Pedro Benítez (ALN).- En junio de 2002 la Asamblea Nacional de Cuba aprobó por unanimidad, previo plebiscito, una reforma constitucional que declaró como “irrevocable el carácter socialista de su sistema político”. En 2019 una nueva Constitución consagra ese principio, que, para decirlo de otra manera, es el compromiso histórico de los herederos de Fidel Castro según el cual la isla no volvería jamás al capitalismo en aras de defender “la gran obra social de la Revolución”. No obstante, en el mismo texto constitucional se declara a la propiedad privada y la inversión extranjera como necesarios para impulsar el crecimiento de la economía del país. La manera castrista de dejar todo atado y bien atado.
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En realidad, lo que se estableció como irrevocable fue el castrismo como fracaso perpetuo.
Veintiún años después de aquella reforma y a cuatro de la entrada en vigencia de la carta magna vigente, Cuba está sumida en la peor crisis económica de su historia desde el fin del denominado Período Especial (1991-1999), época en la cual ese país en muchos aspectos retrocedió a la etapa preindustrial. De hecho, nunca había habido tanta emigración como en los últimos años. Ni durante la primera ola migratoria de 1960 a 1965 donde se expatrió la mayoría de la clase media profesional, ni en el éxodo del Mariel en 1980 o luego del Maleconazo de 1994, cuando Fidel Castro abrió la válvula de escape a fin de bajar las tensiones en la isla.
Caída del turismo
Según algunas estimaciones el 2% de los 11 millones de habitantes emigró sólo en 2022. Cerca de 180.000 cubanos ingresaron ilegalmente a Estados Unidos por la frontera mexicana ese año y otros 8 mil por las balsas que llegan a las costas de Florida. Los demás se las arreglaron para establecerse en otros destinos como México (en espera la mayoría de seguir hacia el norte), Uruguay, Brasil, España e incluso Rusia.
La interrupción del apoyo ruso, la caída del turismo, así como el paquete de sanciones impuestas por la Administración Trump (que dificultaron la llegada de las imprescindibles remesas que se envían desde el otro lado del estrecho de la Florida) se han combinado para impedir que la economía cubana se recuperé del parón del año 2020, consecuencia de la pandemia. Pero hay otro factor, mucho más determinante que cualquier otro, en la situación de crisis crónica en la que vive Cuba: la significativa disminución del suministro petrolero venezolano desde 2016.
La economía cubana entró formalmente en recesión (de la cual aún no ha salido) precisamente ese año cuando los despachos de PDVSA empezaron a disminuir progresivamente.
A la espera del crudo venezolano
Desde entonces el gobierno cubano implementó restricciones en el alumbrado público y en el uso de aires acondicionados por primera vez desde 1999. En 2019 se impusieron otros recortes en el uso del transporte público, a la producción industrial y se “animó” a la población a aprovechar al máximo la luz natural. También regresaron las colas para comprar pan y otros alimentos en La Habana, así como las largas filas de autos en las estaciones de combustible.
Ese es el contexto en el cual estallaron las protestas de 2021 y que ha provocado la actual estampida. Lo curioso y revelador, a la vez, de la absoluta incompetencia de los gobernantes cubanos, es que ellos sabían que esa situación se les venía encima, pero se mostraron impasibles ante el derrumbe de la industria petrolera venezolana.
Durante estos últimos años la vida cotidiana de la isla se ha mantenido en vilo a la espera de los cargamentos de crudo venezolano a la refinería de Cienfuegos.
Entre 1999 y 2014 PDVSA envió a la isla un promedio de 120 mil barriles diarios de petróleo. Todo a fondo perdido. En su pico más alto se estimó su valor en 4 mil millones de dólares anuales, la mitad de lo que la Unión Soviética enviaba entre 1972 y 1990, época en la cual Cuba fue parte del Comecon. Todavía en 2018 la estatal petrolera venezolana se las arregló para enviar 45 mil barriles diarios, pese a que buena parte de Venezuela ya padecía los rigores del desabastecimiento de gasolina, así como de alimentos y medicinas, mientras se seguía endeudando con firmas chinas, rusas y suizas para sostener el suministro.
