Daniel Gómez (ALN).- El Metro de Caracas fue un icono mundial de eficiencia, gestión y modernidad. Hoy es todo lo contrario. El chavismo lo heredó de la democracia y lo destruyó. Y esto es una lección importante para el futuro de Bolivia. El gobierno de Evo Morales sacó adelante Mi Teleférico, la compañía estatal que gestiona con eficiencia el sistema de cable urbano más emblemático del mundo. Ahora esta empresa está dirigida por el gobierno interino de Jeanine Áñez, pero el anterior gestor, César Dockweiler, antes de dimitir dejó un mensaje que nadie debe olvidar.
César Dockweiler rompió a llorar cuando anunció su renuncia como gerente de Mi Teleférico.
“Este proyecto no hubiera sido posible si no hubiéramos hecho cambios significativos en este país. Mi Teleférico es una muestra de poder hacer las cosas juntos. Para esto se necesita unión, ideas y proyectar ideas. Y se necesita que los objetivos de los bolivianos estén siempre, siempre, por encima de los intereses personales e incluso regionales”.
César Dockweiler compartió este mensaje por su canal de YouTube el pasado 13 de noviembre. Tres días después de que renunciara el expresidente Evo Morales y los disturbios en Bolivia subieran de intensidad. En el vídeo dice también que Mi Teleférico fue elegido finalista como una de las soluciones más eficientes e innovadoras en el World Smart City Awards 2019. Nadie imaginaría que una semana después de su renuncia resultaran vencedores de la competencia.
“En mi caso toca cerrar un ciclo. Toca salir”, dijo el gerente al relacionar su renuncia con las protestas.
Las protestas en Bolivia cumplen un mes y el caos es total
“Se me dio la oportunidad de servir a mis hermanos bolivianos. Y eso es lo que hoy llevo con muchísima satisfacción. La renuncia está conectada con elementos personales. Tiene que ver con ética profesional. Tiene que ver con compromiso de mi país”, agregó poco antes de agradecer a Evo Morales la confianza depositada. En él, y en Mi Teleférico.
Mi Teleférico es la empresa estatal que gestiona el sistema de cable urbano entre La Paz y El Alto, la red de teleféricos más emblemática y amplia del mundo. La construyó la empresa austriaca Doppelmayr luego de que el gobierno de Morales le entregara el proyecto llave en mano en 2011. Costó 1.400 millones de dólares.
El teleférico estuvo listo un año después. Inmediatamente se convirtió en ejemplo planetario de eficiencia, tecnología y gestión. Y lo sigue siendo. Pero más allá de todo esto, el teleférico “convirtió sus cabinas en un elemento de cohesión social”, recordó César Dockweiler entre lágrimas.
“En este proyecto se trabajó para la inclusión de todos. Para absolutamente todos”.
Este último mensaje es importante. No sólo por el momento de polarización que vive Bolivia, sino como mensaje de futuro. No es la primera vez que un cambio de gobierno echa por tierra proyectos que han sido emblemas de una ciudad. El caso más significativo es el del Metro de Caracas en Venezuela, otra herencia de la democracia que destruyó el chavismo.
El Metro de Caracas fue inaugurado el 2 de enero de 1983. Aunque su planificación y construcción comenzó mucho antes, de la mano de un consorcio internacional formado por las empresas Parsons, Brinckerhoff, Quade & Douglas de Nueva York y Alan Voorhees de Washington.
Pronto esta infraestructura se convirtió en ejemplo para todos. Fue la gran solución de movilidad para Caracas. “La gran solución para Caracas”. Ese era su eslogan.
El metro también fue un icono de modernidad y un ejemplo de civismo. En 1991 fue nombrado el metro “más ordenado y limpio del mundo”. También tuvo continuidad administrativa. José González Lander se mantuvo como gerente desde el comienzo hasta 1997, cuando presentó su renuncia. Se fue él, pero permaneció su equipo administrativo, hasta que Hugo Chávez decidió romper con todos. Ahí comenzó la muerte del Metro de Carcas.
Hoy las escaleras mecánicas no funcionan. Nadie paga por entrar al metro. Está sucio. Se producen robos. Los trenes pasan de forma intermitente. Se descarrilan. Se paran. Se quedan sin energía porque los apagones ya son cotidianos en Caracas.
Otra historia más de las desgracias del chavismo. Porque el metro, al igual que la industria petrolera y el sistema eléctrico, fue víctima de la corrupción, del derroche desmedido, de la falta de mantenimiento… Lo abandonaron. Murió.
Y César Dockweiler no quiere que el gran teleférico de Bolivia muera.
“Juntos lo hicimos posibles”, insistió. “Nos necesitamos. Nos necesitamos en la construcción de esta Bolivia que necesita seguir fortaleciéndose”.
El miércoles el ministro interino de Obras Públicas, Yerko Núñez, posesionó a Andrei Bonadona como nuevo gerente de la empresa estatal Mi Teleférico.