Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- La propuesta de Trump es que, para mejorar las cosas en el campo económico, hace falta simplemente desregular a las empresas, restar prioridad al problema del cambio climático y la transformación energética -favoreciendo así al sector petrolero-, reducir brutalmente los impuestos a quienes acumulan riqueza para que inviertan más, y finalmente, profundizar la guerra comercial con China para recuperar el empleo industrial ante la globalización.
Estados Unidos atraviesa un periodo de crecimiento económico moderado pero sostenido de ocho años. Seis con la Administración Obama, desde que su plan económico superó la gran crisis del 2008; y ya casi dos bajo la Presidencia de Donald Trump. El país tiene ya varios años de lo que puede considerarse pleno empleo, con 4,2%, última cifra bajo la Presidencia de Barack Obama y la más reciente, de 3,8%, con Trump. El crecimiento del empleo se ha dado en estos ocho años en el sector privado, porque el sector oficial ha sufrido recortes. Y es preciso señalar que el crecimiento del empleo viene acompañado de mayor productividad en el sector empresarial, lo cual le ha permitido acumular un récord histórico de ganancias corporativas represadas en las tesorerías de las corporaciones, que ha inyectado cuantiosos recursos al mercado de capitales en tendencia alcista desde hace ocho años, debido a las bajas tasas de interés. El déficit fiscal decreció, del 8% del PIB donde lo dejó George W. Bush, a 2,8%, donde lo puso Obama.
Trump culpa a la inmigración de los problemas de la clase trabajadora americana y los déficits en los servicios públicos. Y lo hace en tono francamente xenofóbico
A pesar de ocho años de sostenido crecimiento económico, reducción del desempleo y ganancias en materia de productividad corporativa, EEUU sigue teniendo el salario mínimo más bajo de cualquier país con nivel comparable de desarrollo económico. Su oferta de seguridad social es una propuesta incompleta y la reforma sanitaria del presidente Obama, que representó un avance, en lugar de haber sido objeto de reformas para mejorar y profundizar su alcance, pende de un hilo bajo la mayoría republicana y la Administración Trump, que hace lo posible por derogarla o dejarla sin efecto práctico. Los salarios de maestros y empleados públicos son bajos, comparados con empleos equivalentes en el sector privado o las administraciones públicas de países con desarrollo equiparable a los EEUU; y las clases medias tampoco participan de la prosperidad corporativa que, junto a la clase trabajadora, han contribuido a generar. De hecho, la deuda por tarjetas de crédito y créditos al consumo, así como la de créditos educativos, es trillonaria y limita substancialmente, lo mismo que la baja remuneración, la capacidad de ahorro de la familia americana. Por otra parte, sectores geográficos impactados por la competencia comercial internacional han visto crecer el nivel de empleo, pero de menor remuneración, e incluso precarios, en contraste con lo que se devengaba en las industrias desplazadas por la globalización. Allí queda descrito un cuadro de ansiedad económica que define el comportamiento del elector estadounidense.
Frente a esa realidad, en el Partido Demócrata han emergido candidatos al Congreso que proponen enfocarse en esa deuda social, que existe en medio de un crecimiento económico, de abundancia corporativa y de los estratos más altos de la sociedad. Proponen un sistema sanitario que amplíe cobertura y beneficios, incrementar el salario mínimo a 15 dólares la hora, medidas que estimulen la inversión en la economía real (y no en los mercados de capitales), conjuntamente con incentivos para introducir mejoras en la remuneración de las clases medias y trabajadoras. También plantean los demócratas priorizar el acceso al crédito de la pequeña y mediana empresa, asegurando igualdad de oportunidades para las que son propiedad de sectores minoritarios, a través de programas de procuración pública, combinando esto con programas de desarrollo y capacitación laboral orientados a facilitar la migración hacia nuevos puestos de trabajo en una nueva economía, ante la pérdida de empleo en sectores industriales donde ha tenido impacto la tecnología, la robotización o la competencia global.
