Moris Beracha (ALN).- Un solo hecho inesperado, un imponderable que nadie imaginó que podía desatar el terror colectivo, está arrasando con las expectativas positivas de crecimiento que se tenían con las principales economías mundiales.
El culpable es el coronavirus, una peste que no es letal como el SARS pero que tiene fuertemente impactadas a todas las naciones. Tanto así que ante las previsiones de caída del consumo mundial, dos de los titanes petroleros más poderosos del planeta como Arabia Saudita y Rusia entraron en disputa y los precios del crudo se han venido abajo.
Una histórica reunión en la OPEP la semana pasada de la que se filtraron detalles sobre las incómodas conversaciones de los miembros del cartel, pero sobre todo de Arabia Saudita, que ejerce el rol protagónico en esa organización, con un aliado hasta ese momento como Rusia, han dejado al mercado petrolero en un despeñadero. Con precios que no se veían desde 1991 y unas previsiones que ubican al barril hasta en 20 dólares para este año.
Rusia ha sido clara en que no está dispuesta a apoyar la estrategia de Arabia Saudita de cerrar los grifos para evitar un desplome del precio. Para el gobierno de Vladímir Putin las continuas sanciones impuestas por Estados Unidos, y el avance de las empresas de shale oil han acabado con su paciencia. Decidieron jugar duro y dejaron sin aliento a todos los miembros de la OPEP.
En la guerra del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita el más perjudicado es Maduro
Por su parte, Donald Trump ha decidido brindar apoyo financiero a la industria del petróleo de esquisto en EEUU, consciente de que es poco lo que puede hacer en este momento en que las principales firmas financieras estadounidenses se están replanteando los escenarios y ven con alarma lo que podría ser la caída del crecimiento global.
No es un misterio que esta debacle inesperada podría incluso golpear fuertemente los liderazgos políticos de las democracias de Occidente como la propia estadounidense, pero también crearía un mal precedente en las relaciones de potencias importantes como Rusia y Arabia Saudita.
Por su apte, la fábrica del mundo, como se conoce a China, ha sido fuertemente criticada por el mal manejo que ha tenido de una expansión viral que se ha podido evitar de haberse tratado de manera abierta y con precaución. Sin embargo, el gigante asiático prefirió negar la existencia del coronavirus por más de un mes, lo que en nada ayudó a impedir su propagación. El hecho además de que su industria manufacturera haya cesado operaciones tiene un efecto perturbador en el resto de las economías mundiales.
Con precios de crudo a niveles bajos es muy probable que los únicos beneficiados sean los consumidores de combustible pero a esto se antepone el desplome en la productividad, la pérdida de empleo y la caída del consumo que están por venir. Al parecer, los tiempos duros llegaron para acabar con algunos status quo.