Pedro Benítez (ALN).- El paso hace un mes (martes 27 de septiembre) del huracán Ian por el occidente de Cuba arrasó buena parte de las precarias infraestructuras del país y dejó a toda la isla sin electricidad durante un día con su noche completa. El apagón afectó los sistemas de refrigeración dañando buena parte de la comida disponible en un país donde los alimentos siempre escasean, en particular en años recientes. Luego del golpe inicial el suministro eléctrico (que en el caso cubano es más bajo que en las demás islas del Caribe) pudo restablecerse después de 24 horas en La Habana, Matanzas y Villa Clara, pero recuperarlo en el resto de las provincias se llevó varios días más.
Las autoridades cubanas anunciaron un rápido plan de respuesta a la crisis con brigadas preparadas para asistir a las zonas más afectadas, e informaron la evacuación de 50.000 personas, la mayoría de ellas en la provincia de Pinar del Río.
Aunque el Gobierno culpó a los efectos del cambio climático como la causa de esta nueva desventura, para muchos cubanos fue una razón más para manifestar su malestar en las calles contra las autoridades. Protestar es algo que se viene haciendo muy común en Cuba desde que el presidente Miguel Díaz-Canel asumió la conducción política del país.
Según videos difundidos por las redes sociales a los gritos de “queremos luz” y “libertad”, y acompañadas de golpes de cacerolas con cucharas, hubo protestas el día jueves de esa semana en algunos barrios de La Habana así como en las ciudades de Holguín y Matanzas. Esa noche desde el exterior se detectó un bloqueo casi total del tráfico de internet desde la isla.
Por lo visto la situación llegó a tal gravedad que el gobierno cubano solicitó ayuda de emergencia a Estados Unidos según reportó The Wall Street Journal. La información nunca fue desmentida ni desde La Habana ni desde Washington.
Antes del paso del huracán los apagones ya eran un problema cotidiano pero para muchos cubanos sus secuelas fueron la gota que derramó el vaso. Hoy todo tipo de bienes escasean en Cuba, desde alimentos, ropa, electrodomésticos y por supuesto el combustible. Esto último ha agravado aún más la situación pues las plantas eléctricas, que son la principal fuente de energía, dependen del petróleo cuyo suministro también escasea.
Cuba ha entrado en la peor etapa de su interminable calvario económico desde la época del Periodo Especial en los años noventa del siglo pasado cuando, en muchos aspectos, el país retrocedió a la Edad de Piedra y de la cual el gobierno de Venezuela la empezó a rescatar a partir de 1999.
La inestabilidad económica mundial, la interrupción del apoyo ruso, la caída del turismo, así como el paquete de sanciones impuestas por la Administración Trump (que dificultan la llegada de las imprescindibles remesas que se envían desde el otro lado del estrecho de la Florida) se han combinado para impedir que la economía cubana se recuperé del parón del año 2020, consecuencia de la pandemia. Pero hay un factor fundamental en la situación de crisis permanente en la que vive Cuba: la significativa disminución del suministro petrolero venezolano desde el año 2016. Esto, más que cualquier otro, es un elemento central en las presentes dificultades del país.
La economía cubana entró formalmente en recesión (de la cual aún no ha salido) en 2016 cuando los despachos de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) empezaron a disminuir progresivamente.
Desde ese año el Gobierno cubano implementó restricciones en el alumbrado público y en el uso de aires acondicionados por primera vez desde 1999. En 2019 se impusieron otros recortes en el uso del transporte público, a la producción industrial y se “animó” a la población a aprovechar al máximo la luz natural. También regresaron las colas para comprar pan y otros alimentos en La Habana, así como las largas filas de autos en las estaciones de combustible.
Una porción muy apreciable del gigantesco auge petrolero que hasta 2014 recibió Venezuela fue a dar directamente a Cuba.
Entre 1999 y 2014 PDVSA envió a la isla un promedio de 120 mil barriles diarios de petróleo. Todo a fondo perdido. En su pico más alto se estimó su valor en 4 mil millones de dólares anuales, un 60% de las necesidades energéticas de la isla y un 20% de su PIB. La mitad de lo que la Unión Soviética enviaba entre 1972 y 1990, época en la cual Cuba fue parte del Comecon.
