Moris Beracha (ALN).- Los private equity han permitido generar empleos, han contribuido al desarrollo económico en Estados Unidos y ahora en Europa, han consolidado la autosuficiencia energética en países occidentales y han logrado que regiones que estaban deprimidas ahora ciertamente sean tierra prometida. Ahora se suman a lo que llamamos el segundo debut de la producción en los yacimientos del Mar del Norte.
Los private equity se convirtieron en la herramienta financiera que permitió el repunte de la producción petrolera en Estados Unidos, y en específico asumieron el riesgo de apostar por el desarrollo de yacimientos no convencionales y los proyectos de shale oil y shale gas (petróleo y gas en lutitas), al punto que a la vuelta de 10 años el principal consumidor de crudo ahora es el primer productor del mundo: un salto de 103% al pasar de 5,2 millones a más de 12,1 millones de barriles por día, mientras que las importaciones cayeron alrededor de 20% también en ese tiempo al reducirse de 11,9 millones a 9,5 millones de barriles diarios.
Los private equity tuvieron que asumir los riesgos económicos, técnicos y políticos: la volatilidad de los precios del petróleo con los descensos que se dieron en 2009 y luego entre 2014 y 2015, el apoyar una tecnología como la del fracking o fractura hidráulica; y todos los lobbys contra el petróleo, sobre todo en los dos gobiernos de Barack Obama e incluso hasta campañas auspiciadas desde Hollywood como la que emprendieron el actor Matt Dammon, la actriz Frances McDormand y el director Gus Van Sant con la película Promised Land (Tierra Prometida).
Las empresas Omani Oil Group y Petrogas compraron los activos que la francesa Total tenía en esta zona y lo hicieron con el soporte de un private equity, HitecVision, y las expectativas apuntan a cuadriplicar la actual producción, al elevarla del actual nivel de 25.000 barriles diarios a una cifra que se calcula en 100.000 barriles.
La figuración económica del estado de Dakota del Norte, con decenas de pequeñas y medianas empresas petroleras, se debe en buena medida al apoyo financiero que dieron los private equity, y en una década la producción de crudo en esa región se multiplicó por siete al saltar de 196.000 a 1,3 millones de barriles por día.
Igual lo vemos con el resurgimiento de la producción en Texas, que se cuadriplicó entre 2009 y 2019 al aumentar de 1,1 millones a casi cinco millones de barriles diarios.
Hacemos todo este recuento porque estos instrumentos financieros ahora se suman a lo que llamamos el segundo debut de la producción en los yacimientos del Mar del Norte en el primer semestre de 2019.
Las empresas Omani Oil Group y Petrogas compraron los activos que la francesa Total tenía en esta zona y lo hicieron con el soporte de un private equity, HitecVision, y las expectativas apuntan a cuadriplicar la actual producción, al elevarla del actual nivel de 25.000 barriles diarios a una cifra que se calcula en 100.000 barriles.
La compañía HitecVision tiene el precedente de haberse asociado a la italiana Eni para convertirse en el principal productor petrolero de Noruega con un volumen que en la actualidad está en 169.000 barriles por día.
Otro ejemplo nos lo da el private equity Chrysaor, que adquirió los activos de la transnacional anglo-holandesa Shell y apoya la producción que ahora está a cargo de Harbour Energy en ocho campos que pudieran alcanzar una producción por el orden de 200.000 barriles por día.
Esto son algunos casos de cómo la producción del Mar del Norte, que tenía una tendencia en declive hacia un millón de barriles por día en 2013 y 2014, desde 2018 y en la primera mitad de 2019 muestra una recuperación que apunta a colocarse sobre los dos millones de barriles por día.
Cómo los ‘private equity’ levantaron el dinero del ‘shale oil’
Las grandes productoras de petróleo se han venido saliendo del Mar del Norte. Los altos costos y las limitaciones para obtener financiamiento se han convertido en obstáculos para las big oil majors allí, pero todo indica que las medianas empresas con estructuras de costos menos onerosas serán aliadas de los private equity, que asumen riesgos que los bancos no toman, bien sea por razones corporativas o limitaciones jurídicas.
Estos proyectos han permitido generar empleos, han contribuido al desarrollo económico en Estados Unidos y ahora en Europa, han permitido consolidar la autosuficiencia energética en países occidentales y han logrado que regiones que estaban deprimidas ahora ciertamente sean tierra prometida.