Redacción (ALN).- La escasez de divisas fue el factor determinante en el manejo de la economía en 2016 y terminó sirviéndole al gobierno de Maduro para jugar un vigoroso rol en el mercado, sometiendo a las empresas a una nueva dinámica donde el Estado era cliente, proveedor de materias primas, regulador y recurso de última instancia para sostener sus operaciones. El gobierno de Nicolás Maduro señala que en 2016 hubo una contracción de 87% en los ingresos de divisas, un cuadro crítico que llevó a Venezuela a su tercer año de estancamiento en medio de un acelerado proceso inflacionario y con escasez severa de productos básicos. El escenario, que en algún momento hizo peligrar la estabilidad de la gestión de Maduro, terminó siendo utilizado por las autoridades para ganar espacios y acorralar aún más al sector privado recurriendo a vías con menos visibilidad a efectos de la crítica internacional y menos onerosas que las antiguas expropiaciones y estatizaciones.
Cuando 2016 comenzó los analistas estimaban una brecha en las cuentas externas cercana a los 40 mil millones de dólares debido a los fuertes compromisos de deuda y al desplome de los precios del petróleo. A esta coyuntura el Gobierno le salió al paso anunciando que aplicaría una “acupuntura” de divisas, fórmula recetada por el asesor español Alfredo Serrano Mancilla, a quien el presidente de la República bautizó como el “Cristo de la economía”.
Gracias a esta fórmula quedaba a criterio del Ejecutivo decidir quiénes serían los beneficiarios de las pocas divisas baratas del sistema (Bs 10 por dólar), los que serían remitidos a la segunda tasa oficial (Bs 600 aproximadamente), y los que serían empujados a gestionar divisas en el mercado paralelo o ante sus filiales o casas matrices en el exterior.
Entre 2003 y 2015 el sector público pasó de tener cerca de 20% en el total de las importaciones hasta aproximarse al 50% por decisión del Gobierno
La estimación oficial al inicio de 2016 era que las importaciones del año llegarían con suerte a los 20 mil millones de dólares, un monto equivalente a unos 776 dólares por habitante. Vale decir que en 2015 el monto de las compras externas por venezolano era equivalente a 1.178 dólares y ya ese año se hablaba de serios problemas de abastecimiento en el país. Cabe apuntar que ya Venezuela resentía un recorte de 44% en las importaciones entre 2012 y 2015.
De allí que el anuncio oficial presagiaba la gravedad de la situación que estaba por vivirse durante 2016. Pero la estimación del Ejecutivo a comienzos del año fue generosa con respecto a los resultados efectivos, pues según han asegurado Maduro y sus ministros, las importaciones alcanzaron solo 17.800 millones de dólares, una caída de 57% con respecto al nivel de 2012, año en el que sumaron 57 mil millones de dólares.
Cuando Maduro habla de estos resultados se refiere a las compras externas como una inversión: «6.800 millones de dólares logramos invertir para las importaciones básicas, fundamentales, de una economía que normalmente se estaba chupando 35.000 millones de dólares», mientras que el sector privado destinó 11.000 millones de dólares en la adquisición de bienes terminados y materias primas.
Aristóbulo Istúriz, quien fue vicepresidente de la República en todo 2016, también habla de esas importaciones como una “inversión” para “importar materia prima y fortalecer el desarrollo socioproductivo”.
El asesor español Alfredo Serrano Mancilla, bautizado como el «Cristo de la economía» por Maduro / Flickr
El ministro de Agricultura y Tierras, Wilmar Castro Soteldo, va más allá y asegura que esta “inversión” privada se puede atribuir a las oportunidades que ofrece el Gobierno para la economía del país. “Esos son empresarios con un carácter nacionalista firme, arriesgados (…), ven una oportunidad (en el país) gracias a los esquemas que hemos venido desempeñando y con los esfuerzos que el presidente Nicolás Maduro ha hecho».
Istúriz aseguró que en 2016, por primera vez, el sector privado invirtió más que el Estado.
