Daniel Gómez (ALN).- Diego Armando Maradona murió con 60 años este miércoles y el mundo del fútbol se puso a llorar. Argentina se puso a llorar. Nápoles se puso a llorar. Muchos se preguntarán por qué. ¿Por qué el hombre que cometió casi todos los pecados del mundo es tratado como una deidad? Sólo quienes disfrutaron de su fútbol y su compañía parecen tener una explicación.
Diego Armando Maradona comenzó a jugar al fútbol en 1976. Desde entonces más de 12.000 argentinos fueron bautizados con su mismo nombre, según el Registro Nacional de las Personas del Ministerio del Interior de Argentina.
Aunque este dato ayude a entender la inmensidad de Maradona, los números de poco sirven en este caso. Quizá las imágenes que ha dejado su muerte definan un poco mejor lo que está ocurriendo. Cientos de miles de personas, incluso millones, llorando desconsoladas en Argentina, en Nápoles, el presidente de su país declarando tres días de luto oficial, presentadores de televisión derrumbándose en pleno directo, futbolistas jóvenes, viejos y retirados rindiéndose al jugador, argentinos callados, enmudecidos, sin nada que decir…
Pero ni siquiera estas imágenes son suficientes para entender su muerte. Fuera de la gran burbuja que es el fútbol, fuera de aquellos que no vieron a Maradona jugar ni se preocuparon por entender su figura, la gente se pregunta por qué tanto jaleo. ¿Por qué endiosar al hombre que cometió casi todos los pecados del mundo? Sucumbió a las drogas, se hizo amigo de dictadores, maltrató mujeres, mintió, insultó, malvivió…
¿Por qué?
Parece que sólo aquellos que lo vieron jugar al fútbol, que compartieron cancha con él, que disfrutaron de lo que hacía con la pelota, tienen una explicación.
“Maradona se convirtió en una suerte de Dios sucio, el más humano de los dioses. Eso quizás explica la veneración universal que él conquistó, más que ningún otro jugador. Un Dios sucio que se nos parece: mujeriego, parlanchín, borrachín, tragón, irresponsable, mentiroso, fanfarrón”, dijo una vez de Maradona el fallecido escritor uruguayo y uno de los mejores cronistas de fútbol, Eduardo Galeano.
“Aquellos que arrugan el rostro pensando en el último Maradona, con dificultades para caminar, problemas para vocalizar, abrazando a Maduro y haciendo de su vida lo que le daba la gana, harán bien en abandonar esta despedida que abrazará al genio y absolverá al hombre. No van a encontrar un solo reproche porque el futbolista no tenía defectos y el hombre fue una víctima. ¿De quién? De mí o de usted, por ejemplo, que seguramente en algún momento lo elogiamos sin piedad”, apuntó este miércoles el exfutbolista Jorge Valdano, compañero de Maradona en la selección argentina, en un artículo para el diario La Nación.
“Maradona fue un campeón, un genio, y no se puede pedir a los genios que sean hombres ordinarios”, afirmó entre lágrimas Corrado Ferlaino, el hombre que llevó a Maradona a Italia para que ganara las dos únicas ligas que tiene el Nápoles y convertirse allí también en una deidad.
“Diego se escapó del cielo y nuestra misión es acompañar su regreso con alegría y cantos. Tenemos que ser egoístas y dejarle la tristeza a los familiares. Diego, a nosotros, sólo nos dio alegrías y debemos despedirlo así. La primera sensación fue de dolor: ahora es de gratitud”, dijo al diario El País Walter Rotundo, integrante de la Iglesia Maradoniana creada en 1998 por sus fanáticos, fanáticos como el propio Rotundo que bautizó a sus hijas como Mara y Dona.
Con 60 años de edad, falleció Diego Armando Maradona por causas naturales: un paro cardiorrespiratorio. La muerte más mundana y sobria para el considerado por muchos como el mejor futbolista de todos los tiempos, El 10, El Pelusa, El Pibe, para “Dios”.