Ysrrael Camero (ALN).- En un ambiente político que ha estado marcado por la crispación se está desarrollando lo que es un proceso normal dentro de un sistema parlamentario que ha dejado atrás un esquema bipartidista de mayorías estables: han llegado los tiempos de las negociaciones y los pactos políticos en España.
El presente ciclo político en España se ha desarrollado desde lo general hacia lo particular. A partir del resultado de las elecciones generales del 28 de abril, que conformó el mapa parlamentario actual, se desató una marea que corrió a través de las comunidades autónomas y los ayuntamientos en las elecciones del 26 de mayo.
De esta manera el mapa político nacional, la medición de fuerzas por circunscripciones con miras a constituir las Cortes dejó ganadores, como Pedro Sánchez y el PSOE, y perdedores, Pablo Casado y el PP. La victoria socialista tuvo un efecto, casi un mes después, en la configuración del mapa local y regional, marcando nuevamente un mismo ganador, Pedro Sánchez y el PSOE, pero variando el mapa de los derrotados, incluyendo con claridad a Podemos y Pablo Iglesias.
Las negociaciones y los pactos postelectorales cierran una etapa en este proceso, pero el presente proceso corre de abajo hacia arriba: porque la configuración de los pactos municipales y autonómicos tendrá implicaciones en el conteo de siglas que envolverá la investidura de Pedro Sánchez como jefe de gobierno.
El Partido Popular sobrevivió gracias a su fuerte implantación en la España profunda, allí donde no llega la novedad de Albert Rivera y Ciudadanos. Así, Pablo Casado se convierte en un sobreviviente mientras que Iglesias pasa a ser un zombi de la política y Rivera no encuentra ubicación.
Las negociaciones y los pactos postelectorales cierran una etapa en este proceso, pero el presente proceso corre de abajo hacia arriba: porque la configuración de los pactos municipales y autonómicos tendrá implicaciones en el conteo de siglas que envolverá la investidura de Pedro Sánchez como jefe de gobierno.
Esto diferencia claramente al parlamentarismo del presidencialismo. En los regímenes presidencialistas está claro a quién le corresponde formar gobierno. Bajo un régimen parlamentario es obligatorio constituir mayoría en el cuerpo colegiado, desde el ayuntamiento hasta el Congreso de los Diputados. Esto obliga, en un escenario sin bipartidismo, a llegar a gobiernos pactados, es decir, plurales.
A pesar de que el PSOE y el PP tuvieron un largo dominio, por lo menos desde 1982 hasta 2015, existe también una dilatada experiencia en construcción de pactos para formar gobierno. Porque las mayorías absolutas no son tan frecuentes como quisieran. Cuando el PSOE perdió la mayoría absoluta en 1993 Felipe González tuvo que llegar a acuerdos para seguir gobernando, tanto CiU como el PNV fueron útiles en ese momento. Similar situación vivió José María Aznar en 1996 cuando tuvo que construir alianzas con nacionalistas catalanes, vascos y con Coalición Canaria, para gobernar hasta el año 2000.
Si incorporamos en el análisis los gobiernos autonómicos se multiplican las experiencias de pactos de gobierno. Por ejemplo, el tripartito catalán, con el PSC, ERC e IU, logró sacar a los conservadores de Jordi Pujol del gobierno en 2003, manteniéndose hasta 2010.
¿Dónde está la novedad entonces?
Probablemente en que el estallido del bipartidismo y su sustitución por la política de bloques ha incrementado tanto la crispación como la incertidumbre política. La retórica de las últimas campañas electorales ha sido particularmente crispada y polarizante, por lo que será más difícil para el ciudadano común comprender la geometría variable de los pactos, sobre todo en lo que se refiere a la manera en que la decisión de un pequeño municipio podría llegar a comprometer la investidura de un presidente de gobierno.
“Nada está negociado hasta que todo esté negociado”, es una máxima de las negociaciones que no podrá aplicarse en esta ocasión, porque las realidades locales privarán en una primera etapa. Y los márgenes de maniobra para las fuerzas políticas se irán cerrando en la medida en que se vayan constituyendo gobiernos en los ayuntamientos y en las comunidades autónomas.
Pedro Sánchez, siendo presidente en ejercicio, puede esperar. Primero se fijará el mapa municipal, luego el autonómico. Sólo al final le tocará jugar a Sánchez en un mapa que aún está lejos de clarificarse. Las próximas semanas estarán llenas de sorpresas…
El sábado 15 de junio al mediodía tienen que constituirse los 8.116 ayuntamientos españoles. De estos, menos de 4.000 superan los 20.000 habitantes, conteniendo al 70% de la población. Allí ha de cerrarse un primer círculo de las negociaciones. Como es costumbre, nos encontraremos con muchas sorpresas, porque las realidades de los pequeños pueblos, de las ciudades pequeñas y medianas, tienen su propia dinámica y su propia historia menuda.
Es un terreno donde los nuevos actores tendrán dificultades para moverse, por la falta de costumbre o de representantes, o por los prejuicios que podrían restringir la necesaria flexibilidad de esta geometría variable.
El gesto de responsabilidad política que Manuel Valls presentó en Barcelona, al sumar su apoyo a una posible investidura de Ada Colau como alcaldesa, para evitar la llegada de Ernest Maragall y ERC, es sólo una tímida muestra de lo que podríamos ver en los próximos días. Sorpresas de ida y vuelta.
Mientras menos visibilidad tenga un ayuntamiento, mayores son las posibilidades de coaliciones sorprendentes, porque el costo a pagar es casi nulo frente a la opinión pública. Al contrario, en las capitales de provincia y en las principales ciudades la mirada inquisitiva estará presente para exigirle coherencia a los políticos. Pero la coherencia es algo que se ambiciona, es un horizonte, no una certeza.
A diferencia de las negociaciones autonómicas o nacionales, en los ayuntamientos, en caso de que no exista un acuerdo en la mayoría de los concejales, gobernará la lista más votada, por lo que podrían constituirse muchos gobiernos en minoría, pero esa flexibilidad no existe en los otros niveles.
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Las negociaciones transcurrirán hasta los últimos minutos, es necesario estar pendiente de localidades simbólicas para socios pequeños pero claves, como Coalición Canaria o el PNV.
Para mediados de julio se deben cerrar las negociaciones en las comunidades autonómicas. El PSOE es hoy primera fuerza en casi todas, pero sólo tiene mayoría absoluta en Extremadura y Castilla-La Mancha. Es importante recordar que los dos diputados de Coalición Canaria pueden ser claves para Sánchez, pero el PSOE puede ser gobierno en las islas. ¿Qué pesará más?
El caso de Navarra nos habla de las dificultades de la geometría variable derivada de los resultados. La coalición de Navarra Suma, que tiene a UPN, al PP y a Cs, obtuvo 20 diputados, insuficiente para gobernar, pero el PSOE, que tiene 23 escaños, tampoco puede hacerlo sin la abstención de los siete de EH Bildu. Difícil decisión.
Mientras tanto Pedro Sánchez, siendo presidente en ejercicio, puede esperar. Primero se fijará el mapa municipal, luego el autonómico. Sólo al final le tocará jugar a Sánchez en un mapa que aún está lejos de clarificarse. Las próximas semanas estarán llenas de sorpresas… y de decepciones para quienes creyeron que la retórica polarizadora haría imposible los pactos. Esa capacidad de acordar y negociar, a despecho de muchos, es un síntoma de salud política en un sistema democrático. ¿De acuerdo?