Recorte sistemático de divisas
Ante la ausencia de cifras oficiales, porque ni el Banco Central ni el Instituto Nacional de Estadística actualizan datos desde hace más de un año, no se puede discriminar del monto suministrado por el Gobierno cuánto corresponde a compras en el exterior para consumo intermedio, para consumo final o si se trató de bienes de capital, a efectos de dimensionar los datos en términos de inversión.
Lo que sí permiten las cifras disponibles es observar que, contrario a lo que dicen los funcionarios del Gobierno, el grueso de las importaciones ha estado tradicionalmente en manos del sector privado, que no solo importa bienes terminados sino materias primas para procesar, así como equipos y repuestos, entre otros. Sin embargo, en los últimos 10 años esa tendencia se ha revertido como parte de una decisión de las propias autoridades para darle más peso al Estado en la economía y limitar su exposición a cualquier vaivén de la actividad privada.
De allí que entre 2003 y 2015 el sector público pasó de tener cerca de 20% en el total de las importaciones hasta aproximarse al 50% por decisión del Gobierno, aun con altos precios del petróleo. Esta fue la evolución tras un sistemático recorte en las asignaciones de divisas a las empresas.
Otra lectura de las cifras permite observar que entre 2003 y 2013 los ingresos por exportaciones petroleras rondaron los 700 mil millones de dólares, de los cuales sólo 44% fueron canalizados al sector privado.
En 1999, cuando Hugo Chávez iniciaba su gobierno, el sector privado representaba cerca de 65% del Producto Interno Bruto y en 2012, cuando el país vivía un pico histórico de precios del petróleo y no existía la excusa de la escasez de divisas, ya el peso de la actividad privada había caído a 58%, mientras en contraste crecía el peso del Estado, lo que no necesariamente se ha traducido en más producción y eficiencia.
En 2013, cuando todavía no se había hundido el precio de la cesta petrolera venezolana por debajo de los 30 dólares el barril, al sector privado le autorizaron 15.515 millones de dólares para importaciones, 15% menos que un año antes y 26% por debajo de lo otorgado en 2010, porque la estrategia del Gobierno era irle cerrando espacios al empresariado.
Las liquidaciones de divisas al sector privado se ubicaban en 126,8 millones de dólares en promedio en 2014, para caer a solo 18,4 millones en 2016, 86,5% menos en dos años, según cálculos de la firma consultora Ecoanalítica.
El beneficio de las divisas baratas es de uso casi exclusivo del Gobierno, que terminó convertido en importador directo para su propia red de atención a la población
Todo esto se ha registrado en un mercado que desde 2003 está controlado por el Estado, en el cual no hay libre convertibilidad de la moneda y el mercado negro está penado por la ley. Sin embargo, el Gobierno llama al empresariado a “meterse la mano en el bolsillo” para buscar sus propios recursos a fin de operar, aunque negándole la opción de recurrir al mercado regulado de divisas.
El beneficio de las divisas baratas es de uso casi exclusivo del Gobierno, que terminó convertido en importador directo para su propia red de atención a la población y suplidor de insumos para varias empresas privadas de sectores estratégicos. En 2016, según Ecoanalítica, 88,7% de las importaciones públicas se realizaron a la tasa Dipro (otra tasa oficial), en un mercado donde 65,9% de las divisas de la economía se vendieron a dicha tasa.
Literalmente el sector privado ha sido empujado a comprar en el mercado negro de divisas. La misma firma de economistas señala que de 2005 a 2013 cerca de 13,9% de las importaciones privadas se nutría del dólar paralelo, pero en 2016 alimentó aproximadamente 30% de las compras externas de los empresarios.
Para un país con regulaciones de precios este sistema resulta perverso, porque muchas empresas no pueden recurrir al dólar del mercado paralelo para cubrir sus necesidades porque el Gobierno les prohíbe trasladar los costos a los precios de venta. Buena parte de las distorsiones que experimenta el mercado encuentra su raíz en esta situación.