Maryhen Jiménez (ALN).- Para lograr el cambio y poder gobernar a un país en ruinas se requiere más que una crítica al chavismo. ¿Por qué sigue habiendo planes alternos a las propuestas hechas por Juan Guaidó? ¿Por qué a estas alturas persiste la división en la oposición? ¿Por qué, sabiendo que el personalismo es algo dañino para la democracia y el sistema de partidos, algunos liderazgos lo siguen cultivando? Todas esas preguntas merecen una respuesta, pero eso implica introspección y capacidad de autocrítica.
Hace unos días la periodista venezolana Thays Peñalver publicó un artículo en el cual invita al antichavismo a revisarse, porque “una cosa es lo que piensa de sí mismo aquí adentro y otra muy distinta cómo nos ven desde afuera”. Comparto plenamente la propuesta de Thays y quiero agregar algunas reflexiones de cara a la transición que se mantiene en pie.
¿Por qué una persona que apoyó a Chávez o Maduro en una o varias ocasiones querrá sumarse a un movimiento que lo excluye o lo agrede? La respuesta es muy intuitiva: no lo hará. Puede que esta persona no crea hoy en Maduro y su régimen, pero algo también está claro, no apoyará a ningún político o partido que lo discrimine por sus creencias políticas.
Tengo más de 10 años estudiando a Venezuela y asistiendo a conferencias y foros internacionales donde se alaba[ba] al chavismo y se critica[ba] a la oposición por sus estrategias un tanto radicales o erróneas, tales como las de 2002, 2005, 2014, o incluso la del 30 de abril de este año. Hoy en día, al chavismo se le alaba menos, pero a los factores democratizadores, es decir todos aquellos que insisten en un cambio político para la mejora del país, se les sigue criticando. Y la pregunta es: Si esas críticas persisten en el tiempo, ¿será que habrá que tomarlas en serio?
La pregunta es fácil y lógica. Sí, hay que escucharlas y hay que reflexionar sobre el camino que han emprendido los líderes y partidos que buscan el cambio político. De más está decir que la responsabilidad de la crisis del país la tiene el chavismo. Miles de niños han muerto por falta de insumos médicos o incluso alimentación; 60% de los hospitales en Venezuela no cuentan con agua y el hampa organizada se lleva a más de 30.000 venezolanos impunemente cada año. Podría enumerar más indicadores que nos recuerden la trágica situación que vive nuestra población dentro y fuera del territorio nacional. Pero insisto en que quedarnos en el diagnóstico y culpabilizar a Nicolás Maduro no es suficiente para lograr el cambio y ganar el apoyo de aquellos que aún creen en el chavismo o aquellas organizaciones o países que aún lo sostienen. Si el interés es garantizar la gobernabilidad, crear un nuevo país y buscar nuevas alianzas, debemos, de manera urgente, ser autocríticos y darle un cambio a la política nacional e internacional. Y, sabiendo que esta crítica no es suficiente, propongo algunos temas que considero deben ajustarse.
Hugo Chávez y el chavismo no fueron un error de la historia. Hasta que no aprendamos esta lección Venezuela no podrá sanar y no podrá avanzar. En múltiples ocasiones he escuchado a políticos de oposición o a otros venezolanos decir que aquellos que votaron por Chávez se equivocaron y que habrá que convencerlos de su error. Otros argumentan que hay un “lado correcto de la historia”, nuestro lado, el lado de la oposición. Esta línea de pensamiento no sólo es errónea pues la historia es subjetiva y cada quien tiene derecho a pensar, creer y apoyar a quien quiere. Pero más preocupante aún, esta forma de pensar aplica la misma lógica chavista de ‘pueblo vs. élites’ ‘buenos vs. malos’ o ‘chavistas vs. escuálidos’. Y cabe preguntar: ¿Por qué una persona que apoyó a Chávez o Maduro en una o varias ocasiones querrá sumarse a un movimiento que lo excluye o lo agrede? La respuesta es muy intuitiva: no lo hará. Puede que esta persona no crea hoy en día en Maduro y su régimen, pero algo también está claro, no apoyará a ningún político o partido que lo discrimine por sus creencias políticas. Aquellos que quieren el poder deben entender que la nueva Venezuela debe ser una nación en la cual reine el respeto, la tolerancia, la aceptación y el perdón. De lo contrario el conflicto que hoy sufrimos se prolongará de por vida.
