueden venderse muy bien en los medios de comunicación como programas de apoyo, casi de mecenazgo o beneficencia, a los nuevos creadores y artistas emergentes. De momento, dos de las tres grandes ya se han subido al carro. La primera en verlo claro fue Universal, que admitió en noviembre de 2016 ser la dueña del agregador de música digital Spinnup, que da cobijo a la música de más de 100.000 artistas sin sello discográfico de todo el mundo a cambio de una tarifa anual descrita como razonable por sus promotores que oscila entre 10 euros y 40 euros anuales, según el número de pistas de que se trate. Y con la promesa añadida de que el músico mantendrá intacto el 100% de sus derechos. De momento, que se sepa sólo tres decenas de afortunados han sido captados por la multi, tras haber triunfado en su incubadora digital.
Y en el último mes, aparentemente, Warner ha entrado en la batalla. O eso se asegura desde algunos portales digitales especializados en los que se afirma que Level Music, un agregador digital recién creado, que pertenece teóricamente a la compañía británica Radar Scope, pero cuyos principales directivos son todos trabajadores de élite de la major, desde la que de un modo oficial ni se confirma ni se desmiente esta ligazón que fue señalada en primer lugar por los siempre bien informados redactores de Music Business Worldwide. En Level, además, parecen dispuestos a jugar fuerte. Y, de momento, ofrecen un servicio completamente gratuito a los usuarios potenciales, sin límite aparente en el número de pistas, singles, ep’s o álbumes que deseen subir. ¿Una ganga? ¡Cuidado amigos! Siempre hay mucha letra pequeña en esos contratos que el internauta despistado firma en cualquier plataforma de la red con el simple gesto de imprimir un click en el banner correspondiente. En esta ocasión, el truco parece consistir en que el agregador musical en cuestión se reserva el derecho a cobrar una comisión del 8% sobre los ingresos totales que consiga cada uno de sus usuarios. Pero, qué tontería es esta… ¿Cómo puede alguien hablar de minucias tales como el dinero cuando lo que está en juego es la gloria? Pues eso, pero por si acaso, extremen las cautelas.