Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- El acuerdo entre EEUU y México continúa con unas actualizaciones que venían discutiéndose desde hace un tiempo por los caminos regulares e institucionales del Nafta. Los hechos terminarán por imponerse sobre las versiones tramposas de la realidad y llegará el día en que las audiencias políticas de EEUU entenderán que han sido manipuladas, y quizás despierten ante esa realidad cuando suba el precio de los autos.
La semana pasada, Donald Trump sorprendió al mundo con una rueda de prensa en conferencia telefónica con el saliente presidente de México, Enrique Peña Nieto, en la cual reiteró que EEUU se retiraba del acuerdo de libre comercio con México y Canadá (conocido como Nafta por sus siglas en inglés); y que había alcanzado un acuerdo comercial con México, que básicamente cabalgaba sobre lo contenido en el Nafta con ciertas actualizaciones en materia de servicios, digitalización y propiedad industrial.
Pero el acuerdo central, de impacto inmediato, es que los automóviles producidos en México para ser reexportados a los EEUU deben incorporar partes con componentes producidos en los EEUU equivalentes al 75% del valor del vehículo (hoy en el orden del 62,5%) o que dichos componentes hayan sido producidos por empresas mexicanas que paguen al menos 16 dólares la hora a sus trabajadores (el salario mínimo promedio del trabajador de la industria automotriz en EEUU es 15,72 dólares).
Trump se saltó a la brava todo tipo de negociación tripartita para lograr acuerdos específicos con impacto fundamentalmente en la industria automotriz
Los proveedores de la industria mexicana de un grupo de componentes deberán escoger si suben los sueldos para mantener el mercado o importan ese porcentaje de productos y partes de los EEUU. Sin duda, el resultado final encarecerá un poco el vehículo al consumidor final, presionando un alza de salarios en México, o generará oportunidades de integración vertical o entre productores mexicanos y empresas en EEUU. Tiene especial impacto esta medida en sectores como el aluminio, el acero y el vidrio.
Durante y después de la llamada, Trump dijo que daba por terminado el Nafta, mientras Peña Nieto insistió en extender este acuerdo a Canadá. Luego, Trump reiteró al primer ministro Justin Trudeau la cancelación del Nafta e invitó a Canadá a suscribir, como lo había hecho México, su propio acuerdo con los EEUU. Canadá ha comenzado a negociar.
En pocas palabras, Trump ha hecho una versión “fast track” sin consulta popular del Brexit, pero sustituyéndolo por un Nafta a la carta, que en su visión consistiría en dos acuerdos bilaterales que reiteran en la casi totalidad los acuerdos del Nafta con modificaciones en cada país. Por su parte, México y Canadá tendrían que lograr sus acuerdos o mantener el Nafta vivo entre ellos sin los EEUU. Trump se saltó a la brava todo tipo de negociación tripartita para lograr acuerdos específicos con impacto fundamentalmente en la industria automotriz; ahora la última palabra la tendrá el Congreso, que debe ratificar estos acuerdos. Atrás quedaría la guerra arancelaria planteada por Trump, y el Congreso queda enfrentado a la decisión de defender el impopular acuerdo Nafta o dar luz verde a esta versión del mismo.
Segundo round para México
Pese a las apariencias, hay matices que deben ser comprendidos. Trump ha claudicado frente a México lavándose la cara con este acuerdo en lo relativo a la industria automotriz. El Nafta es impopular, sobre todo, en Michigan y en estados industriales conectados con esa industria, así como en algunos ramos de industria desplazados por el comercio con México. Pero el acuerdo goza de mucho apoyo en estados ampliamente beneficiados por dicho intercambio, como Texas, Arizona, California y muchos otros en el eje central de los EEUU.
De hecho, la estrategia mexicana para poner a Trump en su sitio activó una retaliación arancelaria que afectaría casi 10 billones de dólares anuales en exportaciones de los EEUU a México en rubros concertados en 35 estados, la mayor parte de ellos con gobernadores republicanos. Es decir, el Gobierno de México se ahorró de un plumazo millones de dólares en cabildeo y puso al propio Partido Republicano en boca de sus gobernadores a hacer la llamada a Trump para abogar por un acuerdo. Veremos dónde desemboca la estrategia canadiense… pero es de suponer que también habrá acuerdo.
Es el segundo round que México le gana a Trump, porque el muro prometido sigue sin construirse y el acuerdo de libre comercio continúa
En el fondo, este modelo de negociación tendrá muchos costos y veremos si finalmente pasa en ambos Congresos, pero es una decisión electoral que apunta al eje de Wisconsin, Michigan y Pensilvania, evitando una catástrofe en unos cuantos estados. La decisión pone de relieve que Trump estaba equivocado, pero intenta empacar los resultados en una narrativa de éxito que le presenta a su elector, e incluso al independiente o al trabajador de las industrias automotrices, una especie de disposición “compre americano” lograda por el Gobierno del excéntrico presidente. Dirá que ha logrado en la práctica los demagógicos slogans “Make America Great Again” y “America First”.
La Administración de Peña Nieto despacha este asunto al Congreso de su país antes de terminar el mandato. Es de imaginar que Andrés Manuel López Obrador prefiere que sea ese Gobierno y no el suyo el que adelante el acuerdo. Quizás sea una forma de poner fin a la incertidumbre o la guerra arancelaria; o el intento de poner un candado a cualquier deriva nacionalista por parte de México en respuesta a la demagogia de Trump. Pero si la ratificación por parte del Congreso, en alguno de los dos países, no llega a tiempo, entonces se entraría en una etapa de disfuncionalidad estimulada por la retórica política en ambos lados del Río Grande (o del Río Bravo, dependiendo de dónde estemos parados).
En definitiva, es el segundo round que México le gana a Trump, porque el muro prometido sigue sin construirse y está muy claro que no será México el que lo pague, y el acuerdo de libre comercio continúa con unas actualizaciones que venían discutiéndose desde hace un tiempo por los caminos regulares e institucionales del Nafta. Los hechos terminarán por imponerse sobre las versiones tramposas de la realidad y llegará el día en que las audiencias políticas entenderán que han sido manipuladas, y quizás despierten ante esa realidad cuando suba el precio de los autos.