María Rodríguez (ALN).- En apenas una semana Argentina mostró al mundo un lado bochornoso, de salvajismo, y otro impecable, de acuerdos y avances. La violencia entre aficionados, previa a la final de la Copa Libertadores, obligó a suspenderla y trasladarla a Madrid. En cambio, el país se lució en la Cumbre del G-20, marco en el que EEUU y China acordaron una tregua en la guerra comercial. Además, Mauricio Macri firmó 30 acuerdos de inversión con su homólogo Xi Jinping. Así es Argentina, un país de contrastes.
Argentina ha mostrado al mundo dos caras diametralmente opuestas en apenas una semana. Una cara bochornosa, la otra impecable. Una de salvajismo, la otra de acuerdos y avances. La primera es la suspensión por actos violentos de la final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate, dos equipos argentinos con una rivalidad histórica, como lo será esta final. El partido se jugará finalmente este domingo en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid (Leer más: Qué pensaría Simón Bolívar sobre la final de la Libertadores en Madrid).
La segunda cara es la celebración de la Cumbre del G-20 en Buenos Aires. Todo transcurrió como la seda, incluso se llegó a acuerdos relevantes, como una tregua (por 90 días) a la guerra de aranceles entre Estados Unidos y China. También el compromiso de los países del G-20 (salvo EEUU) para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París contra el cambio climático. Mauricio Macri igualmente sacó una tajada de la cumbre: Argentina y China anunciaron la firma de 30 acuerdos de inversión en materia de exportación agrícola, carne, infraestructuras y energía, tal como reseñó el diario Clarín.
“La cumbre salió muy bien. Argentina se lució. Fue bárbaro. Pero no pudimos controlar un partido de fútbol. Estas son las dos caras de mi país”, resumió con ironía Gerardo Bongiovanni, presidente de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) en Argentina. Bongiovanni participó este lunes en Madrid en un foro sobre los desafíos en Iberoamérica, organizado por la FIL, institución dirigida por el escritor Mario Vargas Llosa.
Bongiovanni: “La cumbre salió muy bien. Argentina se lució. Fue bárbaro. Pero no pudimos controlar un partido de fútbol. Estas son las dos caras de mi país”
El partido de ida entre Boca y River sí se jugó. Empataron a 2. La vuelta fue imposible desde que los radicales de River agredieron a los jugadores de Boca. Le tiraron piedras al autobús. Rompieron los cristales. Hirieron a jugadores. Todo esto desembocó en más violencia, la cual, por unos días, dejó colapsadas las calles de Buenos Aires. Unas avenidas que días después amanecieron vacías por el intenso dispositivo de seguridad desplegado en el marco de la Cumbre del G-20.
No era para menos. Viajaron al país una treintena de jefes de Estado y de Gobierno. No hay que olvidar que además de las 20 principales economías mundiales también participaron países invitados, como España (invitado permanente), Chile, Países Bajos, Ruanda, Senegal, Singapur y Jamaica (Leer más: En el G-20 todas las economías crecen menos el anfitrión de la cumbre).
La final de la Libertadores también se merecía un amplio dispositivo policial. Ahora bien, “el Estado no estuvo en condiciones de garantizar la seguridad del partido”, insistió Bongiovanni en el foro.
El director de FIL Argentina recalcó lo “extraño” que suena que la final de la Copa Libertadores de América se juegue en Madrid. Y es que de los padres de la patria latinoamericana viene el nombre de la copa, el torneo de fútbol más importante de América. En 1965, los organizadores la bautizaron como Copa Libertadores en honor a libertadores como el venezolano Simón Bolívar, el argentino José de San Martín y el chileno Bernardo O’Higgins.
La cumbre pasó. El partido se acerca entre críticas de los aficionados de ambos equipos sobre la celebración de la final en Madrid. De nuevo, garantizar la seguridad es la respuesta.