Los demócratas también postulan la reforma migratoria, no sólo por razones humanitarias y de inclusión social, sino por su sentido económico, ya que es un elemento dinamizador de la economía y los niveles salariales. Un estudio del Center for American Progress, así como muchos otros generados en grupos de pensamiento económico y político, estiman que una reforma migratoria incluyente representaría un incremento adicional del 1,5% al 2% anual para la economía de los EEUU, ubicando el crecimiento interanual en rangos superiores al 5% en promedio. También plantean reformas económicas verdes (ecologistas) y naranja (economía circular), apoyando la innovación y el emprendimiento, y apuntan a una transformación de la plataforma energética para sustituir el petróleo por energías alternas renovables, tomando el liderazgo mundial en este segmento. Es decir, los candidatos demócratas han propuesto empoderar a la base de la economía americana en lugar de a quienes capitalizan, en el vértice de los sectores sociales, los beneficios del crecimiento económico; y avanzar por el camino de la innovación en materia energética para revertir el cambio climático, entre otras cosas.
Estados Unidos y Venezuela
La propuesta de Trump es que, para mejorar las cosas en el campo económico, hace falta simplemente desregular a las empresas, restar prioridad al problema del cambio climático y la transformación energética, favoreciendo así al sector petrolero en materia energética, reducir brutalmente los impuestos a quienes acumulan riqueza para que inviertan más, y finalmente, entrar en una guerra comercial con China para recuperar el empleo industrial ante la globalización. Por otra parte, Trump culpa a la inmigración de los problemas de la clase trabajadora americana y los déficits en los servicios públicos. Y lo hace en tono francamente xenofóbico. Para ello insiste en políticas de deportación masiva. Un primer impacto del enfoque de Trump ya asoma en el plano fiscal. Como consecuencia de la rebaja de impuesto, aprobada por el Congreso a instancias de Trump, la oficina de asesoría financiera o presupuestaria del Congreso estima un peligroso crecimiento del déficit fiscal a niveles del 4% del PIB. El impacto de la guerra comercial con China y otras formas de proteccionismo frente a Europa mantienen en vilo a los inversionistas, a pesar del crecimiento económico; los precios del petróleo han venido subiendo y ya comienza a esfumarse gradualmente el ahorro que se percibía al cargar gasolina. Finalmente, no hay en sus propuestas una línea referida al empoderamiento de la clase trabajadora, nada que apunte a repartir los beneficios alcanzados en ocho años de crecimiento económico.
El impacto de la guerra comercial con China y otras formas de proteccionismo frente a Europa mantienen en vilo a los inversionistas, a pesar del crecimiento económico
En esos términos discurre la dinámica electoral parlamentaria que se definirá en noviembre. Frente al discurso demócrata, y apelando a una forma de comunicación brutalmente binaria, Trump ha dicho: “Los demócratas se han movido a tal extremo en la izquierda que quieren convertir a los Estados Unidos en la próxima Venezuela”. Semejante manipulación y falsedad causaría franca risa si no fuera porque la comparación alude a una realidad muy dolorosa, cual es la debacle de ese país suramericano. No hay nada en el planteamiento de inclusión y economía social de mercado de los candidatos demócratas que guarde alguna conexión con la destrucción perpetrada por Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela. Pero habrá quizás, en ese sector que lo apoya apasionada e incondicionalmente y que responde a la política del miedo estimulada por Trump, quienes lo escuchen.
Sin embargo, si vamos al fondo del mensaje y las ejecutorias de Trump, este no se plantea que tiene un problema que resolver, sino uno o varios culpables, ya sea China, Canadá, México o los inmigrantes… Y, para combatirlos, haría falta darle más poder a un hombre como él, “porque el sistema de Washington no funciona”, ese es su argumento. Para Trump, la prensa libre miente, sus críticos traicionan el ideal americano, la diversidad social es una amenaza. En fin, en ese cuadro, la verdad es que es en el extremo de la derecha demagógica y populista donde se perfila algo más parecido en sus consecuencias políticas a lo que ha sucedido en Venezuela. Y tampoco terminará igual, es la esperanza de todos. Porque el mundo entero todavía piensa que privará la fuerza institucional de la democracia americana, y prevalecerá la decencia al cambiar la correlación de fuerzas políticas en el Congreso, liberando al propio Partido Republicano del secuestro en el que lo tiene Trump, quien dista tanto de lo que este partido representaba para su fundador, Abraham Lincoln.