Rafael Alba (ALN).- La batalla entre Alejandro Sanz y Manuel Carrasco consolida el dominio de Universal en el mercado discográfico español. Carrasco arrancará su próxima gira en junio, con un macroconcierto en el Wanda Metropolitano, el nuevo estadio del Atlético de Madrid.
Puede que las cosas cambien. Y quizá eso suceda más pronto que tarde, según parecen indicar algunos movimientos detectados en el medio ambiente social hispano. Pero, de momento, en el mercado musical español aún reinan los solistas masculinos. Chicos guapos, aseados y con buenas y potentes voces que se sitúan siempre en el lado más romántico de la vida. Aquí mandan todavía esos baladistas con gancho entre las féminas que fueron en su más tierna juventud, y todavía son de alguna manera, fenómenos relacionados con el movimiento fan. Y entre ellos, al menos en los últimos años -con algún que otro competidor de similares características dispuesto a colarse en la élite-, han destacado sobre todo tres: Pablo Alborán, Manuel Carrasco y Alejandro Sanz. Dos andaluces, de Málaga y Huelva, respectivamente; y un madrileño que presume de tener alma flamenca. Sus carreras han sido un gran negocio, desde luego, pero ninguno de los tres, por cierto, goza por ahora del beneplácito de la crítica especializada. Un detalle que no parece importar demasiado a la legión de seguidores que adora a estos adonis de meloso repertorio, pero que, tal vez, no agrade demasiado a nuestros tres protagonistas.
Aquí mandan todavía esos baladistas con gancho entre las féminas que fueron en su más tierna juventud, y todavía son de alguna manera, fenómenos relacionados con el movimiento fan. Sobre todo tres: Pablo Alborán, Manuel Carrasco y Alejandro Sanz
Cuando menos a uno de ellos, a ese Alejandro Sanz que acumula admiradores entre los profesionales del sector y los popes de la industria y que ha tenido el honor de ser amigo íntimo del gran Paco de Lucía, pero que no termina de convencer a los supuestos expertos que expiden los certificados de excelencia artística. Una pena, sin duda. A diferencia de otras estrellas con éxito comercial como Mecano, antaño, o la emergente Rosalía, ahora, Sanz no ha conseguido nunca ser un gran beneficiario de las alabanzas de los plumillas sabihondos y los locutores modernos. Y eso quizá le moleste. O quizá no. Pero no parece gustarle demasiado. Hace un par de años, incluso llegó a negarle la entrada a uno de sus conciertos al periodista Fernando Neira, que ejerce de crítico en el diario El País. Un escritor de verbo afilado, a veces temible, que en sus crónicas no siempre se ha mostrado especialmente obsequioso con la estrella. Sea como sea, es obvio que anécdotas como esta no empañan el brillo de la envidiada popularidad de este cantante ni su conexión con el público. Porque dentro de este auténtico trío de ases, cuyas cifras de ventas de discos y entradas de conciertos apabullan -tanto ahora como antes, en los momentos más difíciles de la crisis económica-, el crack madrileño, que también es el mayor del pack, es, por la longevidad de su carrera y por la proyección internacional alcanzada, el auténtico número uno.
De momento, claro. Esa situación podría cambiar a medio plazo. Por lo menos, si Sanz no consigue remediarlo antes. La competencia aprieta, el éxito en el mercado estadounidense se le resiste, y las nuevas generaciones parecen optar por otro tipo de sonidos. Ya saben, la llamada música urbana de la que tanto les hemos hablado aquí. Es cierto que Sanz ya nunca dejará la élite, pero al divo madrileño le va a tocar lidiar con una situación complicada para mantenerse en la primera posición. Y en los próximos meses, el principal aspirante al título que aún ostenta el compositor de Corazón Partío, podría ser un renacido Carrasco, el ídolo onubense. Un artista que ansía consolidarse como el gran baladista español de referencia y que va a jugar fuerte para conseguirlo. Sabe que ahora tiene una buena oportunidad de lograrlo. Su momento es este. Entre otras cosas, porque Alborán, el único que puede hacer sombra, como ya hemos dicho, a Carrasco y Sanz, no tiene disco nuevo desde 2017 -el multilaureado Prometo–, y, a pesar de que sigue de gira y su capacidad de convocatoria no ha disminuido, tendrá que entrar en boxes para renovar su repertorio en el segundo semestre del próximo año, justo cuando sus rivales estén en pleno acelerón.