Cuando la caída de la producción petrolera venezolana comenzó a hacerse más pronunciada los despachos de crudo a Cuba se vieron afectados aunque nunca interrumpidos. Todavía en 2018 la estatal petrolera venezolana se las arregló para enviar 45 mil barriles diarios, pese a que buena parte de Venezuela ya padecía los rigores del desabastecimiento de gasolina, así como de alimentos y medicinas.
Ese año PDVSA compró a crédito 440 millones de dólares de crudo a Rusia para enviarlo directamente a la refinería de Cienfuegos y se siguió endeudando con firmas chinas, rusas y suizas para sostener el suministro a la isla. De más está decir que esas deudas Venezuela nunca se las cobrará a Cuba.
Agréguese que esa cuenta es por sólo por concepto de transferencias directas de petróleo crudo que el régimen castrista usó en parte para satisfacer las necesidades de su país y otra para la reventa en el mercado mundial (como en otra época hizo con el petróleo que en las mismas condiciones le despachaba la Unión Soviética), como si fuera un país exportador de hidrocarburos. De hecho, si se revisan los datos de los flujos comerciales cubanos se observará que el segmento correspondiente a las exportaciones de petróleo y refinados fue cada vez más importante hasta 2014. Justo cuando explotó la crisis venezolana empezó a decaer.
De modo que más allá de criticar el embargo estadounidense (que para sus propósitos anunciados ha resultado ser absolutamente contraproducente), cabe hacerse siempre la siguiente pregunta: ¿Qué hizo el gobierno cubano con todo el subsidio petrolero venezolano?
La respuesta está a la vista de los hechos. Cuba sigue siendo lo que era hace dos décadas, una de las sociedades más pobres y atrasadas de Latinoamérica. Los apologistas del castrismo suelen decir que la situación social y económica cubana es mejor que la de Haití. Pero el 8 de enero de 1959, cuando Fidel Castro entró en La Habana, los inmigrantes italianos y españoles dudaban entre si ir a trabajar y vivir a Argentina, a Venezuela o a Cuba.
Desde que los españoles llegaron en el siglo XVI Cuba ha tenido la bien ganada fama de ser la más fértil de las islas del Caribe, pero importa el 60% de los alimentos que necesita. El colmo de los absurdos es que en Cuba escasean los pescados y la sal.
El gobierno cubano desperdició dos décadas de subsidios venezolanos que pudo haber aprovechado para seguir los pasos de sus camaradas chinos y vietnamitas. El fin del subsidio petrolero venezolano era algo previsible por lo menos desde 2013 y ese fue el motivo principal en la decisión de Raúl Castro (Presidente del Consejo de Estado y de Ministros desde 2008) para acercarse a Estados Unidos y renovar sus promesas de reformas económicas.
Y aunque puede decirse que la inesperada victoria de Donald Trump en 2016 estropeó lo primero, no justifica que Raúl haya hecho muy poco de lo segundo. Desde que asumió la jefatura del Partido (2011) y el Gobierno del país (2008) no concretó ninguna reforma económica significativa. La cubana sigue siendo una economía pobre, estancada y desesperadamente necesitada de la asistencia externa.
Que las autoridades cubanas hayan visto impasibles cómo se derrumbaba la industria petrolera venezolana, mientras no hacían nada por su propio país, es una muestra de la incompetencia que los ha caracterizado por décadas.
En 2021, con las colas para comprar azúcar y pan retornado a La Habana, así como los cortes de servicio eléctrico y la escasez de combustible, y sin reservas de divisas, el Presidente del Consejo de Estado y de Ministro, Miguel Díaz-Canel, se vio obligado a decretar la desaparición de la libreta de racionamiento y la unificación cambiaria del peso convertible (una devaluación).
Cuba es la otra cara de la crisis venezolana. Dos regímenes que se beneficiaron del mismo auge petrolero y los dos “como un sólo gobierno” lo malbarataron.