Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Todavía no se sabe con certeza quién será el contendor capaz de capitalizar la voluntad contraria a la reelección de Donald Trump. Pero sí está claro que el Partido Demócrata, bajo el liderazgo de su presidente Tom Pérez, se prepara para ofrecer un gran candidato, producto de unas robustas y concurridas primarias.
La conversación política en los Estados Unidos, cuando se examinan las encuestas que ubican a Donald Trump como el presidente más impopular en la historia, gravita en torno a dos interrogantes. La primera: ¿Quién es la figura demócrata que enfrentaría al impopular magnate convertido en presidente en las elecciones presidenciales de 2020? La segunda: ¿El desempeño económico variará negativamente como resultado de las políticas fiscales y comerciales de Trump en el preámbulo de su reelección? Hoy nos enfocamos en la primera de esas dos interrogantes.
La respuesta es muy importante. Trump es impopular, no hay duda, como también es un hecho que logró elegirse presidente sin mayoría en el voto popular por la magia aritmética de los colegios electorales. Pero al mismo tiempo es una figura polarizante, con una base de apoyo incondicional que alcanza un nunca despreciable 38-40%. Debemos recordar, además, que la magia de los colegios electorales le funcionó en 2016, entre otras razones porque en tres estados tradicionalmente demócratas: Pensilvania, Michigan y Wisconsin, la participación de los militantes demócratas y los independientes -sobre todo los milenials- fue baja.
Las encuestas señalan que el más fuerte contendor (a lo interno y frente a Trump) es el exvicepresidente -y quien fuera uno de los leones del Senado- Joe Biden
Además, en estos mismos estados, las opciones como el Green Party con Jill Stein (el extremo de la izquierda) o los libertarios, liderados por Gary Johnson, con una agenda económico-fiscal conservadora, pero una plataforma más abierta en temas sociales, lograron en conjunto una votación desde 3% hasta 5%, mucho más alta que su promedio nacional, mientras la diferencia entre Trump y Hillary Clinton fue inferior a 0,5%.
Sin duda, este escenario tuvo mucho que ver con lo que podemos definir como el “efecto Sanders”. Bernie Sanders, el popular senador de Vermont, cautivó el ala más progresista del partido, parte del sector laboral y, sobre todo, a los milenials. No fue fácil reengancharlos en la coalición, incluso ante el llamado del propio Sanders. No votaron por Trump y no lo harían jamás. Pero su rebeldía ante el “establishment” demócrata es un rasgo importante.
Por eso, además del impacto de la cuestión económica sobre el elector, y algún escándalo o contingencia social o política, para derrotar a Trump es muy importante saber quién será el candidato o candidata, y si podrá captar todo el potencial de la amplia coalición que acompañó al Partido Demócrata con Barack Obama; sobre todo, en los estados claves para obtener la mayoría de los votos del colegio electoral.
Los demócratas están llevando las cosas como corresponde. Este mes de agosto, el Partido Demócrata se propone, ante la dirección nacional en pleno, una importante reforma estatutaria, que acoge las recomendaciones de la Comisión de Unidad partidaria en la que se dio amplia participación a voces vinculadas a la tendencia que en 2016 lideró Sanders. Y es muy probable, aun con resistencias internas, que estos cambios sean aprobados el próximo 25 de agosto, generando un ambiente propicio de mucha amplitud y participación ciudadana, más allá de la militancia tradicional, de cara a las primarias.
