Leticia Núñez (ALN).- Las visitas y bromas de un amigo hicieron descubrir al presidente de Ecuador que “no existe mejor remedio para los males del cuerpo y el alma que el humor”. Había sido víctima de un asalto en el que recibió un disparo que le seccionó la médula. Después, pasó cuatro años postrado en una cama con grandes dolores. Pero el humor le ha salvado. Tanto, que no hay quien le borre la sonrisa.
Corría el año 1998. El ahora presidente de Ecuador, Lenín Moreno, fue víctima de un asalto. Dos delincuentes le interceptaron en plena calle. Él no opuso resistencia. Aun así, no logró contener la violencia de los asaltantes, especialmente de uno que le disparó por la espalda. Un tiro a quemarropa. El arma a centímetros del cuerpo. La bala le atravesó la médula. Moreno salvó la vida, pero no la movilidad de sus piernas. Tenía 46 años. “El asaltante no se conformó con llevarse el vehículo, me pegó un tiro”, cuenta el propio Moreno echando mano del humor.
Y es que si algo ha ayudado al presidente a superar aquel trágico episodio es el humor. Porque, según dice, la vida es mejor con una sonrisa. Y él la luce. Nada ni nadie –ni siquiera el expresidente Rafael Correa, con quien mantiene una tensa relación– parece borrársela. En Madrid, donde se encuentra de visita oficial, dio buena muestra de ello.
Lo hizo en el auditorio de la Casa de América, repleto como en pocas ocasiones. Estuvo acompañado por el ministro español de Asuntos Exteriores y Cooperación, Alfonso Dastis, quien contó que el disparo a Moreno fue algo que le ocurrió en la flor de la vida. “Tuvo que elegir entre quedarse en esa situación o vivir la vida y él escogió volver a vivir”.
No fue fácil. Después de quedar parapléjico, Moreno pasó cuatro años postrado en la cama, con “terribles dolores” y continuos ingresos hospitalarios. Recuerda que utilizó “todos los medios científicos, múltiples operaciones, muchas promesas y medicamentos… Pero el dolor nunca se fue”. Hasta que un día un amigo le hizo una visita en su casa y… le contó una broma. Sí. Una broma que puso fin a un calvario de cuatro largos años.
Aquella tarde, el presidente ecuatoriano conversaba “de los amores de juventud” con un amigo que tenía fama de Don Juan. No se imaginaba lo que aquel amigo iba a contarle tras “ponerse serio”. Mucho menos, que estaba a punto de renacer.
– El amigo: Mira, Lenín, tengo una novia con la que nos adoramos.
– Moreno: ¿Y qué pasó?
– El amigo: Me iba a casar, pero no me casé porque mi familia se oponía.
– Moreno: Cómo puede ser, las familias ya no se oponen…
– El amigo: ¡Mi mujer y mis hijos no la podían ver ni en pintura!
Tras estas palabras, Moreno soltó la risa que había acumulado en sus años de dolor. Fueron tales las carcajadas que cuando terminó, “el dolor se había ido”. Por eso, asegura que quien no se ríe es un enfermo. Y remata: “No existe mejor remedio para los males del cuerpo y el alma que el humor”.
Más allá de la anécdota, el presidente ecuatoriano plantea una serie de interrogantes. “¿No será tal vez el momento de usar un poco de humor en beneficio propio y en beneficio de los demás? Nos tomamos todo muy en serio. No nos tomemos tan en serio. Démosle seriedad a los momentos que se merecen”, clama Moreno, quien ofrece un discurso nada habitual entre la clase política.
El presidente de Ecuador: “No existe mejor remedio para los males del cuerpo y el alma que el humor”
Él defiende que hay que enamorarse de la vida, de las texturas, los colores, los aromas y los sabores. “Para luego poder diferenciar con facilidad la diferencia entre una noche estrellada y Disney World”, explica.
Se muestra partidario de hacer un esfuerzo por pensar que cada día va a ser mejor. Quien tenemos al lado, dice, “tiene más méritos que defectos, por lo que si nos acordamos de los méritos, a lo mejor en vez de un codazo le damos un beso. Y así mejoro el día de esa persona, mi día, el de mis hijos…”. Autoayuda pura y dura. Parece un maestro. E insiste: “Es una cadena de favores, se mejora el día de todos. Cuándo entenderemos los seres humanos que es mejor tratarse bien, amarnos. Además, así voy a trabajar con gusto y produzco con gusto. Ahí puede estar el milagro que tanto estamos esperando”.
Aquel niño que nació en la profunda Amazonía y se desplazaba en canoa para ir a la escuela, tiene claro que se ha de expandir por el mundo “la maravillosa alegría de vivir que tenemos los latinos”.