Sergio Dahbar (ALN).- El asesinato de Diana Quer es una tragedia personal y a la vez representa la caricatura de una sociedad impactada por un crimen atroz. Nunca nada vuelve a ser igual después de que el mal aparece.
Pocas cosas resultan más enigmáticas que la forma en que algunas personas desaparecen. Me refiero a la onda expansiva que arroja un hecho tan azaroso como el regreso nocturno de una adolescente que ha salido de fiesta en una localidad veraniega y que no llega a casa. Este es el caso de Diana Quer, que se convirtió en noticia global el 22 de agosto de 2016.
Desde esa fecha hasta el 31 de diciembre, el último día del 2017, en el que apareció el cadáver en un aljibe de una fábrica abandonada de Galicia, trascurrieron 16 meses que se convirtieron en una fiesta para los medios de comunicación y en un infierno para la familia.
Si se analiza con cuidado han quedado varios cadáveres en el camino: la forma despreciable en que los medios sensacionalistas usan la tragedia ajena como munición para vender copias de bazofia periodística; el encubrimiento del entorno familiar del asesino, apodado ‘El Chicle’, para protegerlo de lo que intuían, sabían o adivinaban; ciertas investigaciones policiales que dejan libre a un sospechoso por falta de pruebas y que después comete un crimen peor…
Los medios sensacionalistas usan la tragedia ajena como munición para vender copias de bazofia periodística
Volvamos un momento al principio de esta historia. La desaparición de Diana Quer ocurrió en una zona de veraneo europeo, a las 2:42 minutos de la madrugada, un domingo, cuando regresaba de una parranda con amigas adolescentes.
Diana Quer, joven madrileña de vacaciones en La Coruña, alcanzó a cambiarse de ropa y volvió a salir, sin documentos, para perderse con el olor de la mañana. Han encontrado un mensaje en whatsapp de la joven a un amigo en Madrid. Quer alude a un gitano que la sigue y al que teme. Pero la policía descartó el asunto después de investigar a los sospechosos habituales.
Toda sociedad se conmociona cuando una persona se esfuma sin decir adiós. Surgen hipótesis descabelladas, videntes que aportan disparates, especulaciones sobre la salud emocional de la familia, suerte de caldera del diablo donde se cocinan las malas uvas de la intimidad.
La Guardia Civil registró en agosto de 2016 un tuit de una señora que aseguraba haber soñado que un hombre negro secuestró a Diana Quer. Tenía labios gruesos y usaba lentes. Y conducía un auto pequeño, de color azul o negro. Baratijas para lectores jubilados.
La periodista estadounidense Gillian Flynn desplazó en 2012 el superventas Cincuenta sombras de grey con una ficción sobre un ama de casa que desaparece, Gone Girl, y que fue trasladada al cine por David Fincher. Flynn critica ferozmente el papel de los medios como elemento enfermizo en medio de una situación policial que se sale de control. Vendió más de dos millones de ejemplares.
Todo esto y mucho más ocurrió antes de diciembre de 2017. Lo que parecía otro caso difícil de resolver sobre una joven desaparecida, encontró el final que nadie podía prever. El 29 de diciembre fue detenido un sospechoso al que la policía mantenía bajo vigilancia. José Enrique Abuín Gey. Lo apodaban ‘El Chicle’.
Quién es ‘El Chicle’
Hijo de obreros (padre marinero, madre operadora de una fábrica), maratonista, ladrón ocasional de gasolina, exconvicto por tráfico de drogas, el sospechoso de haber asesinado a Diana Quer fue interrogado por 16 horas. Todas sus coartadas se vinieron abajo cuando abrió la boca su mujer, Rosario Rodríguez: le quitó la alfombra sobre la que se sostenía su inocencia. Que estaban juntos la noche del 22 de agosto de 2016.
Impresiona la hipótesis de que esta mujer, a la que testigos mencionan como alguien sometida por ‘El Chicle’, ayudó a resolver un crimen y se quitó un marido abusador de encima. Una jugada maestra y silenciosa, de esas que no abundan.
Por un azar del destino este cronista se encontraba en Galicia en los días en que ‘El Chicle’ fue detenido y apareció el cadáver de Diana Quer en un pozo olvidado. Impresionante el impacto que tuvo esta noticia en la comarca gallega.
La muerte de Diana Quer se hubiera podido evitar si todos los involucrados no hubieran dejado salirse con la suya a un psicópata que se burló de todo el mundo
Siempre será desconcertante el rostro que adquiere el mal después de un crimen atroz. Que el asesino parezca limítrofe o cercano al retardo mental es una sorpresa. Pero que al mismo tiempo sea un tipo astuto y además un bocón de bar, de esos que se vanaglorian de pegarle al más débil, no deja de tener un color literario de última generación.
‘El Chicle’ fue acusado de violar a la hermana gemela de su esposa en 2005. La acusación no fue sostenida, de manera que se levantaron los cargos. José Enrique Abuín Gey, hombre de pocas luces y salidas del gusto de sus coetáneos en los bares, alegó que se había confundido. Que no había sabido reconocer que se trataba de la hermana de su esposa. Y todo quedó como estaba.
La muerte de Diana Quer se hubiera podido evitar si todos los involucrados en esta investigación no hubieran dejado salirse con la suya a un psicópata que se burló de todo el mundo. De los policías. De su cuñada. De su esposa. De sus padres.
Imagino, no lo puedo asegurar, que muchas personas a las que vi leyendo las noticias con horror en sus rostros deben haber sentido vergüenza.
Alguna vez le preguntaron al escritor estadounidense John Irving por qué escribía: “Porque la vida es peligrosa: un niño sale de su casa, baja a calle y lo atropella un carro”. Así es.