Nelson Rivera (ALN).- En América Latina, cada año mueren aproximadamente 130.000 personas por accidentes de tránsito. La CEPAL advertía que la tasa de fatalidad por siniestros viales había aumentado de 14,75 por cada 100.000 habitantes en 2000 a 17,68 en 2010. El organismo ha llamado la atención sobre la necesidad de actuar en los “cinco pilares” que reduzcan la mortandad: gestión de la seguridad vial, estado de las vías de tránsito y movilidad, estado de los vehículos, la conducta de los usuarios en las vías y, por último, la respuesta de las autoridades a los accidentes.
Entre los compromisos adquiridos en septiembre de 2015 por parte de los Jefes de Estado que asistieron a la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas –ONU-, para suscribir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, hay uno del que apenas se hace mención: reducir en 50% las muertes y traumatismos causados por accidentes de tránsito, entre aquella fecha y el 2020. Una meta ambiciosa, sin lugar a dudas, puesto que se trata de un período de apenas cinco años.
De acuerdo con un informe elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a partir del 2007 el número de muertes por accidentes de tránsito ha tendido a su estabilización, aun cuando, desde entonces, en una década, la población del planeta ha crecido más de 4% y el parque automotor más de 16%.
Aunque la tendencia mundial es a la estabilización, hay países como España que muestran indicadores en sentido contrario. En 2011 se contabilizaron 83.027 accidentes: un crecimiento de casi 20%. Una estimación publicada por el diario El País, el pasado 14 de enero, avanzaba que, en el 2017, unas 2.000 personas habrían perdido la vida en accidentes, 39 víctimas más que en 2016. A pesar de ello, el promedio de muertes por millón en España es bajo si se compara con otros países de Europa como Grecia, Letonia, Rumanía y Bulgaria, que lo duplican y más.
¿Es posible disminuir la siniestralidad de los vehículos?
La razón primordial que explica el optimismo de las metas para el 2020, fijadas por los técnicos de la ONU, es que, a diferencia de otras problemáticas públicas, existe un conocimiento preciso y detallado, tanto de las causas de los altos índices de accidentes, como de las medidas que deben tomarse para reducirlas de forma significativa.
Factores como la distracción al momento de conducir, el exceso de cansancio o de sueño, son más difíciles de controlar porque, hasta ahora, escapan a la legislación
Factores como la distracción al momento de conducir, el exceso de cansancio o de sueño, son más difíciles de controlar porque, hasta ahora, escapan a la legislación. En distintos países, helicópteros han fotografiado a conductores que, mientras conducían, cambiaban el pañal de un bebé, leían un libro, se rasuraban o maquillaban, liaban un cigarrillo -de tabaco o de marihuana-, veían una película o se entregaban a alguna práctica sexual, mientras intentaban mantener el control del vehículo en movimiento.
De acuerdo con lo señalado por el Informe Sobre la Situación Mundial de la Seguridad Vial, producido por la Organización Mundial de la Salud, que contiene cifras hasta el 2015, en los pocos países donde se han hecho cambios en la legislación -reducción de los límites de velocidad; penalización de las personas que conducen bajo el efecto de drogas o de alcohol; obligatoriedad del uso de cascos por parte de ciclistas y motoristas, así como de cinturones de seguridad por todos los pasajeros de cada vehículo; desarrollo de nuevos sistemas de retención para bebés y para niños menores de 12 años- los indicadores han mejorado de forma inmediata.
El solo hecho de hacer uso del cinturón de seguridad aumenta la probabilidad de sobrevivir en accidentes que se producen a velocidades que superan los 80 kilómetros por hora, en más de 50%. El aumento de las penalizaciones económicas, así como el incremento de los castigos penales -más tiempo en la cárcel- también parecen producir efectos disuasorios, según lo señalado por especialistas.
Las expectativas en América Latina hacia el 2020
Desde 2007, entre 1,2 y 1,3 millones de personas mueren al año en accidentes de tránsito en el mundo. En 78 países las muertes han aumentado, en 79 han disminuido. El análisis global de las cifras revela que, en los países de ingresos medios o bajos, las tasas superan a los países de altos ingresos. La tasa mundial, por casa 100.000 habitantes, es de 17,4 muertes. La de África, 26,6, la más alta del planeta. Europa tiene la más baja: 9,3. América Latina, 15,9. Es, con ventaja, la primera causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.
El solo hecho de hacer uso del cinturón de seguridad aumenta la probabilidad de sobrevivir en accidentes que se producen a velocidades que superan los 80 kilómetros por hora, en más de 50%
En América Latina, cada año mueren por esta causa aproximadamente 130.000 personas. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe -CEPAL- advertía que la tasa de fatalidad por siniestros viales había aumentado de 14,75 (2000) a 17,68 (2010), por cada 100.000 habitantes. El organismo ha llamado la atención sobre la necesidad de actuar en los “cinco pilares” que reduzcan la mortandad: gestión de la seguridad vial, estado de las vías de tránsito y movilidad, estado de los vehículos, la conducta de los usuarios en las vías y, por último, la respuesta de las autoridades a los accidentes.
Todas estas variables exigen inversiones que, en términos generales, los gobiernos de la región no han previsto. Tampoco tienen prioridad los cambios legislativos que se han hecho en otros países. Las campañas de educación vial en el sistema escolar, que han generado grandes resultados en países de Europa, apenas tienen presencia en los contenidos oficiales de la educación básica de América Latina. A pesar de que los costos causados por la siniestralidad automotriz suponen, cada año, entre 1% y 3% del PIB, todavía no hay, en el conjunto, una voluntad de reducir esta específica y controlable mortalidad.