Elizabeth Fuentes (ALN).- La pequeña botella de agua Fiji que se bebió el presidente Donald Trump en público cuesta poco más de siete dólares, pero no es ni la más exclusiva ni la más costosa de aquellas que llevan tiempo seduciendo a los catadores de agua. Hay marcas cuyo contenido proviene del deshielo de glaciares, botellas que alcanzan los 200 dólares y cumbres mundiales sobre mercadotecnia y talleres para sommeliers.
“Todo comienza en una nube… purificada por los vientos ecuatoriales, en un bosque lluvioso prístino rodeado de volcanes antiguos… lentamente filtrada por las rocas, recolectada artesanalmente, protegida y conservada de los elementos externos hasta que se abre la botella… intocable por el hombre… El agua más fina del planeta”. Así definen los publicistas al agua embotellada Fiji, la misma que con tanta rudeza destapó y tomó hace poco el presidente Donald Trump en medio de una rueda de prensa, sin que hasta ahora nadie haya medido el impacto de semejante escena en el cuidadoso marketing de la empresa cuya botella “cuadrada” es sinónimo de lujo.
Y si bien la pequeña botella que se bebió el presidente Trump cuesta poco más de siete dólares, no es ciertamente ni la más exclusiva ni la más costosa de aquellas que llevan tiempo seduciendo a los sectores VIP de ese mínimo índice de la población. Basta con enumerar algunas marcas para aprender que, en materia de aguas embotelladas, la sorpresa puede ser el ingrediente principal.
Por ejemplo, la marca japonesa Fillico -cada botella recuerda una pieza de ajedrez- asciende a 200 dólares, el mismo precio de Agua de Cristal -que mezcla aguas de Fiji y glaciares de París y Noruega-, cuya botella replica una escultura de Modigliani. Un poco más económica, la noruega Svalbarði asciende a 100 dólares la botella mediana porque, según sus anunciantes, proviene de icebergs que llevan miles de años congelados, lo que garantiza cero contaminación. La misma promesa la mantiene Iskilde, que por 20 dólares la botella pequeña, promete agua proveniente de las profundidades de los Lagos de Dinamarca, “formados durante la última edad de hielo”, mientras Bling, que dice provenir de una fuente de Dandridge, supera los 40 dólares aunque en ocasiones lanza ediciones de lujo cuya botella incluye cristales de Swarovski.
Cumbres, catas y menús
Hace poco culminó en Guangzhou (China) la 5ª Cumbre sobre Aguas Finas 2017, cuyos temas fundamentales fueron distribución global, soluciones de “menú de agua” para la industria de la hospitalidad, etiquetas de agua embotellada y talleres para sommeliers de agua. A la Cumbre le seguirá la Competencia Internacional de Cata y Diseño FineWaters en WaterExpo 2017.
Un restaurante en Los Ángeles tiene un menú de aguas con más de 30 páginas
“Algunas aguas son difíciles de conseguir y son realmente muy caras”, asevera el ya famoso catador de aguas alemán Martin Riese en su portal, donde tiene clasificadas más de 30 marcas, entre ellas la española Vichy Catalán. “No quiero que el agua se convierta en un producto de superlujo, pero, por otro lado, creo que deberíamos aprender a valorar el agua más que, por ejemplo, la gasolina. Cuando no haya más agua, intente beber su gasolina”.
Riese oficia como sommelier de aguas en el Ray’s and Stark Bar, de Los Ángeles, local que tiene un “menú de aguas” con más de 30 páginas donde está catalogado el contenido mineral, sabor y lugar de origen.
Otro catador, el español Faustino Muñoz, asegura que es capaz de distinguir entre más de 100 tipos de agua, los cuales califica en familia, tipo y estilo. Para Muñoz, la cata de agua tiene varias fases: visual, en la que se revisa la limpieza, el brillo y la transparencia -relacionados con la luz, y el color de la botella donde está el agua-, olfativa, cuando se determina si el agua huele a cal, a tierra o hierro, seguidas por la fase del aroma y finalmente, la gustativa, que determina el sabor del agua: dulce, salada o amarga. Y como si se tratara de un buen vino, asegura que el maridaje con el agua es igual que el del vino: “a comida más ligera, agua más ligera, y a comida más elaborada, agua con más sabor”.