Pedro Benítez (ALN).- En Argentina, todos los secretos del poder político han sido revelados por el puño y letra de la expresidenta, y actual vicepresidenta de esa nación, Cristina Fernández de Kirchner.
En ese país ya se está haciendo tradicional que las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), en la que los partidos someten a consulta pública a sus candidatos para la siguiente elección parlamentaria o general, condicionen el curso político hasta la realización del proceso electoral definitivo.
Las que se efectuaron en ocasión de la presidencial de 2017 condicionaron el resto de la presidencia de Mauricio Macri, poniendo incluso en duda su capacidad para culminar el periodo constitucional.
Para todos los fines prácticos ese fue el fin de su Gobierno. En esa oportunidad, las PASO dejaron en evidencia que no podría reelegirse aunque se presentara a la elección definitiva, dada la ventaja con la que arrancó el candidato de la coalición kirchnerista Alberto Fernández. En los hechos su Gobierno quedó vaciado de poder político durante los últimos meses de su gestión.
LA HISTORIA SE REPITE
Dos años después la historia se repite, pero desde campo contrario. La coalición gobernante que dirige Cristina Kirchner, y que (hasta ahora) ha apoyado al presidente Alberto Fernández, perdió el fin de semana pasado el proceso mediante el cual las coaliciones partidarias eligen a sus candidatos a competir en las elecciones parlamentarias del próximo mes de noviembre.
La coalición Juntos por el Cambio, del expresidente Macri, superó ampliamente al kirchnerismo en la mayoría de las provincias argentinas, incluyendo sus dos bastiones: Buenos Aires, con la mayor población electoral, y Santa Cruz, la cuna política de la familia Kirchner.
Si en noviembre estos resultados se repiten, el peronismo perdería, por primera vez desde el retorno de la democracia en 1983, la mayoría absoluta en el Senado, con lo cual el presidente Fernández quedaría, institucionalmente, en manos de la oposición. Y todo parece indicar que ese es el escenario más probable, dada la reacción de la señora Kirchner a los resultados de los comicios.
El kirchnerismo ha podido manejar esta debacle electoral atribuyendo todas las dificultades del país, y por extensión del voto castigo, a la pandemia y al Gobierno anterior. Pero por esas vueltas que da la política, en un inesperado giro de los acontecimientos, la crisis la ha precipitado la propia vicepresidenta.
LA CRISIS QUE PROVOCÓ LA VP
Por medio de una carta pública, que hizo circular esta semana por sus redes sociales, trasladó toda la culpa del descalabro electoral de su movimiento al presidente Fernández, su equipo de gobierno y su gestión. El texto de la misiva va cargado de reproches y señalamientos contra el mandatario y varios de sus colaboradores.
Luego de admitir en el texto que “el domingo 12 de septiembre de este año el peronismo sufrió una derrota electoral en elecciones legislativas sin precedentes”. La expresidenta agregó:
“Sin embargo ahora, al día siguiente de semejante catástrofe política, uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillandose a los sillones. ¿En serio creen que no es necesario, después de semejante derrota, presentar públicamente las renuncias y que se sepa la actitud de los funcionarios y funcionarias de facilitarle al Presidente la reorganización de su Gobierno?”.
Prosigue describiendo la relación política personal que tiene con el Presidente, recordando que fue ella la que decidió elegirlo como candidato en 2019 y agregando que: “…no voy a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de su vocero se hacen sobre mí y sobre nuestro espacio político…”.
DECLARACIÓN DE GUERRA
Si lo anterior no es una declaración de guerra, se parece bastante. Sin mencionarlos directamente, criticó a los “funcionarios que no funcionan”, haciendo referencia, evidentemente, a los miembros del gabinete.
A continuación varios de los ministros del Gobierno de Fernández, vinculados al kirchnerismo, presentaron la renuncia de sus cargos, en una poca disimulada operación de presión política por parte de la expresidenta hacia el mandatario.
En resumen, Cristina Kirchner ha puesto al presidente Fernández entre la espada y la pared, amenazando con dejarlo sin respaldo en el Congreso argentino, sin esperar siquiera el día de la elección parlamentaria. Con lo cual, ella ha transformado una derrota electoral (algo normal en democracia donde se gana y se pierde) en una (innecesaria) crisis política.
Así las cosas, todo indica que a Alberto Fernández le espera un viacrucis el resto de su mandato constitucional.
CRISTINA FERNÁNDEZ, EL VERDADERO PODER
Argentina viene del confinamiento más prolongado del mundo con el pretexto de enfrentar la pandemia, con durísimas consecuencias para su ya castigada economía en términos de cierre de empresas, pérdida de empleos e incremento de la pobreza (el PIB cayó 9,9% en 2020, la pobreza superó el 45%), pero durante el cual han ido saltando un escándalo tras otro (vacunatorios VIP, fiestas en la residencia presidencial, incumplimiento en el suministro de las vacunas rusas) que han puesto de manifiesto una de las odiosas características del kirchnerismo: en el discurso todos somos iguales, pero en la práctica unos somos más iguales que otros.
Es decir, la élite del movimiento político es una élite privilegiada, que siente que eso es normal, y se lo merece. Y todo para tener a estas alturas más de 140 mil fallecidos por covid.
Contra ese estilo de gobernar, y sus resultados, ha votado la mayoría del electorado argentino. Está por verse si ese veredicto es ratificado dentro de dos meses. Por lo pronto, la vicepresidente ha decidido jugar su mano por adelantado, admitiendo lo que era un secreto a voces: el poder lo tiene ella.
APARTARSE DE LA DERROTA
Deja al presidente Fernández a la intemperie apartándose de la derrota. Sin asumir responsabilidad alguna, en su muy típico proceder de culpar siempre a los demás de todo lo que sale mal. El clásico lavarse las manos, como el procurador romano Poncio Pilatos.
También hay en esto una reacción preventiva ante la acción de la Justicia, dónde ella sigue con varios procesos abiertos. Este, y no otro tema, es la preocupación central de Cristina Kirchner. Todos sus cálculos políticos se supedita a esto. Este resultado electoral, hay que decirlo todo, animará a varios jueces que no han cedido durante dos años las presiones de su poder político.
Por lo tanto, a ella solo queda empantanar la cancha.
Sin embargo, todo esto parte de un problema de fondo, que tanto Cristina Kirchner como Alberto Fernández han demostrado que comparten, ejercer el poder para el uso, goce y disfrute personal. El electorado argentino sencillamente les está pasando su correspondiente factura a los dos. No obstante, veremos quién paga primero la que le corresponde.