Carrasco fue invitado de Sanz
El partido promete pasiones encendidas, desde luego. Pero eso sí. Triunfe quien triunfe en la batalla que se avecina, no por amistosa menos enconada, ya podemos decir sin temor a equivocarnos que alguien va a ganar seguro. Universal Music, por supuesto. La discográfica en la que ahora militan ambos y a la que Sanz llegó hace unos años, tras casi toda una vida como mascarón de proa de la filial española de Warner, donde grabó en 1997 Más, el disco que supuso su consagración definitiva. Para la filial discográfica de la empresa Vivendi, esta pugna entre los artistas llenaestadios de su escudería es la guinda de un rentabílisimo pastel, cocinado, entre otros ingredientes, con esas flamantes máquinas de hacer dinero, conocidas por el público como triunfitos y triunfitas, los productos de la factoría Operación Triunfo. Una mina de oro donde precisamente, hace muchos años, fue descubierto también Manuel Carrasco. No hay duda. En este momento, la compañía cuya filial española preside Narcís Rebollo, el flamante marido de Eugenia Martínez de Irujo, la famosa hija de la Duquesa de Alba, y en la que también trabaja Manuel Martos, hijo de Raphael y yerno de José Bono, es la major que manda en el mercado español. Y lo seguirá siendo en 2019, según todo parece indicar.
Triunfe quien triunfe en la batalla que se avecina, no por amistosa menos enconada, ya podemos decir sin temor a equivocarnos que alguien va a ganar seguro. Universal Music, por supuesto. La discográfica en la que ahora militan Carrasco y Sanz
En estas fechas prenavideñas, vitales para todas las empresas cuya actividad económica se relaciona con el consumo privado, los contendientes empiezan a presentar sus cartas. Carrasco se la jugará con una gran gira en que tendrá como base La Cruz del Mapa, su nuevo disco, cuyo lanzamiento está previsto para el día 9 de diciembre. Un álbum en el que el cantante onubense asume el complicado reto de superar los guarismos de Bailar al viento, su entrega anterior. Un disco que no llegó a la cima de la lista española de los más vendidos en 2015 porque se le cruzó en el camino Sirope, la última colección de canciones nuevas comercializada precisamente por Alejandro Sanz, pero que alcanzó este lugar el año siguiente y dio lugar a una gira de gran éxito, que incluyó 48 conciertos y vendió cerca de 284.000 entradas, con un llenazo impresionante en el estado La Cartuja de Sevilla, donde logró convocar a 45.000 espectadores. Sin embargo, el final de la carrera quedó empañado por la falta de un concierto histórico en Madrid. La verdadera confirmación de alternativa. El artista aspiraba a cerrar esta serie de conciertos en la Plaza de Toros de las Ventas, con capacidad para unos 30.000 espectadores. Pero hubo problemas de seguridad y las autoridades le negaron los permisos. Así que tuvo que conformarse con el magnífico auditorio Miguel Ríos de Rivas Vacía-Madrid y limitar su audiencia a la mitad.
Aquel pequeño desengaño que tuvo que encajar Carrasco sucedió en septiembre de 2017. Un año en que el disco más vendido en España fue el ya citado Prometo de Pablo Alborán, pero en el que el protagonismo mediático y las grandes gestas quedaron en manos de Alejandro Sanz. Celebraba el 20 aniversario de Más, lanzó una biopic de gran éxito y, sobre todo, celebró el cumpleaños de su obra cumbre con un macroconcierto en el Vicente Calderón que tuvo lugar el 26 de junio de ese mismo año, donde reunió a la plana mayor del mainstream español, Carrasco incluido, ante más de 50.000 personas al borde del trance místico. Toda una demostración de poderío, llevada a cabo sin necesidad de haber lanzado un disco nuevo. Además, la grabación en directo del evento se convirtió en el cuarto álbum más vendido del año, a pesar de los pocos meses de recorrido comercial que tuvo. Le superaron el mencionado Alborán, y otros dos clásicos: Sabina y El Barrio. Y mientras, el disco de Carrasco, en los últimos compases de su espectacular periplo sólo consiguió situarse en el octavo lugar del Top 10. ¿Demasiado poco para alguien que lo quiere todo? Quizá sí o quizá no. Pero Carrasco ha salido lanzado en busca de la gloria.
