Ysrrael Camero (ALN).- Hoy nadie quiere retratarse con la dictadura de Nicolás Maduro. Hay un consenso regional amplio respecto al carácter autoritario del régimen, así como sobre la necesidad de darle una solución política perentoria a la crisis que dicho régimen propaga por el hemisferio. El peronista Alberto Fernández ha mostrado abiertamente sus diferencias con la dictadura y su preocupación por lo señalado en el Informe Bachelet sobre la violación de los derechos humanos en Venezuela, pero respecto a Maduro no coincidirá con la “línea dura” promulgada por Trump, Bolsonaro o Duque.
Los resultados de las primarias en Argentina prolongan la etapa kirchnerista dentro del peronismo, y se convierten, muy probablemente, en el cierre del experimento tecnocrático-modernizador, liderado por el presidente Mauricio Macri para superar la prolongada crisis argentina. Un probable retorno del peronismo al gobierno a fines de 2019 altera el equilibrio regional frente al régimen autoritario venezolano. Buenos Aires se puede sumar a las posiciones de México y Uruguay, pero el nuevo gobierno será distante a las posturas autoritarias de Daniel Ortega y Evo Morales, y por supuesto de Nicolás Maduro.
Las elecciones primarias obligatorias, las PASO, realizadas en Argentina en agosto de 2019, no son unos comicios presidenciales, pero se convierten en un claro anuncio de lo que la sociedad argentina decidirá el próximo 24 de octubre.
Pero esta postura puede variar con un retorno del peronismo al gobierno. El contexto geopolítico es hoy muy distinto al que dejó Cristina Fernández de Kirchner en diciembre de 2015. En América Latina predominan hoy gobiernos conservadores, mientras los regímenes de Daniel Ortega en Nicaragua y de Nicolás Maduro en Venezuela se han autocratizado por completo.
No fue sorpresiva la victoria de la coalición peronista formada por Alberto Fernández como candidato presidencial y Cristina Fernández de Kirchner como candidata a vicepresidenta, lo que sí constituyó una sorpresa fue su amplitud y extensión. No solo fueron los 15 puntos de diferencia entre Fernández y Macri, sino que dicho resultado fue nacional, únicamente en la provincia de Córdoba y en la ciudad de Buenos Aires pudo Mauricio Macri evitar la derrota. Macri perdió el voto rural primero y luego perdió a las clases medias urbanas.
Esto hace más que probable el retorno del peronismo al gobierno en Argentina. La coalición opositora logró superar las divisiones internas unificándose en torno a Alberto Fernández, quien incorporó a los gobernadores peronistas y al disidente Sergio Massa a una coalición política amplia, que supo convertirse en portavoz de varios sectores sociales perdedores del gobierno de Mauricio Macri.
Una sucesión de errores políticos y económicos llevaron al gobierno de Mauricio Macri a esta derrota. Se ha hecho mucho énfasis, con razón, en los altos niveles de endeudamiento y en la incapacidad para detener el aumento de los precios, la pérdida del valor de la moneda y la depauperación del salario medio de los argentinos. Pero este fallo de la gestión económica se ubica dentro de un error político que ayudó al peronismo a retornar: el predominio de un discurso tecnocrático incapaz de proyectar una noción compartida de país que fuera inclusiva socialmente.
Ante la crisis venezolana
Millones de venezolanos han migrado por la frontera colombiana distribuyéndose desde Cúcuta hasta Montevideo. La crisis venezolana es hoy el gran tema común de la política internacional del continente americano porque sus consecuencias tocan a las puertas de cada uno de los países. Venezuela se ha convertido en un asunto de política interna en Bogotá, en Lima, y también en Buenos Aires.
Mauricio Macri no sólo se ha opuesto activamente a la dictadura de Nicolás Maduro, sino que se ha solidarizado con la migración venezolana que ha llegado a Argentina, y ha reconocido a Juan Guaidó como Presidente Encargado. En mayo de 2018 su gobierno flexibilizó los trámites de residencia para los venezolanos. Oficialmente, entre 2012 y marzo de 2019, en Argentina se radicaron más de 170.000 venezolanos, 70.000 de los cuales lo hicieron en 2018, y otros 40.000 en el primer trimestre de 2019. Hoy muchos de esos venezolanos temen una deriva autoritaria en Argentina.
La posición de la política exterior de Mauricio Macri contra la dictadura de Maduro ha sido clara. Argentina, desde la firma de la Declaración del 8 de agosto de 2017, es miembro fundador del Grupo de Lima para darle una salida a la crisis venezolana.
Pero esta postura puede variar con un retorno del peronismo al gobierno. El contexto geopolítico es hoy muy distinto al que dejó Cristina Fernández de Kirchner en diciembre de 2015. En América Latina predominan hoy gobiernos conservadores, mientras los regímenes de Daniel Ortega en Nicaragua y de Nicolás Maduro en Venezuela se han autocratizado por completo.
Hoy nadie quiere retratarse con la dictadura de Nicolás Maduro. Hay un consenso regional amplio respecto al carácter autoritario del régimen venezolano, así como sobre la necesidad de darle una solución política perentoria a la crisis que dicho régimen propaga por el hemisferio.
El candidato de Cristina Kirchner se desmarca de Maduro y de su “régimen autoritario”
Alberto Fernández ha mostrado abiertamente sus diferencias con la dictadura y su preocupación por lo señalado en el informe de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sobre la violación de los derechos humanos Venezuela, pero respecto a Maduro no coincidirá con la “línea dura” promulgada por Donald Trump, Jair Bolsonaro e Iván Duque. Fernández ha descartado que Argentina sea otra Venezuela. Declaró que “siempre he dicho que Venezuela hay un régimen autoritario que se hace muy difícil defenderlo. Es un gobierno que en su origen fue democrático porque la gente votó, pero en su ejercicio ha cometido abusos”.
Es probable que un futuro gobierno de Fernández se acerque a las posiciones asumidas por los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador, de México, y de Tabaré Vásquez en Uruguay. Hará un mayor énfasis en una solución negociada que conduzca a unas elecciones libres permitiendo al chavismo sobrevivir políticamente. Con este cambio en Argentina podríamos ver la consolidación de un nuevo bloque de intermediación ante la crisis venezolana que facilite negociaciones futuras.
A Maduro sólo le quedan como aliados regionales los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Bolivia. Frente a ellos, en una línea dura de confrontación, encontramos los gobiernos conservadores de Duque y Bolsonaro, más cercanos a la postura de Doald Trump. Por otro lado, el grueso del Grupo de Lima, cada vez más cercano al Grupo Internacional de Contacto impulsado por la Unión Europea, tiene una postura expectante frente a iniciativas de negociación como la auspiciada por Noruega.
Argentina otra vez se ubica ante el precipicio político y económico
Aunque a corto plazo una tibieza en la posición de Argentina no parece ser una buena noticia para la causa de la democracia en Venezuela, la aparición de un bloque de actores con capacidad de mediar con la dictadura venezolana para hacer posible que las negociaciones fructifiquen y conduzcan a procesos de apertura, liberalización y democratización, podría ser el factor necesario para que retorne la libertad a Venezuela.
Apostar a esa posibilidad es una opción más realista que rumiar contra los cambios regionales sin comprender la dinámica sociopolítica que los explica. Veremos lo que pasa en las elecciones de octubre.