Oscar Medina (ALN / KonZapata).- En Brasil todo es descomunal: Odebrecht protagoniza un escándalo de corrupción global; la mayor productora de carne del mundo es denunciada por exportar alimentos descompuestos. Y solo dos países guardan silencio: a los socialistas no les gusta hablar de sus negocios con las trasnacionales. Todo lo hacen a escala máxima. El país más grande del mundo. Ahí está Odebrecht: la enorme compañía constructora que terminó revelándose casi como la encarnación del mal, la que le encontró el precio a la gente indicada prácticamente en cada nación en la que opera. Y cuando todavía están cayendo implicados y sobornados, aparece el nuevo escándalo, uno que va más allá porque en esencia constituye un crimen contra las personas comunes y corrientes: el de la carne.
Como en la historia de Odebrecht aquí también hay un gigante: JBS, la principal productora de carnes del planeta. Y otra también de proporciones importantes: BRF (Brasil Foods), que tiene más de 100.000 empleados al sur de Brasil. JBS es dueña de las marcas Big Frango, Seara Alimentos y Swift. BRF lo es de las marcas Sadia y Perdigão.
Estas dos empresas llevan años exportando carnes adulteradas para disimular su verdadero estado: descompuestas o -en todo caso- no aptas para consumo humano. Y pollos con “sobrepeso” producido por exceso de agua.
Estas empresas llevan años exportando carnes adulteradas para disimular su verdadero estado: descompuestas
La revelación hecha por una investigación de las autoridades locales tras al menos dos años de pesquisas tiene consecuencias globales. Se trata, hay que recordarlo nuevamente, de o maior país do mundo. Y todo es a gran escala, incluyendo la corrupción. Brasil es el primer exportador de carne y pollo, con ventas anuales de 5.500 millones de dólares en carne de res y 6.500 millones de dólares en carne de pollo. Sus productos llegan a 150 países y según el Ministerio de Comercio Exterior, el sector representa 7,2% de las exportaciones totales brasileñas.
La Policía Federal de Brasil bautizó esto como la operación Carne Fraca (Carne Débil) y al anunciar los resultados de su investigación se dijo que una red de corrupción y sobornos dentro del gobierno hizo posible la salida del país de carne descompuesta y maquillada con productos incluso cancerígenos.
Si bien se ha aclarado que no todas las exportaciones se enmarcaban en esta situación, las reacciones de algunos de los principales clientes fueron inmediatas: China y la Unión Europea pusieron freno a las compras. Y otros han pedido explicaciones. Algunos gobiernos, claro, prefieren hacerse los locos.
Los camaradas se ayudan entre ellos
Las compras fueron gestionadas o apadrinadas por Diosdado Cabello / Foto: PSUV
En septiembre de 2015 una nota de la agencia Bloomberg contó que Diosdado Cabello había pasado cuatro días en Brasil durante los cuales, en su lucha contra la guerra económica, el entonces presidente de la Asamblea Nacional había sostenido algunas reuniones con la alta gerencia de JBS. Para ese momento se habló de un contrato de 2.100 millones de dólares acordado entre Venezuela y JBS para abastecer casi la mitad de la carne de res del mercado venezolano y una cuarta parte de los pollos consumidos en el país. La revolución bolivariana representaba ya 10% de los ingresos por exportaciones de la trasnacional. El único temor en ese momento era que los camaradas podían quedar mal con los pagos, pero ya en 2014 habían cancelado 1.200 millones de dólares en apenas 90 días. Mejor que eso, no podía ser.
JBS aspiraba -según la agencia- incrementar sus ventas en 20% al cierre de 2015. Y en esa relación, por supuesto, no podía faltar el elemento político, eso de que los camaradas se ayudan entre ellos: JBS fue el mayor donante de dinero para la campaña de Dilma Rousseff.
Esa, a grandes rasgos, es la historia que comienza a ser conocida por muchos venezolanos y recordada por voceros políticos entre otras cosas por el hecho de que en 2016 Venezuela fue el principal comprador de carne aviar y el segundo de carne de res brasileña. Dice el Ministerio de Agricultura de Brasil que el gobierno pagó 130 millones de dólares en cada rubro el año pasado. Es decir: 260 millones.
El mismo gobierno que no ha emitido pronunciamiento alguno sobre la posibilidad de que haya estado importando carne no apta para el consumo de su amado pueblo. El mismo gobierno que nada ha hecho por presentar ante la justicia a quienes recibieron los más de 98 millones de dólares en sobornos de Odebrecht.
¿Podemos confiar en los controles sanitarios aplicados por Venezuela a esos alimentos cuyas compras fueron gestionadas o apadrinadas por el camarada Cabello? ¿Se han retirado de los frigoríficos la carne y el pollo vendidos específicamente por JBS?
China y la Unión Europea pusieron freno a las compras. Y otros han pedido explicaciones
Otra nota periodística -esta vez más reciente- da cuenta de un país en el que esto no ha sucedido: las autoridades permanecen en silencio y los productos brasileños siguen a la venta para quien pueda pagarlos. Es un país que -como Venezuela- importa al menos 80% de sus alimentos y en el que la producción ganadera es casi nula. Uno en el que representantes oficiales hicieron un viaje similar al de Cabello pero en 2014 y llegaron a acuerdos con JBS, la trasnacional favorita de los socialistas. Uno en el que también hay hambre.
Los parecidos no son coincidencia. La información está en un reportaje del diario digital disidente 14yMedio publicada el 21 de marzo. Se trata de Cuba.
La Habana, otra empresa consentida por el Partido de los Trabajadores (Lula y Rousseff), Venezuela como cliente estrella y negocios sucios. El patrón está ahí.