“Irrevocable carácter socialista” en Cuba
Sin embargo, ese esfuerzo del aliado, así como la decisión de la Administración Biden de revocar los límites del dinero que los cubanos establecidos en Estados Unidos pueden enviar a sus familiares, más una licencia a empresas de ese país para procesar las transferencias electrónicas a Cuba, no han contribuido a mejorar la situación. El fondo del problema es la falta de reformas que abran la economía del país, todavía atada al “irrevocable carácter socialista” con que actúa la ortodoxa burocracia cubana.
No obstante, hay otra razón que puede explicar esa actitud. En diciembre de 2018 los gobernantes de la isla vieron en la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de México el nuevo aliado con el que se podría reemplazar, total o parcialmente, a Venezuela.
Aunque en seis décadas ese país nunca se sumó al embargo estadounidense contra Cuba, era previsible que AMLO estrechara los lazos entre los dos gobiernos y, efectivamente, así ha sido. El mandatario mexicano no ha cesado de tener gestos de amistad y respaldo político para su colega Miguel Díaz-Canel, así como tampoco ha desperdiciado ocasión alguna para defender su régimen. Le ha otorgado la condecoración más alta de México y lo hizo invitado de honor en el desfile con motivo de la Independencia mexicana en 2021. Como ya sabemos, parte del ritual de todo político izquierdista latinoamericano que se respete consiste en reivindicar el legado de la “Revolución cubana”.
México tiene sus propios problemas
Pero desde La Habana esperaban algo más. Concretamente petróleo; después de todo México es uno de los principales productores del continente. Por orden de AMLO, la estatal petrolera Pemex incrementó sus despachos a Cuba, pero sin cobrar la factura correspondiente justificándolo como una donación por razones humanitarias.
Sin embargo, ese suministro ha sido intermitente. En ocasión de la pandemia de 2020 se interrumpió y este año se retomó cuando, según la agencia Bloomberg, Pemex despachó, en junio y julio, 350 mil y 700 mil barriles de crudo respectivamente a la isla. En agosto las exportaciones se volvieron a interrumpir y ahora Pemex busca la manera de cobrarle sus exportaciones a Cuba según declaración de la canciller mexicana Alicia Bárcena. ¿El motivo? México también tiene sus propios problemas.
De cara a la crucial, para los planes de AMLO, elección presidencial del próximo año el déficit fiscal se ha disparado, mientras que el precio mundial del barril de petróleo rumbo a los 100 dólares le ha metido más presión a las finanzas públicas y en particular a Pemex. Haber bloqueado la apertura petrolera al sector privado, efectuada por el gobierno de su antecesor, no ha contribuido para nada en revertir la sostenida caída en su producción que la industria petrolera mexicana ha tenido en los últimos tres lustros.
Rusia, sin capacidad o interés de ayudar a Cuba
Resulta destacable que mientras el empeño estatista de AMLO obtiene esos resultados, desde el lado norte de la frontera la legislación estadounidense, muy favorable a las compañías privadas, ha permitido todo lo contrario.
Por su parte, el otro proveedor de Cuba, Rusia, tampoco ha demostrado capacidad o interés en reemplazar a Venezuela. Sus exportaciones de crudo a la isla se mantienen en unos inalterables 12 mil barriles diarios, que resultan insuficientes para las necesidades cubanas. A ese país tampoco le ha pagado y parte de esas acreencias las asumió PDVSA. No podemos saber si eso sigue siendo así hoy en día.
Como sea, Cuba nunca canceló su deuda por ese concepto a la desaparecida Unión Soviética (en 2014 Vladimir Putin condonó el 90% de la misma y el año pasado aceptó reestructurar el resto), como lo no hará con Venezuela y podemos apostar que lo mismo pasará con México. Al final del día, el problema de la economía cubana es una cuestión de economía política. Siempre con el respaldo de la izquierda caviar occidental, sus gobernantes se acostumbraron a parasitar a sus socios y, al parecer, no conciben otra manera de vivir.