Todavía es temprano para hablar de candidatos demócratas, pero el trayecto hacia las primarias ya emerge. La plataforma partidista se ajusta para alcanzar todo su potencial. Y, naturalmente, asoman nombres…
Los aspirantes
Las encuestas señalan que el más fuerte contendor (a lo interno y frente a Trump) es el exvicepresidente -y quien fuera uno de los leones del Senado- Joe Biden. El calado en la clase obrera y trabajadora (vital para movilizar la mayoría en los estados de Pensilvania, Michigan y Wisconsin), así como los ocho años de proximidad con el expresidente Obama (que le han ganado el afecto de los jóvenes a pesar de su edad, al igual que sucede con Sanders, por su mensaje social); el mensaje incluyente, que siempre apuesta a la búsqueda de consensos bipartidistas en asuntos de trascendencia histórica, y su reconocida capacidad para lograrlos, avalada por sus años como senador, además de un reconocimiento nacional de su nombre e imagen, lo hacen un candidato ideal.
Incluso, sobran opiniones que apuntan a que, de haber sido candidato, habría ganado las elecciones de 2016 sin problema. En aquel momento no se lanzó al ruedo por el trágico y prematuro fallecimiento de su hijo Beau Biden, de 46 años, hecho que, según confiesa, todavía no ha superado. Y, desde luego, no faltan quienes lo impugnan por su edad. Biden alcanzará en 2020 los 78 años. También es cierto que la juventud no será precisamente atributo de Trump, quien en 2020 tendrá 74 años; y otro contendor de peso en el campo demócrata, Bernie Sanders, tendría 79 años.
Más allá de la edad, un reciente estudio de opinión indica que más de dos tercios de los militantes y simpatizantes demócratas quieren que el partido pase a un nuevo liderazgo. Eso permite pronosticar que las primarias demócratas serán robustas en participación con un elenco importante de aspirantes. Se perciben líderes que crean enormes y favorables expectativas, aunque son nombres que deben elevar su nivel de conocimiento nacional.
Entre los más jóvenes se ve, en operaciones reveladoras de una aspiración presidencial, a la senadora de California, Kamala Harris; al senador por New Jersey, Cory Booker; y dos latinos: el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, y el exalcalde de San Antonio y exsecretario de Vivienda, Julián Castro.
Un reciente estudio de opinión indica que más de dos tercios de los militantes y simpatizantes demócratas quieren que el partido pase a un nuevo liderazgo
También está el grupo de los exgobernadores exitosos, entre quienes destaca Terry McAuliffe, quien logró pasar el testigo a un compañero demócrata en Virginia, luego de un desempeño económico y social que sirve de referencia nacional. Y se encuentra en este grupo el exgobernador de Massachusetts, Duval Patrick, de quien se dice lo alientan los grupos más íntimos del presidente Obama.
Y, como es evidente, están en faena preelectoral el senador Sanders y la senadora Elizabeth Warren, dos campeones del progresismo y de gran calado en los sectores más resistentes a seguir opciones del “establishment” partidista -que por cierto, no es algo que caracterice a ninguna de las opciones mencionadas, salvo los casos de Biden y McAuliffe, quienes tienen otros importantes atributos para atraer masiva participación electoral a favor del Partido Demócrata.
Finalmente, siempre cabe la posibilidad de que algún gobernador en ejercicio dé el paso de aspirer. Por su perfil político y económico, su exitosa gestión y el estado que gobierna, clave en cualquier estrategia de poder, se menciona la posibilidad de que el gobernador de Colorado, John Hickenlooper, se sume a la lista de aspirantes.
En resumen, de momento no se sabe con certeza quién será el contendor capaz de capitalizar la voluntad contraria a la reelección de Trump. Pero sí está claro que el Partido Demócrata, bajo el liderazgo de su presidente Tom Pérez, se prepara para ofrecer un gran candidato, producto de unas robustas y concurridas primarias, que además ocurrirán en el contexto de una reforma partidista histórica orientada a empoderar nuevas voces y a la sociedad civil en la construcción de una opción progresista, diversa e incluyente, y bien enfocada en materia económica.
La cara que aparecerá en la casilla actualmente vacía será la de una figura solvente en todos los sentidos, capaz de interpretar correctamente el sentimiento popular y conducirlo. Alguien que aproveche la formidable ventaja de enfrentar al más impopular presidente de que se haya tenido noticia.