Pedro Benítez (ALN).- No fue a Delcy Rodríguez a quien las autoridades españolas casi deportan el pasado 20 de mayo. No fue ella a quien el ministro socialistas José Luis Ábalos tuvo que persuadir de no ingresar a España (según una de sus varias versiones) para evitar una crisis diplomática. Fue a Nicolás Maduro; porque ella no es solo su vicepresidenta Ejecutiva: es su alter ego. Donde está Delcy Rodríguez están los intereses vitales de Maduro. Ella es la representante de su poder y la expresión más acabada de su estilo de hacer las cosas.
El accidentado viaje de la vicepresidenta Delcy Rodríguez a España ha resultado muy útil por una razón: los europeos pueden ver en el terreno el estilo de “gobernar” de Nicolás Maduro y las consecuencias de tratar con él.
¿Si un alto funcionario del madurismo es capaz de proceder de esa manera fuera de Venezuela, cómo será dentro del propio país donde su poder no tiene límites?
A propósito de la expulsión de Venezuela del Mercosur en diciembre de 2016, la entonces canciller Delcy Rodríguez intentó forzar su presencia en una reunión de sus colegas del organismo en la ciudad de Buenos Aires a la que no estaba invitada. No le arredró que la seguridad del Palacio San Martín, donde efectuaría el conclave, le cerrara el paso. Acompañada de varios cientos de simpatizantes kirchneristas se enfrentó físicamente a los vigilantes del edificio logrando colarse a su interior. Sus colegas cancilleres igual no la recibieron, e igual quedó la ratificada la expulsión de Venezuela de Mercosur.
Pero ella fue noticia. Y de paso provocó un incidente diplomático con el gobierno argentino de Mauricio Macri que por entonces iba por su primer año.
Esa noche Rodríguez hizo difundir un video de la supuesta agresión física de la que fue objeto y aseguró que le habían fracturado la clavícula.
Ese fue solo el más conocido de varios incidentes que protagonizó como ministra Comunicación e Información y más tarde como Canciller. Son conocidas sus intemperancias, insultos a la prensa y a otros gobiernos. Y ello ha conseguido cualquier cosa menos mejorar la imagen internacional del régimen madurista.
En un gobierno normal una funcionaria que procede de esas maneras pasaría a un segundo plano de inmediato. Pero no pasa así con Nicolás Maduro quien la premió designándola al frente de su Asamblea Nacional Constituyente por encima de otros dirigentes chavistas como Diosdado Cabello y posteriormente la elevó como su vicepresidenta Ejecutiva.
Ese estilo de hacer las cosas es el que intentó aplicar en el aeropuerto de Barajas en Madrid para angustia y zozobra de un gobierno en el cual Maduro tiene aliados, pero al que le creó una tormenta política que aún no amaina. Exactamente de la misma manera como intentó incorporarse a la brava a aquella reunión de cancilleres de Mercosur en Buenos Aires.
De modo que para todos los implicados el incidente de su viaje a España ha resultado ser un desastre absoluto de relaciones públicas. Y, sin embargo, sólo por un milagro Maduro va a prescindir de ella. Entre otras cosas porque más dedos tiene una mano que el número de personas en las que confía dentro del régimen. Y una de ellas es Delcy Rodríguez.
Donde se ejecutan las decisiones importantes para Maduro está ella. Siempre en el centro del poder. Es su termómetro.
Desde 2013, cada vez que Maduro ha hecho un movimiento que ha considerado clave, ha estado Delcy Rodríguez en calidad de protagonista.
Cuando decidió reemplazar a nada más y nada menos que a Rafael Ramírez del Ministerio Relaciones Exteriores en diciembre de 2014 (con la cual el otrora zar petrolero quedaba por primera vez fuera del alto gobierno desde 2002), su sustituta fue Delcy Rodríguez, que venía de ser ministra para la Comunicación e Información. Casualmente el cargo que hoy ocupa su hermano Jorge Rodríguez. Allí destacó por ser es la principal negacionista de la realidad venezolana. Sin pudor alguno, sin que se le movieran los parpados.
Es revelador que, para presidir la Asamblea Nacional Constituyente, Maduro no confiara en figuras con mucha más trayectoria dentro del chavismo como Diosdado Cabello, Adán Chávez o Aristobulo Istúriz. Delcy Rodríguez pasó por encima de todos ellos.
Se constituyó en la versión femenina de su jefe. Ese es el estilo de colaboradores que le gusta a Maduro.
Como canciller no fue como las diplomáticas colombianas María Ángela Holguín y Noemí Sanín, pero hizo lo que Maduro esperaba de ella y como esperaba que lo hiciera. Arbitrariamente, a los porrazos, como un elefante en medio de la cristalería. Así se convirtió junto con él en una de las imágenes del régimen.
Es revelador que, para presidir la Asamblea Nacional Constituyente, Maduro no confiara en figuras con mucha más trayectoria dentro del chavismo como Diosdado Cabello, Adán Chávez o Aristobulo Istúriz. Delcy Rodríguez pasó por encima de todos ellos. La misma a quien Hugo Chávez despidió como su ministra del Despacho de la Presidencia en agosto de 2006, luego de ejercer por escasos meses ese cargo.
Después de siete años de ostracismo Maduro la rehabilitó en 2013, probablemente por anuencia de Jorge Rodríguez.
Desde entonces si hay que dialogar con la oposición va ella. Si hay que excarcelar presos políticos, ella está allí. Si se intenta crear el primer partido madurista del país, el Movimiento Somos Venezuela (para reemplazar la PSUV), es ella quien lo preside.
Y si se necesita que alguien de la más estricta confianza viaje a un país clave para Venezuela en Europa a fin influir en su gobierno para evitar que se apliquen las sanciones personales europeas a los miembros más destacados del régimen madurista, que ofrezca ventajosas condiciones de inversión en la alicaída industria petrolera venezolana y de paso influir para estropear la exitosa gira Juan Guaidó por el viejo continente, esa es Delcy Rodríguez.
Obsérvese el detalle, Maduro no envió para tratar esos asuntos de tan importante carácter internacional al canciller Jorge Arreaza, sino a ella.
Son dos aviones los que marcan la vida política y de poder de Delcy Rodríguez
De modo que Delcy Rodríguez se ha convertido en la mujer más poderosa del país luego de Cilia Flores, es de suponer.
Ella actúa en la lógica del poder absoluto de Maduro en la cual es muy difícil tener aliados. Hay fuerzas muy superiores o hay rehenes. No hay términos medios. No hay aliados.
Es el drama en el que por cierto ha caído el grupo de diputados que se vendieron para golpear a la mayoría opositora que respalda a Juan Guaidó, y que ha intentado instalar una directiva paralela a la Asamblea Nacional. No son aliados de Maduro, son sus rehenes.
De la misma manera Delcy Rodríguez no fue a Madrid a solicitar (como en Buenos Aires hace tres años). Fue a exigir, como el que va a cobrar favores reales o supuestos. ¿Qué favores? Es lo que probablemente se esconda detrás de las distintas versiones que el ministro de Transporte, José Luis Ábalos, ha suministrado a la opinión pública española.