Pedro Benítez (ALN).- Luego de semanas en las cuales los cortes eléctricos no programados (los tristemente conocidos apagones) recrudecieron en la mitad occidental del territorio nacional, afectando durante horas y días a ciudades como San Cristóbal, Mérida, Barquisimeto, Valencia o Maracaibo, el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, ha revelado que el Gobierno de Nicolás Maduro decidió condonar 70 millones de dólares que ese país pequeño país insular tiene con Venezuela por medio de Petrocaribe y, de paso, reiniciar ese programa de distribución de crudo a precios preferenciales para los estados del Caribe.
A lo anterior, agréguese una nota de la agencia Reuters, firmada por la prestigiosa periodista Marianna Párraga, según la cual PDVSA se dispone a despachar, luego de meses de pausa, 190.000 barriles de diésel a Cuba.
Literalmente luz para la calle, oscuridad para la casa.
Tal como le ocurre al prisionero de una adicción, el Gobierno chavista no ha dejado pasar el primer viento de cola que recibe gracias a la subida de los precios internacionales del petróleo, y a un muy modesto incremento de la producción nacional de este recurso natural, para volver a sus conocidas, fallidas y ruinosas prácticas de populismo internacional.
Creado en junio de 2005 en el Primer Encuentro Energético de Jefes de Estado y de Gobierno del Caribe mediante un Acuerdo de Cooperación Energética suscrito por 14 gobiernos, que incluía no sólo a estados del Caribe anglófono, sino también a Surinam, Honduras, Guatemala, República Dominicana y, por supuesto, a Cuba, Petrocaribe tenía un solo objetivo: comprar voluntades internacionales.
Posteriormente se sumarían al acuerdo Nicaragua, El Salvador y Haití. Del Caribe angloparlante sólo no se unirían Trinidad y Tobago (productor de gas y petróleo) y Barbados (paraíso fiscal de renta alta).
Mediante el mismo PDVSA se comprometía a suministrar (y hasta 2014 lo hizo) más de 100 mil barriles al día a precios preferenciales. Entre otras condiciones la mitad de la factura se pagaba a 25 años al 1% de interés y el resto de la deuda generada podía cancelarse en servicios o en especies como ganado o caraotas.
En un momento en el cual los precios del oro negro no paraban de subir, la oferta venezolana era un auténtico salvavidas para países que por su propia geografía no disponen de otras fuentes de energía.
Esto le permitió al anterior Jefe del Estado tener una influencia en Centroamérica y el Caribe de la que no dispuso ningún gobernante venezolano antes de él y tampoco países de las dimensiones de Brasil o México. Ese ascendiente fue decisivo en una docena de gobiernos con voz y voto en organismos internacionales como por ejemplo la Organización de Estados Americanos (OEA).
Un precio alto
Por cierto, al parecer eso no llegó a inquietar demasiado al gobierno de Washington, pues en un informe del Comando Sur del año 2009 se afirmaba que “Chávez era un factor de estabilidad” en el área del mar Caribe. Allí se señalaba que no había evidencias de que ese subsidio petrolero venezolano fuera una amenaza para los intereses estratégicos de Estados Unidos, sino que por el contrario estaba evitando una mayor presión migratoria de cubanos y haitianos en las costas de Florida.
Pero en términos económicos tuvo un precio muy alto para Venezuela. Al país le dejaron de ingresar 1.500 millones de dólares al año en promedio durante una década del mercado petrolero mundial solo para sostener a Petrocaribe.
Cuba es una cuenta aparte, pues por su lado recibió durante más de una década entre 100 y 120 mil barriles diarios a fondo perdido que Fidel y Raúl Castro desperdiciaron sin que mejorara en nada la ruinosa economía de la isla, ni el nivel de vida de los cubanos.
Una enormidad de recursos que de haber ingresado a las arcas públicas de Venezuela se pudieron haber ahorrado, como hicieron en esos mismos años Arabia Saudita y Noruega preparándose para época de las vacas flacas, o invertido en la infraestructura, la red eléctrica, la productividad de la economía, o en mejorar la red básica de educación y salud que hoy tanto necesitan millones de niños venezolanos que padecen desnutrición justo sobre las mayores reservas de hidrocarburos del planeta.
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Cuando la situación económica venezolana empezó a apretar, ya estando Nicolás Maduro en el poder, esa deuda (20 mil millones en 2014) fue titularizada en parte por su Gobierno para obtener las divisas que necesitaba desesperadamente y al mismo tiempo el suministro petrolero venezolano a los países beneficiarios disminuyó, de los 120 mil barriles al día que llegó a tener en su mejor momento hasta 28 mil en 2017.
Como no podía ser de otra manera, porque el cariño no se compra, la comunidad lingüística del CARICOM, que en su abrumadora mayoría se benefició largamente de los miles de barriles de petróleo venezolano, no ha perdido oportunidad de darle respaldo a Guyana y a Trinidad y Tobago en cualquier disputa con Venezuela.
La solidaridad de los estados-islas del Caribe no hispano con el régimen chavista duró lo mismo que el subsidio petrolero. Así es la condición humana y en eso consiste la gratitud en las relaciones internacionales.
Nicaragua y Cuba
Para lo que sí sirvió ese perverso subsidio fue para financiar las dictaduras de Nicaragua y Cuba. En eso sí fue bastante efectivo.
Daniel Ortega consiguió por medio de Petrocaribe privatizar los envíos de petróleo venezolano para su manejo discrecional, sin que tuviera que pasar por el presupuesto público del Estado. Mediante una transacción privada PDVSA entregó el 50% del suministro petrolero que destinó a Nicaragua a la Caja Rural Nacional (Caruna) una cooperativa controlada por el Frente Sandinista. Esto le otorgó a Ortega un poder económico discrecional inmenso para financiar sus políticas sociales y su maquinaria política.
El ex embajador de ese país en España durante el primer gobierno sandinista de los años ochenta, Edmundo Jarquín, señala en el libro El régimen de Ortega (octubre 2016) que: “La cooperación de Venezuela ha tenido enormes consecuencias en la consolidación del poder de Ortega cuyo destino, en parte significativa, está vinculada a la evolución de ese país”.
En otro capítulo de ese mismo trabajo el economista y diputado opositor a la Asamblea Nacional nicaragüense Enrique Sáenz indica: “La clave para interpretar el régimen político, económico y social impuesto por el gobierno de Ortega a lo largo de sus diez años de ejercicio residen en la cooperación petrolera venezolana” (página 217).
Sin embargo, dejemos por un momento de lado todo el recuento anterior. Hagamos borrón y cuenta nueva. ¿No sería lógico que si el Gobierno aspira a que continúe la recuperación económica del país use todos los recursos a su disposición para invertirlos en el malogrado sector eléctrico nacional? ¿No es demasiado evidente que ya la larguísima crisis eléctrica es una camisa de fuerza para la economía?
¿Se va seguir ignorando el hecho evidente y suficientemente documentado de que la población venezolana más vulnerable, niños y adultos mayores, lleva años al borde del hambre? ¿Dónde están las prioridades?
A menos que, en el fondo, todo lo anterior no sea de interés. O porque no se quiere, o porque no se puede. En cualquier caso, el mismo razonamiento aplica a las controversiales sanciones comerciales estadounidenses y a la decisión de no renovar el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), con sus implicaciones en el proceso de negociación en curso con los enviados de la Casa Blanca.
Con esta actitud soberbia y mediocre ante los problemas nacionales, sólo una mayor incompetencia política del lado opositor puede permitirle a Maduro asegurar su continuidad en la Presidencia más allá de enero de 2025.
@Pedrobenitezf