Zenaida Amador (ALN).- Al efecto corrosivo de cinco años de recesión económica, al régimen de controles y restricciones, y a las decisiones económicas erráticas del chavismo se suma la implosión de la infraestructura básica tras décadas de desinversión en un contexto de severas sanciones internacionales al régimen de Nicolás Maduro. El coctel, suficientemente perverso para abatir a cualquier economía, está siendo aderezado en los últimos días con la inestabilidad institucional, la anarquía y la violencia imperante, que han terminado por traducirse en saqueos y vandalismo contra las pocas empresas que siguen en pie mientras los inventarios de productos básicos se agotan.
Todavía no se conocen formalmente las causas que generaron el megapagón en Venezuela, que comenzó el jueves pasado y del que no se terminan de recuperar algunas localidades del país. Menos aún se conocen todas sus implicaciones. El régimen de Nicolás Maduro, dado a omitir datos y estadísticas estratégicas, se limita a dar declaraciones genéricas en su intento por capitalizar políticamente la crisis omitiendo los temas medulares y las respuestas de fondo para hacer frente a la crisis. Sin embargo, algunos gremios, empresas y economistas han tratado de cuantificar los daños del colapso del sistema eléctrico sobre un país ya arrasado y las perspectivas son desalentadoras.
Desde 2013 a la fecha se destruyó 53% del PIB. Eso ya da una idea de la parálisis que signa a Venezuela y que ahora naturalmente se profundizará a menos que haya un cambio que permita una reactivación, algo a lo que Nicolás Maduro se resiste.
Venezuela, que vive una crisis humanitaria, sufrió una merma sin precedentes de alimentos a causa del corte eléctrico, algo que viene a agudizar la crisis preexistente por la escasez de materias primas que mantenía a la agroindustria en mínimos operativos. La imposibilidad de reponer inventarios hará que el desabastecimiento arrecie
Antes del apagón el grueso de las proyecciones estimaba que al cierre de 2019 la contracción económica interanual estaría entre 15% y 30% del PIB. Ahora muchos estiman que la economía venezolana se asoma al abismo.
Cada día sin electricidad implicó pérdidas estimadas de 200 millones de dólares. La firma Ecoanalítica calcula que, hasta este martes, las pérdidas por esta causa rondaban los 875 millones de dólares. Pero todo indica que pueden ser muy superiores.
En el caso de la industria petrolera la parálisis afectó las operaciones e, incluso, las pocas exportaciones de hidrocarburos que hace la nación. Este miércoles se reiniciaron actividades en los mejoradores de crudo del oriente del país y se retomó la salida de crudo a puerto para su embarque.
En febrero las exportaciones petroleras llegaron a 931.000 barriles diarios, 18% menos que un mes antes. Lo ocurrido con el sistema eléctrico hará que en marzo los volúmenes se desplomen todavía más, lo que implica menos ingresos para atender las necesidades básicas de la nación.
Pero, además, en el reinicio de actividades en la industria petrolera se reportó un incendio en las instalaciones de Petro San Félix en San Diego de Cabrutica, estado Anzoátegui. Se trató de una explosión en el sistema de arranque de diluyentes, un elemento clave para el mejoramiento de crudo.
Se estima que un barril de diluyente permite el mejoramiento de cuatro barriles de crudo pesado, actividad prioritaria para obtener las mezclas de exportación que vende Venezuela en asociación con empresas transnacionales que operan en la Faja Petrolífera del Orinoco. Aunque todavía se desconoce el alcance del incidente, no se descarta que también impacte negativamente en los volúmenes exportables.
Otro efecto directo se vivió en las reductoras de aluminio Venalum y Alcasa al sur del país, que operaban por debajo del 7% de su capacidad antes de la falla eléctrica y quedaron apagadas desde el jueves, perdiendo así toda la producción que tenían en proceso.
Sin comida
Pero las secuelas van más allá.
Venezuela, que vive una crisis humanitaria, sufrió una merma sin precedentes de alimentos a causa del corte eléctrico, algo que viene a agudizar la crisis preexistente por la escasez de materias primas que mantenía a la agroindustria en mínimos operativos. La imposibilidad de reponer inventarios hará que el desabastecimiento arrecie.