Un liderazgo más autocrítico
El segundo punto es la falta de coherencia en la coalición democrática. Sí, es cierto que muchos líderes han sacrificado sus vidas para lograr el cambio político en Venezuela. No pongo en duda las buenas intenciones de muchos que han persistido en la lucha por una Venezuela democrática y próspera. Pero al mismo tiempo, considero que el liderazgo opositor debe ser más autocrítico con sus estrategias y acciones. Los partidos y líderes no deben esperar que la población los acompañe incondicionalmente sin que estos asuman responsabilidad por los errores cometidos. Está más que claro que Chávez y Maduro han perseguido sistemáticamente a la oposición y a la población disidente, pero también es cierto que ha habido muchas inconsistencias a lo largo del tiempo que no se han resuelto. Para lograr el cambio y poder gobernar a un país en ruinas se requiere más que una crítica al chavismo. ¿Por qué se enterró a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), siendo esta un ejemplo de coordinación sin precedentes en nuestra historia? ¿Por qué sigue habiendo planes alternos a las propuestas hechas por el presidente encargado Juan Guaidó? ¿Por qué a estas alturas persiste la división en la oposición? ¿Por qué, sabiendo que el personalismo es algo dañino para la democracia y el sistema de partidos, algunos liderazgos lo siguen cultivando? Todas esas preguntas merecen una respuesta, pero eso implica introspección y capacidad de autocrítica.
No pongo en duda las buenas intenciones de muchos que han persistido en la lucha por una Venezuela democrática y próspera. Pero al mismo tiempo, considero que el liderazgo opositor debe ser más autocrítico con sus estrategias y acciones. Los partidos y líderes no deben esperar que la población los acompañe incondicionalmente sin que estos asuman responsabilidad por los errores cometidos.
Hay muchos más temas que me gustaría destacar, pero haré énfasis en dos puntos más. En primer lugar, existe una gran necesidad de incrementar la coordinación y mejorar la narrativa del cambio. Por ejemplo, sabemos que existe el Plan País presentado por Guaidó, pero pregunto de manera constructiva: En lo social, que es lo más importante, ¿qué implica este plan? Usted que me lee, ¿sabe qué políticas públicas se emprenderán para aliviar el 90% de pobreza que vive nuestro país? ¿Cómo se financiarán los programas sociales y por cuánto tiempo estarán en vigencia? ¿Qué políticas o ayudas especiales se emprenderán para los migrantes venezolanos? No es suficiente saber que existen un plan y que hay reuniones en las cuales se debate este plan. Es fundamental que el presidente Guaidó y sus representantes diplomáticos expliquen a los venezolanos y al mundo cómo, de manera concreta, se recuperará el país.
Por último, nuestra transición requiere de una perspectiva de género para ser duradera. Esto no significa que se victimice a la mujer venezolana en los discursos políticos o que la mujer venezolana aparezca en fotos en forma de cuotas, que por cierto ocurre sólo en algunas ocasiones. Nuestra sociedad requiere políticas públicas sostenibles y estas sólo lo serán cuando sean diseñadas por diversos géneros. Por ejemplo, una política pública para mujeres delineada por hombres está condenada a fracasar. La Venezuela del futuro no puede ser una dominada por el sexo masculino. Merecemos una Venezuela plural, diversa, tolerante, en la cual todos participemos y nos veamos representados.
Seamos capaces de autocriticarnos. Este es un paso crucial en la reconstrucción de nuestra nación.