Leticia Núñez (ALN).- Puede parecer contradictorio. Pero muchos presidiarios temen quedar en libertad. Está el rechazo familiar, el estigma social y la falta de perspectivas laborales. Todo eso asusta. De ahí las tres iniciativas desarrolladas por distintas ONG en cárceles de América Latina con apoyo del BID. En todas se apuesta por la faceta creativa: desde teatro a escritura, pasando por gastronomía.
Bienvenidos al Restaurante Interno. ¿Qué les parece un ceviche de pescado en leche de coco y plátano maduro para empezar? ¿Y tal vez unas berenjenas a la plancha en salsa napolitana para continuar? Sepan que todos los platos son cocinados y servidos por reclusas. Por las mujeres que están en la cárcel de San Diego, en pleno centro histórico de Cartagena de Indias (Colombia), cumpliendo condena.
Porque el Interno es un espacio de segundas oportunidades. Por ahora, las están encontrando entre fogones. Preparando arroces caldosos y elaborando cócteles de piña con menta. En el Restaurante Interno, las presas conviven con población civil. El menú, que incluye una entrada, un plato principal, postre y un jugo, cuesta 30 dólares.
Esta es sólo una de las iniciativas que está apoyando el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para reducir el miedo a salir de la cárcel que tienen muchos presos, ya sea por rechazo familiar o por falta de perspectivas laborales.
También se pretende evitar que los penados vuelvan a cometer un delito cuando queden en libertad. Las estadísticas son demoledoras: uno de cada tres reclusos latinoamericanos reincide. Teniendo en cuenta que hay un millón y medio de ciudadanos encarcelados en Latinoamérica, aplicando el cálculo, resulta que más de 400.000 terminarán regresando a prisión.
Con el dinero de los menús, se han comprado camarotes y colchones nuevos para las internas
Es lo que quiere prevenir el BID, el principal banco de desarrollo de la América Latina. Apuesta por hacer de las prisiones espacios adecuados para la rehabilitación social. En el caso del Restaurante Interno, que abrió en diciembre de 2016, las mujeres han recibido formación en servicio al cliente, en educación financiera, así como en adecuación de espacios, huerta productiva y panadería.
Todo ello de la mano de la Fundación Acción Interna. Las dos instituciones trabajan para mejorar la calidad de vida de los presos. Y vaya si lo están consiguiendo. Con el dinero de los menús, cuyos platos fueron diseñados por siete prestigiosos chefs colombianos y con la asesoría del cocinero español Koldo Miranda (con una estrella Michelín), se han comprado camarotes y colchones nuevos para las internas. Ahora también disponen de una biblioteca, becas de estudios, medicinas, asesoría jurídica y la creación de la primera empresa asociativa de trabajo.
Y lo más importante: las reclusas tienen herramientas para hacer realidad el sueño de una segunda oportunidad. De estos programas ya se han beneficiado 30.000 presidiarios en 27 cárceles de toda Colombia.
“Me siento muy orgullosa por la oportunidad que nos han dado de trabajar aquí como empresarias y como artesanas. Sabemos que sí se puede y hay segundas oportunidades”, dice una de las presas en un vídeo publicado por Acción Interna.
Teatro contra el miedo
No todo es cocinar. Hay otros programas que apuestan por el teatro y el arte. Dice el BID que es habitual que los presos de larga duración tengan miedo a salir de la cárcel. “El rechazo familiar, el estigma social o la falta de perspectivas laborales asustan a muchos reclusos sobre cómo será la vida al otro lado de las rejas”. Para rebajar esos temores, en la prisión La Modelo de Bogotádesarrollaron una obra de teatro.
Se tituló “Los Clasificados”. En ella, se mezclan a partes iguales dosis de humor y sentido crítico ante los miedos y barreras a los que se enfrentan los presos cuando recuperan la libertad, tal como señala un informe del BID.
La iniciativa “Soy Autor” desarrolla el diálogo, la proyección positiva y la autorreflexión de los presos
Pero no sólo eso. La obra sirvió de base para crear el guion de una fotonovela con el mismo nombre. Es la tercera serie desarrollada por un grupo de profesores y estudiantes de la Universidad Los Andes. La fotonovela va acompañada de un folleto informativo “que aborda los derechos, problemas y obstáculos de los presos una vez salen en libertad, los deberes del Estado, y un directorio de entidades públicas y privadas a las que pueden acudir para solicitar apoyo y orientación”. Se han distribuido 2.000 ejemplares de esta serie en las principales cárceles colombianas.
Este tipo de iniciativas ya se desarrollaron, por ejemplo, en Venezuela en 1979. Entonces se apostó por un concurso literario en las distintas cárceles del país, y después El Diario de Caracas distribuyó varios de esos libros.
Escritura creativa en El Salvador
Saliendo de Colombia, el BID destaca otra iniciativa vinculada a la creatividad que se lleva a cabo en El Salvador. Y esto es de especial importancia porque se trata de prisiones con tasas de violencia y hacinamiento tan elevadas que las prioridades han sido cubrir las necesidades básicas, relegando a un segundo plano la salud socioemocional.
Pero ahí está el programa de escritura creativa “Soy Autor” que desarrolla la ONG salvadoreña Contextos. La idea es desarrollar el diálogo, la proyección positiva y la autorreflexión de los participantes. En un primer momento, se aplicó en escuelas. Ahora ha llegado a las cárceles y ya ha formado a más de 700 autores, según el BID.
Finalmente, el banco de desarrollo destaca otra campaña titulada “Al otro lado de la historia”. Se trata de una iniciativa que retomó tres historias escritas en cárceles y las convirtió en vídeos animados que se viralizaron en redes sociales. Ya ven, un pequeño pero importante paso en el largo proceso para eliminar los estigmas de los presos y alrededor de los presos.