María Rodríguez (ALN).- A los 285 muertos en Nicaragua se suman 156 desaparecidos. Una circunstancia que despierta los recuerdos de las dictaduras de Argentina, Uruguay, Chile y Brasil del siglo pasado. Estas desapariciones forman parte de una estrategia de intimidación política. “Se llevan a cualquiera. Por eso ya se habla de terrorismo de Estado en Nicaragua”, subraya una fuente al diario ALnavío.
La represión en Nicaragua suma 285 muertos y más de 1.500 heridos, pero también -al menos- 156 desaparecidos, según datos de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos. Una situación que despierta los recuerdos de las desapariciones perpetradas por las dictaduras en Argentina, Uruguay, Chile y Brasil (entre otras) de los años 60, 70 y 80.
En Argentina, la cifra general defendida por organismos de derechos humanos era de 30.000 desaparecidos en la dictadura militar de Jorge Rafael Videla (de 1976 a 1981, aunque la dictadura se extendió a 1983). Sin embargo, en el primer recuento oficial, realizado en 1984 por la Comisión Nacional de Desaparecidos se reportaron 8.951 víctimas entre desaparecidos y ejecutados, según recoge el diario El Español.
En Chile, el portal Memoriaviva.com (proyecto de derechos humanos contra la impunidad en el país) registra 1.210 desaparecidos tras el golpe de Estado de 1973, liderado por Augusto Pinochet.
En Uruguay, el portal Desaparecidos.org, que se define como un proyecto de organismos y activistas pro derechos humanos para recuperar y mantener la memoria, cifra los desaparecidos en 300 entre 1973 y 1985. La dictadura se inició con Juan María Bordaberry.
En Brasil, y también según los datos de Desaparecidos.org, en la dictadura militar entre 1964 y 1985 se registraron 144 desapariciones de militantes políticos de izquierda. Una dictadura iniciada bajo el poder de Humberto de Alencar Castelo Branco. Todos ellos son gorilas de la represión.
En el caso de Nicaragua, los cientos de desaparecidos responden a raptos de las fuerzas paramilitares. “Lo dicen las comisiones de derechos humanos”, precisa al diario ALnavío Mildred Largaespada, periodista nicaragüense residente en España, analista política y de comunicación y autora del blog 1001 trópicos.
¿Por qué tantos desaparecidos? “Forma parte de la estrategia para controlar la situación por parte de Daniel Ortega. Este sacó del disco duro todas las estrategias de intimidación política de cualquier dictador y las está llevando a cabo”, lanza Largaespada.
“Mandar a las turbas, a los antimotines, disparar con francotiradores, incendiar lugares supuestamente no importantes para intimidar a la gente, llamadas telefónicas a líderes estudiantiles y periodistas con amenazas veladas… Y los desaparecidos son parte de esa estrategia. Se llevan a cualquiera, participen o no en las protestas. Por eso ya se habla de terrorismo de Estado”, advierte la periodista.
¿Y qué se pretende con los desaparecidos? “Mantener en zozobra a las madres. Y siempre son jóvenes a los que se llevan. Para que las madres les digan que no vayan y los mismos jóvenes tengan miedo de participar”, resume.
¿Con qué puede compararse la crisis en Nicaragua?
Salvador Martí i Puig, profesor de ciencia política de la Universidad de Girona (España), afirma al diario ALnavío que lo que antes era una crisis política, hoy ya es política, social, económica y humanitaria. “Con todas las distancias, podría parecerse un poco a las primaveras árabes”, explica Martí, especialmente por lo “concentrado en el tiempo e intenso en represión”.
Largaespada y Pablo Carballo, investigador y profesor de Sociología en la Universidad de Costa Rica, van más hacia Centroamérica y lo comparan con las revueltas en Guatemala, Honduras y El Salvador por los derechos políticos. “Es el agotamiento de la clase política, que se ha corrompido”, subraya la periodista.
¿Cómo está la sociedad nicaragüense?
“Está rebelde y con mucha rabia y ganas de justicia”, subraya Largaespada. Para Carballo, “la distancia entre la cúpula política del país y el resto es tanta que lo que sienten es humillación por esa sensación de desigualdad”.
Carballo añade que “los jóvenes que manifiestan crecieron bajo el sentido de que podían prosperar, como una promesa de modernidad, pero eso no se está dando en el país”.
De una “revuelta social” a una “revolución del pueblo”
Los primeros compases de la crisis en Nicaragua “tomaron a la gente desprevenida”. Lo dice Largaespada. Recuerda que la crisis empezó como una “revuelta social”, pasó a “insurrección popular” y hoy ya es una “revolución del pueblo”. A los estudiantes universitarios que iniciaron la revuelta hace más de dos meses “se les mandó una represión inaudita, con antimotines”, recuerda la periodista. A esta protesta siguieron otras con la misma respuesta: “Grupos de turbas a reprimir y después los antimotines”, subraya.
Largaespada recuerda que la crisis pasó de “revuelta social” a “revolución del pueblo”
“Con el primer muerto (19 de abril) se levantó más gente. Empezaron los antimotines a disparar. Aumentaron los muertos y más gente se levantó. Yo lo llamo también revolución porque hay muchos discursos integrados en las protestas: primero el de ‘tenemos derecho a protestar’, después el de ‘no nos mates’, y el tercero ‘no nos maten a tantos’”, relata Largaespada.
Según avanzó la crisis “la gente se fue despertando”, apunta la también analista política. “El periodo de Daniel Ortega se ha caracterizado por un monólogo discursivo en el que había un país ficticio, en el que se contaba una historia específica. Pero la gente se ha ido despertando. Todo era mentira: la situación económica, el empleo, las oportunidades, hasta lo que se decía de que Nicaragua era el país más seguro y que las tasas de educación eran altísimas”, reprocha la analista y añade: “Se le ha ido quitando la careta”.
Hacia dónde apunta la salida
En cuanto a la solución de la crisis en Nicaragua, los tres expertos consultados están de acuerdo en que es necesaria la salida de Ortega. Respecto a la convocatoria de elecciones, Martí subraya que “no pueden ser inmediatas porque no es sólo un tema de votar. Hay que actualizar registros, datos, partidos… Es mucho de organización y logística. Quedaría un gobierno interino de concentración nacional”, explica.
“Hay que sacar a Ortega para que deje de matar. Es una carnicería contra gente inocente”, subraya Largaespada. Apunta que con los primeros muertos empezó a hacer un cuadro de patrón.
“Los primeros muertos eran tan inocentes que no sabían el país en el que vivían. Yo como periodista sí lo sabía. Sabía quién era Ortega, capaz de cualquier cosa. Esta gente era tan inocente que se iba a las protestas cuando ya había 20 muertes con camisas de color rojo, verde, fosforitos. Entonces el francotirador los agarraba a los primeros. No iban de camuflaje. Ahí te das cuenta de la gente inocente que ha matado”, concluye.