Pedro Benítez (ALN).- La condena por narcotráfico en Nueva York de los sobrinos de la pareja presidencial venezolana, Nicolás Maduro y Cilia Flores, no tendrá efectos políticos en el país. Pero ese hecho y las tramas de corrupción de la industria petrolera retratan muy bien el tipo de régimen político que ha dominado Venezuela por casi dos décadas.
Antes de la llegada a la Presidencia de Nicolás Maduro su pareja, Cilia Flores, fue una destacada dirigente del oficialismo y parte del círculo de confianza del expresidente Hugo Chávez desde su salida de la cárcel en 1994 luego del frustrado intento de golpe militar de 1992.
Esa relación la llevó a presidir la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela entre 2006 y 2011, ocasión en la cual ganó notoriedad por el descarado ejercicio del nepotismo, según denuncias formuladas desde medios periodísticos, a su vez alimentadas por fuentes del propio chavismo.
Las denuncias al respecto tomaron fuerza a partir de enero de 2011, cuando el exguerrillero de la extrema izquierda venezolana Fernando Soto Rojas la reemplazó en el cargo, tal como apareció en la columna ‘Runrunes’ del diario venezolano El Universal.
Con nombre y apellido se señaló a 42 funcionarios empleados en la AN en ese periodo ligados por lazos de consanguinidad y/o afinidad con la que posteriormente se denominaría como “la primera combatiente”, en reemplazo del pequeño burgués título de “primera dama”.
El enfrentamiento entre Soto Rojas y Flores apenas pudo ser disimulado cuando éste, en plena sesión del cuerpo parlamentario, puso fin a una de sus intervenciones diciéndole: “La ley es para todo el mundo, camarada”.
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Se afirmaba que con el apoyo del entonces contralor general de la República, Clodosbaldo Russián (otro antiguo militante de la izquierda radical), Soto Rojas estaba investigando la gestión de Flores en su paso por el Poder Legislativo. Ella contó en todo momento con el apoyo de Nicolás Maduro, a la sazón canciller.
Soto Rojas incluso llegó a afirmar en una entrevista en el diario venezolano Reporte confidencial: “Hay que acabar con el nepotismo, ni mis hijos conocen la Asamblea Nacional”.
De modo que las circunstancias no lucían bien para ella a inicios del 2011, pero en junio de ese año la diosa fortuna de Maquiavelo intervino cuando se reveló la enfermedad del presidente Chávez. Soto Rojas fue remplazado por Diosdado Cabello como presidente de la AN en enero de 2012 y en diciembre de ese mismo año Chávez designó a Nicolás Maduro como su sucesor.
El ascenso al poder de Cilia Flores y Nicolás Maduro
Desde la época en que Chávez salió de la Cárcel de Yare, Cilia Flores y Nicolás Maduro han jugado en llave. Es conocida la versión según la cual fue ella quien lo presentó al comandante y lo introdujo en el grupo de sus más cercanos.
De la mano del jefe supremo de la revolución los dos subieron peldaños en la estructura del poder y han tenido un patrón de conducta todos estos años.
En los primeros años de Maduro como mandatario, en los viajes presidenciales más publicitados, a China o Nueva York por ejemplo, se hacían acompañar por miembros de su familia y por los amigos de la familia. No tuvieron recato alguno en exhibir las fotos que corrieron profusamente en las redes sociales. Todo lo contrario, es una muestra de orgullo y ni Maduro, ni ningún vocero del Ejecutivo, se sintieron obligados a aclarar o desmentir.
La actitud de la familia presidencial Maduro-Flores no es un caso aislado en el régimen chavista. Es una conducta generalizada
Pero además, han repartido en el clan familiar cargos, sueldos y privilegios que incluyen pasaportes diplomáticos, como ha sido el caso de Efraín Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, sobrinos de la pareja presidencial, sentenciados ayer a prisión por un juez de Nueva York acusados de narcotráfico.
Sin embargo, hay que decir que la actitud de la familia presidencial Maduro-Flores no es un caso aislado en el régimen chavista. Esa es una conducta generalizada: gobernar con y para la familia. Generales o exgobernadores como Carlos Mata Figueroa, José Gregorio Vielma Mora, Jorge Luis García Carneiro, Ramón Rodríguez Chacín y el dirigente Diosdado Cabello postulan, o han postulado, a sus respectivas consortes para funciones de gobierno o como candidatas a diputadas como parte de sus cuotas políticas dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Son numerosos los casos de personas que han ocupado y ocupan responsabilidades como ministros, jueces y altos funcionarios por el solo hecho de compartir apellido con un alto cargo chavista.
De modo que el chavismo ha reproducido un esquema de reparto familiar del poder (y de los negocios relacionados) que no se conocía en Venezuela desde la dictadura del general Juan Vicente Gómez (1908-1935) y típico de las tiranías caribeñas como las de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, la familia Somoza en Nicaragua y los Castro en Cuba más recientemente. Así el chavismo ha constituido un auténtico Estado patrimonialista, donde la clase gobernante considera como propios los bienes públicos. En otras palabras: ese grupo considera a Venezuela de su propiedad y actúa en consecuencia.
Esta actitud, como tantas otras, la empezó el propio expresidente Chávez, quien predicando con el ejemplo llevó a su familia a reinar en el suroccidental estado Barinas. Su padre y luego sus hermanos han ejercido la gobernación de esa entidad, y otro hermano una alcaldía. En el régimen se da por descontado que ese territorio es patrimonio de la familia Chávez.
Lo demás clanes familiares chavistas han ido copiando el estilo. Lo que ninguno de ellos se imaginó hace algunos años es que el premio mayor se lo llevaría el clan Maduro-Flores.
Los sobrinos de la pajera presidencial condenados por la justicia de Nueva York por conspirar para introducir drogas en Estados Unidos, valiéndose de su acceso al hangar presidencial del aeropuerto de Maiquetía (al norte de Caracas) y de sus pasaportes diplomáticos venezolanos, eran unos privilegiados del régimen.
Este caso no tendrá consecuencias políticas dentro de Venezuela porque sus tíos (y antiguos protectores) son los dueños del país.