Ysrrael Camero (ALN).- Se veía venir, el lunes 28 de septiembre el Tribunal Supremo confirmó que Quim Torra, president de la Generalitat catalana, ha sido inhabilitado por año y medio. Ahora el centro de las decisiones pasa a dos líderes de Esquerra Republicana de Catalunya, al vicepresidente Pere Aragonés, quien presidirá el Govern, y a Roger Torrent, president del Parlament catalán, quien deberá convocar las próximas elecciones autonómicas en Cataluña. Ahora serán más escuchados los consejos de Oriol Junqueras que las exigencias de Carles Puigdemont.
El proceso independentista, en un ejercicio de temeridad irresponsable, ha venido despedazando a los sectores del catalanismo conservador más tradicional. Quim Torra es el tercer president de la Generalitat en salir por la puerta de atrás y con las tablas en la cabeza de la jefatura del gobierno autonómico.
Artur Mas, sucesor de Jordi Pujol a la cabeza de CiU, fue el responsable de realizar los recortes en Cataluña mientras acusaba a Madrid de robo. En medio de las tensiones con el gobierno central inició el procés independentista. Cayó de su cargo de president en enero de 2016, por exigencia de la minúscula y asamblearia Candidatura de Unidad Popular (CUP), que condicionó sus votos, imprescindibles para formar gobierno, a su sustitución.
Mas fue reemplazado por Carles Puigdemont, también formado en el semillero convergente, quien impulsó la realización del referéndum del 1º de octubre de 2017. Todo el proceso de convocatoria y realización de la consulta, así como la efímera Declaración Unilateral de Independencia (DUI), del 27 de octubre de ese año, derivaron en la aplicación del artículo 155 de la Constitución, por medio del cual el gobierno central intervino al autonómico. Puigdemont fue cesado como presidente el 28 de octubre de 2017, saliendo al día siguiente con dirección a Bruselas.
A Quim Torra, quien era el número 11 de la lista de Junts per Catalunya (JxC), lo propuso Puigdemont como candidato para encabezar el gobierno catalán el 10 de mayo de 2018, resultando investido por el Parlamento cuatro días después, y tomando posesión efectiva el 17 de mayo.
Tanto los mandatos de Puigdemont como el de Torra han estado marcados, de manera casi exclusiva, por el impulso del procés independentista, que se imponía a cualquier otro tema de la agenda de la sociedad catalana, polarizada y dividida por el tema de la independencia.
A los enfrentamientos con Madrid se sumaron las tensiones con sus socios dentro de la coalición independentista, no sólo la existente con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), sino también la que finalmente trajo una ruptura con el Partido Democrático Europeo Catalán (PDECAT), otro de los sucesores de la antigua Convergencia.
Es aquí donde este despedazamiento interno del independentismo, sólo unido alrededor de su enfrentamiento contra Madrid, se cruza con el cambio de estrategia del gobierno español respecto al tema catalán. La caída de Torra eleva al centro de las decisiones por venir a dos representantes de la Esquerra Republicana de Catalunya, justamente en el momento que se inician los trámites para indultar a los condenados por el procés y que se abre paso al funcionamiento de la Mesa de Diálogo.
Esto implica que serán más escuchadas las recomendaciones de Oriol Junqueras que las exigencias de Carles Puigdemont, lo que ya representa un cambio importante. El republicano Pere Aragonés, quien creció bajo la protección de Junqueras, pasa a presidir el Govern, aunque con funciones limitadas, no pudiendo cambiar a los consejeros. Ha mostrado hasta ahora un perfil bastante pragmático, siendo colaborador con el gobierno central durante la intervención de 2017-2018, y haciendo posible que los Comuns le aprobaran los presupuestos autonómicos en medio de la pandemia. Fue uno de los impulsores del establecimiento de la Mesa de Diálogo con Madrid, y ha mostrado iniciativas que lo diferencian de Torra. Muy probablemente será Aragonés la cabeza de lista de ERC en las próximas elecciones autonómicas.
El factor clave
Sin embargo el factor clave, al menos en la presente coyuntura, lo jugará Roger Torrent, el president del Parlament. Fue elevado al cargo sustituyendo a Carme Forcadell, quien ahora se encuentra condenada y en prisión. Al tomar posesión del cargo, Torrent se mostró comprometido con volver a “coser a la sociedad” catalana, así como a recuperar la institucionalidad. En sus manos se encuentra la convocatoria a las próximas elecciones autonómicas, que son una obligación legal, faltando determinar la fecha exacta.
Torrent, entrevistado el 17 de septiembre, ya había señalado que, en caso de que Torra fuera inhabilitado, se actuaría dentro de lo que marca la ley y el reglamento del Parlament, advirtiendo que no se pueden debilitar las instituciones en un momento tan grave.
ERC se ha mostrado, a través de la vocería del diputado Gabriel Rufián, dispuesto a apoyar la continuidad del gobierno de Pedro Sánchez, a cambio de la instalación de una Mesa de negociación entre Barcelona y Madrid. En Cataluña los enfrentamientos internos entre los herederos de Convergencia, así como la dilatación del proceso independentista, han derivado en el fortalecimiento relativo del apoyo a ERC entre aquellos que apoyan la independencia.
Recordemos que en las elecciones municipales, realizadas el 26 de mayo de 2019, Ernest Maragall, independentista de ERC, le disputó Barcelona a Ada Colau, de Barcelona en Comú, necesitando esta última del apoyo de los votos de Manuel Valls, de Ciutadans, para conservar la Alcaldía.
Las últimas encuestas le otorgan la primacía a ERC dentro del electorado independentista. La ocasión de la convocatoria se encuentra en manos de Roger Torrent, aunque ya se señala que, tras cumplirse los lapsos reglamentarios, estas podrían realizarse el 7 de febrero de 2021.
Los otros actores del independentismo golpearán con fuerza para evitar ser desplazados por Esquerra, chantajeando a sus líderes, sometiéndolos a la tensión entre su compromiso con un procés de independencia que se encuentra entrampado, y una desescalada de las relaciones con el gobierno central que puede tener en la Mesa de negociación un espacio de progresiva moderación.
Acá se está creando un espacio de encuentro entre dos estrategias pragmáticas de desescalada de las tensiones, una que proviene de Madrid hacia Barcelona, indultos mediante; y otra que va de Barcelona a Madrid, con unos dirigentes de ERC que tienen más que ganar dialogando, y mucho que perder de continuar en la confrontación. Este tipo de procesos generan mucha resistencia, y las acusaciones de traición estarán a la orden del día. Es una apuesta arriesgada que coloca, a unos y a otros, a contracorriente de la crispación a la que estamos (mal)acostumbrados. La Mesa de Diálogo ya está servida.