Pedro Benítez (ALN).- Ninguna de las jugadas de los herederos de eso, que para ahorrarnos explicaciones denominamos chavismo, son nuevas. Todas, absolutamente todas, son un remake de versiones anteriores, con el mismo reparto de actores. Sirva de ejemplo la actual operación dirigida a minimizar, ningunear, judicializar y, a fin de cuentas, desconocer las implicaciones políticas de la primaria opositora efectuada el pasado domingo 22 de octubre.
Tal vez los venezolanos de más edad puedan recordar lo ocurrido con la recolección de firmas organizadas por factores opositores y de la sociedad civil en el año 2003, con la que se pretendía activar el Artículo 72 de la Constitución de 1999 según el cual: “Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables. Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referéndum para revocar su mandato”.
Pues bien, en agosto de aquel año (casi que hablamos de prehistoria) la extinta Coordinadora Democrática presentó ante el Consejo Nacional Electoral (CNE) alrededor de 3.2 millones de firmas con el objeto de poner en marcha la citada norma constitucional.
Enredo
Pero desde el CNE, el Gobierno y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) se creó un enorme enredo político, legal, mediático y hasta policial, con allanamientos y presiones de todo tipo incluidos, que obligó a los interesados a recolectar nuevamente las fulanas firmas, y luego a muchos de los firmantes a “repararlas” en unas determinadas condiciones.
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Todo eso para que desde las altas instancias del poder político nacional aseguraran que se había cometido “un gigantesco fraude”. Exactamente lo que se dice de la primaria hoy.
Ese era el primer tema en los noticieros de la televisión y en las tertulias de las emisoras de radio (aún no se había impuesto la hegemonía comunicacional), así como en la prensa escrita en la cual corrieron los conocidos ríos de tinta. En aquella época no existían (ni se les esperaba) los grupos de WhatsApp.
Durante meses la controversia, que incluyó protestas, represión, más de una docena de muertos, y centenares de heridos y detenidos, dominó la agenda pública en Venezuela, agudizando, todavía más, la polarización política. Cada bando se atrincheró en sus posturas.
La estrategia del retardo
Los chavistas poniendo en duda la capacidad opositora de efectuar tal convocatoria popular; después de todo, esa era una oposición compuesta (se afirmaba) por las privilegiadas clases altas (la oligarquía numéricamente ínfima) y por los restos de los desprestigiados partidos del régimen anterior.
Del otro lado de la talanquera se intentaba explicar, con todo tipo de cuentas dignas del Álgebra de Baldor y con enjundiosos planteamientos constitucionales, que la solicitud opositora era factible matemáticamente y razonable legalmente.
A toro pasado, dos décadas después, sabemos que todo aquello no fue más que una estratagema destinada a retardar la realización de la consulta ciudadana a la espera de que las encuestas indicaran que el favor popular volvía a estar del lado del entonces primer mandatario nacional, objeto del revocatorio. Sencillamente se manejaron las instituciones para ganar tiempo, mientras los precios mundiales del petróleo seguían subiendo gracias (entre otras cosas) a la invasión angloamericana a Irak del año anterior.
¿Quién fue el cerebro de aquella operación electoral? El entonces rector principal del CNE y hoy presidente de la Asamblea Nacional (AN), doctor Jorge Rodríguez. Ninguna coincidencia.
Pero avancemos un poco en el tiempo, a hechos no tan lejanos. Recapitulemos en la elección parlamentaria de diciembre de 2015 en la cual los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) obtuvieron, contra toda pronóstico, dos millones de votos por encima del oficialista Gran Polo Patriótico y dos tercios de las bancas de la AN.
¿Fraude en la primaria?
Sin hacernos eco de los rumores y versiones no confirmadas por la investigación histórica profesional sobre el papel cumplido la noche de esa elección por el Alto Mando Militar de la FANB, lo cierto del caso es que el aparato comunicacional del Gobierno no podía salir a decir que la oposición le había hecho un fraude nacional al CNE (aunque amagaron con eso); por tanto, se sacaron de la chistera lo del desacato.
Nuevamente, el encargado de sustanciar la coartada oficialista fue el alcalde del municipio Libertador de Caracas y jefe del comando de su campaña Jorge Rodríguez. Aseguró poseer suficiente evidencia que demostraba un fraude electoral por medio de la compra de votos en el estado Amazonas.