Los que podían pagaron cualquier precio por la poca agua disponible, ya que los sistemas de bombeo se paralizaron y el agua potable se convirtió en un bien escaso, mientras que los que carecen de recursos recurrieron a quebradas, pozos y hasta a drenajes de aguas negras para obtener el líquido después de cuatro días sin servicio
La Federación Nacional de Ganaderos de Venezuela (Fedenaga) estima en 5,5 millones de dólares las pérdidas materiales del apagón sólo en leche y carne. “Las pérdidas de leche representan la pérdida equivalente del consumo per cápita anual de 159.402 venezolanos, con la producción afectada de sólo 4 días, con tendencia a agravarse mientras persista la falla eléctrica. Las pérdidas de carne afectan al equivalente al consumo per cápita anual de 527.692 personas”.
A esto se añaden los saqueos que desde el domingo comenzaron a registrarse en varios estados del país, en muchos casos ante la obvia ausencia de efectivos policiales que intentaran contener los hechos de violencia. Los primeros en ser atacados fueron los supermercados, pero con el paso de los días el vandalismo se extendió a negocios y comercios de todo tipo.
El estado Zulia es uno de los más afectados. Se calcula que en esa entidad van más de 500 negocios saqueados, muchos de los cuales fueron arrasados por completo, es decir, que no sólo se robaron la mercancía, sino que también dañaron las instalaciones y acabaron con los equipos y mobiliarios.
Empresas Polar, uno de los grupos privados más importantes de Venezuela, reportó pérdidas por el orden de los cinco millones de dólares en los saqueos experimentados en las cuatro instalaciones que tiene en ese estado.
7 años de falta de mantenimiento provocan un superapagón en Venezuela
Dentro de la lista de afectados se cuentan dos tiendas del hipermercado Makro, así como los comercios del Centro Comercial Sambil de la ciudad de Maracaibo.
Pero el apagón también generó pérdidas a escala familiar (comida podrida, medicamentos dañados -como la escasa insulina-, entre otros) y averías de equipos y electrodomésticos.
Los que podían pagaron cualquier precio por la poca agua disponible, ya que los sistemas de bombeo se paralizaron y el agua potable se convirtió en un bien escaso, mientras que los que carecen de recursos recurrieron a quebradas, pozos y hasta a drenajes de aguas negras para obtener el líquido después de cuatro días sin servicio.
La crisis de dinero en efectivo y el colapso de los sistemas bancarios por el apagón generalizaron las transacciones en dólares. Los precios escalaron aceleradamente en la crisis, mientras la incertidumbre se apoderaba tanto de compradores como de vendedores.
Jugar a la recesión
Las empresas paralizaron actividades desde el jueves 7 de marzo, cuando ocurrió el apagón, y a una semana del hecho todavía hay muchas que no han podido reactivarse. Pero no hay que perder de vista que Maduro decidió extender las celebraciones del carnaval este año, por lo que desde el 28 de febrero hasta el 5 de marzo fueron días festivos.
La actividades escolares y académicas han estado paralizadas. Los sistemas de transporte masivo están inoperativos. Las clínicas privadas, que se sostuvieron con plantas eléctricas, operan en mínimos por la escasez de agua. Es decir, que la inactividad ha sido una constante en lo que va de marzo.
3 puntos clave para entender el megapagón de Venezuela
Tampoco hay que dejar de lado que aún se desconocen las causas del apagón, pero es de estimarse que el sistema eléctrico ha sufrido daños que -en algún momento- habrá que atender para garantizar la estabilidad en el suministro de electricidad si es que se piensa prevenir futuras fallas. Este factor es incalculable en la actualidad y lo más grave es que el país carece de fondos para poder compensar el efecto de décadas de desinversión en la infraestructura eléctrica.
Pero lo más desalentador es la respuesta de Nicolás Maduro ante los hechos. Él, además de insistir en responsabilizar del apagón a otros -como el Gobierno de Estados Unidos– pinta en sus palabras un futuro muy oscuro para los venezolanos: “Hay que tener una radio, con sus pilas seguras, para estar bien informado de lo que hay que hacer (en un apagón), de qué pasa; tener sus juegos de velas, tener la linterna. Lo digo para que lo tengan todos los hogares del país, preparar, pues, su sistema de depósito de agua (…) He decidido iniciar un plan especial llamado ‘El Tanque Azul’ para dotar a todos los hogares del país de un tanque azul grande (de plástico), cómodo, que reserve agua permanente para cada hogar”.