Alejandro Sanz y las redes sociales
O de la revancha. Para empezar, como todo serio aspirante al Olimpo, Carrasco ha optado por romper las rígidas reglas que la rapidez del consumo actual de música impone a las canciones que aspiran a conseguir cifras de escuchas multimillonarias. Quiere jugar con sus propios códigos. Me dijeron de pequeño, el primer single de adelanto de su nuevo trabajo, dura más de cinco minutos. Toda una osadía en una época en la que las canciones que superan los tres minutos ya empiezan a ser consideradas una rareza. De hecho, cuando Carrasco estrenó el tema en una de las últimas galas de Operación Triunfo, las redes sociales se llenaron de memes y comentarios humorísticos en los que se criticaba la supuesta duración interminable de un tema que también se atreve a introducir largos interludios instrumentales. De momento, el vídeo de YouTube del tema supera los tres millones de visitas, menos de un mes después de su lanzamiento. Y se trata de un baladón clásico. Nada de modernidades ni desvaríos. Orquesta de cuerda y coros sedosos para propiciar el baile agarrado y una letra políticamente correcta que habla de la superación personal, rinde homenaje a su madre, reivindica los principios y presume de su acento andaluz.
Sanz quizá pueda consolarse si estudia la situación de sus rivales hispanos, también bastante retrasados en la carrera de las redes sociales. Al fin y al cabo tiene, poco más o menos, los mismos seguidores que Alborán y 3,5 veces más que Carrasco
¿Puro postureo? A lo mejor no. La capacidad de afrontar retos casi inverosímiles de Carrasco resulta digna de mención, incluso para quienes, como yo mismo, la música de este crooner onubense no resulta especialmente atractiva. De momento, quiere sacarse rápidamente la espina que le supuso el fallido cierre de su gira anterior. Y para conseguirlo ha decidido celebrar el primer concierto de su nuevo tour, que tendrá lugar en junio del próximo año, en el Wanda Metropolitano, el estadio en el que juega ahora el Atlético de Madrid, en el que caben cerca de 70.000 personas. El atrevimiento ya le ha traído alguna que otra crítica jocosa y, aparentemente, bienintencionada como las vertidas por el locutor y humorista David Broncano en el espacio radiofónico La vida moderna, que emite la cadena SER en horario nocturno. Broncano aseguró que el concierto de Carrasco sería más bien en los vestuarios del estadio que en su interior y provocó, por cierto, una gran polémica en Huelva, donde el éxito de su cantante más internacional es considerado como propio por gran parte de la población. Por ahora, el artista habría vendido unas 24.000 localidades, pero quedan más de seis meses por delante para que consiga su objetivo.
Y cuando llegue el momento, sin duda, Alejandro Sanz volverá a cruzarse en su camino. El madrileño acaba de desvelar las primeras pistas sobre su próximo disco, que llegará en el primer tramo de 2019, y servirá como pretexto para su subsiguiente gira. Una en la que también se va a ver obligado a dar el todo por el todo. En especial si quiere mantenerse en la cima, como hemos dicho, pero también si aspira a no perder la pista de los grandes divos de la música latina con quienes, en algún momento se ha llegado a codear, pero que ahora, subidos a la imparable ola de éxito marcada por el reggaetón, sus derivados y el fenómeno Despacito, parece haberle dejado atrás. Su nuevo disco se llamará No tengo nada, lo mismo que la primera canción que se dará a conocer. De momento, no se sabe demasiado sobre él, excepto que contará con la participación de su buen amigo Marc Anthony y de la flamante estrella latina Camila Cabello, una posible pista de que, una vez más, el objetivo está fijado en la seducción de la comunidad latina estadounidense. Lo mismo que el peculiar prelanzamiento del disco con enigmáticos carteles en las calles de medio mundo, el mundo hispano, y algunas marquesinas, en los que se reproducían frases de la letra de este tema y se redirigía a los interesados a la cuenta de Instagram del divo. Parece que la campaña busca aumentar el impacto de Sanz en esta red social. Quizá una de sus asignaturas pendientes. Por ahora sólo tiene 3,5 millones de seguidores. Menos de la mitad de los que suman algunos de sus rivales directos como Luis Fonsi, Enrique Iglesias o Ricky Martin. Y una cifra casi irrelevante si se compara, por ejemplo, con los 55 millones de followers de los que puede presumir Shakira. Claro que quizá pueda consolarse si estudia la situación de sus rivales hispanos, también bastante retrasados en esta carrera. Al fin y al cabo tiene, poco más o menos, los mismos que Alborán y 3,5 veces más que Carrasco, que también necesita ponerse las pilas en este ámbito si, de verdad, pretende aspirar a todo.