Para hacer breve el recuento, la cuestión fue que el TSJ ordenó suspender la proclamación de los tres diputados indígenas, Nirma Guarulla, Julio Ygarza y Romel Guzamana. Y a partir de allí se inició un interminable debate constitucional, digno de las mejores escuelas de Derecho del país a fin de discernir si la AN2015 estaba en desacato o no. Asunto clave, puesto que, con esa mayoría calificada, se suponía, la oposición podía hacer muchas cosas. No obstante, el TSJ declaró a la AN2015 en desacato, y todo el mundo pareció olvidar en Venezuela cómo fue que esos parlamentarios (no solo los tres de Amazonas, sino los otros 109) fueron elegidos. No es necesario decir que el TSJ nunca resolvió si en Amazonas hubo o no fraude en aquellos comicios.
Nada nuevo bajo el sol caribeño
A estas alturas del relato el amable lector ya se dio cuenta que no hay nada nuevo bajo el sol caribeño. Nuevamente, los mismos personajes, empujan a la oposición, y lo que queda de opinión pública, al estéril debate de poner a la gente a sacar cuentas del número de personas que votaron por mesas en la primaria del domingo pasado. Si en las internas del PSUV con 5.124 mesas de votación se movieron 3.5 millones de electores y si en la primaria opositora con 5.134 mesas lo hicieron 2.4 millones. O si el criterio en el movimiento por minuto de votantes por parte del CNE que fue válido para las elecciones de 2020 y 2021, es distinto para Comisión Nacional de Primaria. Y así.
El asunto es evidente. En el relato oficial no se puede aceptar colas interminables de personas, esperando pacíficamente en Catia, Propatria, Petare, Los Teques, el oeste de Maracaibo, el sur de Valencia, etc. No se reconoce al adversario y no se reconoce el deseo mayoritario y lógico de cambio por parte de los venezolanos. Por consiguiente, hay que embarrar la cancha, amenazando y persiguiendo. Que no se hable de las razones por la cuales la gente votó en la primaria, sino del número de personas que pueden votar por minuto. Ya saben, los problemas de la gente.
La primaria es mala para una cosa y buena para la otra
De modo que, la cuestión central hoy, como lo fue hace veinte años, y en 2015, es que el chavismo, como concepción política, no cree en la democracia. La usa cuando le conviene, pero la desestima cuando la mayoría (la regla de oro) no le favorece o sencillamente cuando se hace evidente que tiene a una parte del país en contra. Eso es típicamente populista. No puedo tener al pueblo, o parte del pueblo en contra, porque el pueblo soy yo.
La cuestión central de Venezuela a lo largo de este cuarto de siglo de hegemonía chavista ha sido ese.
En definitiva, el acuerdo de Barbados se firmó para que el Gobierno se comprometa a cumplir la Constitución y reconocería a la oposición. A una parte, buena o mala, pero que está allí.
Sí, ya sabemos, esa no es toda la oposición. Es solo una parte de la misma. También se está insistiendo que muchos de los partidos representados en Barbados fueron “barridos” por María Corina Machado en un proceso en el cual ella fue elegida casi de manera unánime, y, por tanto, están deslegitimados. Es curioso como la primaria es mala para una cosa y buena para la otra.
El mismo perro con el mismo collar
Perfecto, ahora el problema será que ellos, el Gobierno/Régimen/Partido-Estado, no reconoce la legitimidad de MCM, así como no reconocía las firmas de 2003 y desconoció a la AN2015. El mismo perro con el mismo collar.
Sin embargo, ella no es el asunto. Es el rostro del mismo. El problema son los que se niegan a reconocer la soberanía popular expresada por medio del voto.
El que dirección política opositora, envanecida por la magnitud del arrollador triunfo electoral del 6 de diciembre de 2015, no haya sacado bien las cuentas, dando por liquidado (cuestión de tiempo) a Nicolas Maduro, es una reflexión ineludible de hacer, pero que no niega lo anterior.
Ahora bien, en el Gobierno saben lo que pasó. Perfectamente. Ni están locos o sufren de alguna alteración de la personalidad. Saben (y cuentan con) que pueden manipular la psiquis de ciertos opositores que siempre “comen casquillo”. Eso también es, y como hemos visto ha sido, parte de su estrategia maestra que pasa, ineludiblemente, porque la oposición como un todo se vuelva a dejar dominar por la desesperanza, la rabia y la impotencia.