Juan Carlos Zapata (ALN).- Siempre hay que volver a lo mismo. Saltarse la norma para ser reelecto. O acudir al ventajismo electoral –con todo el peso del Estado y la corrupción- pues el propósito es ganar elecciones para que el modelo mantenga la mascarada democrática. Lo hizo Chávez. Lo hizo Correa. Lo hicieron los Kirchner. A Correa le salió mal la jugada. Jamás pensó que de las propias filas del correísmo iba a surgir la corriente que lo denunciaría por corrupción, por abuso de autoridad, por mal manejo de la economía y por egocéntrico y mesiánico. Lo que le ocurrió a Correa no es lo que quieren quienes apoyan a Evo Morales.
Muchos de los que desean que Evo Morales siga gobernando en Bolivia apelan a esto: Que se lo merece. Que no hay otro como él para conducir el país. Que Evo Morales es otra cosa. Era lo que decía de sí mismo Hugo Chávez y lo que afirmaban de este los dirigentes chavistas en Venezuela. Después de mí el diluvio. Después de Chávez el abismo. Chávez es el que garantiza la paz. De tal manera que Evo Morales tiene poco que justificar. La historia lo ha colocado allí para salvar a Bolivia, y esto era lo mismo que afirmaban de Rafael Correa, y era lo mismo que aseguraban de Hugo Chávez. Ya se sabe lo que ocurrió con Venezuela. Ya se sabe lo que ha pasado con Correa y la corrupción, y con Correa y la economía de Ecuador.
Hay poco que rebatir ante argumentos de esta naturaleza. Por ello, Chávez y el chavismo, el kirchnerismo y el correísmo, se saltaron la constitución y las leyes, y es lo que ahora hace Evo Morales en Bolivia. El objetivo es el poder. La construcción de una hegemonía del poder. Que no funcionó en Argentina y tampoco en Ecuador. Mucho menos en Brasil con el Partido de los Trabajadores (PT), Lula y Dilma Rousseff.
Volvemos al comienzo. Qué importa la norma. Lo que importa es el líder. “Los dirigentes probados”, como bien decía la forista en Madrid. Lo cual conduce a otra cita de Pablo Iglesias en el mismo libro. Se refiere al hiperliderazgo. Un elemento “tan terrible como eficaz”, señala. “En América Latina nos dimos cuenta del carácter determinante que tiene el liderazgo político personificado. Eso después tiene contradicciones muy duras de vivir para el que lo encarna, y también contradicciones organizativas
Siempre hay que volver a lo mismo. Saltarse la norma para ser reelecto. O acudir al ventajismo electoral –con todo el peso del Estado y la corrupción- pues el propósito es ganar elecciones para que el modelo mantenga la mascarada democrática. Lo hizo Chávez. Lo hizo Correa. Lo hicieron los Kirchner. A Correa le salió mal la jugada. Jamás pensó que de las propias filas del correísmo iba a surgir la corriente que lo denunciaría por corrupción, por abuso de autoridad, por mal manejo de la economía y por egocéntrico y mesiánico.
Lo que le ocurrió a Correa no es lo que quieren quienes apoyan a Evo Morales. Les he oído decir. “Que no le pase a Evo lo que le pasó a Rafael Correa con Lenin Moreno”. O, lo que es lo mismo: En Bolivia parece no haber dentro del poder, un sucesor digno ni confiable para Evo Morales y las corrientes que lo respaldan. Temen que el modelo entre en revisión. O que el poder cambie de manos. Ese poder que después de obtenido, según sus cálculos, no puede regresar a quienes lo perdieron. Eso no cabe en la cabeza de esta gente de izquierda. No cabe en la cabeza del chavismo. No cabe en la cabeza de Evo Morales.
Pablo Iglesias, el líder de Podemos, que conoce bien al chavismo, que conoce bien lo que ocurre en Bolivia, que respalda la reelección de Evo Morales, que conoce bien lo que ocurre en América Latina, señala en el libro Conversación con Enric Juliana, Nudo España, que, el chavismo -y se infiere que la izquierda latinoamericana también- “otra cosa que no ha logrado ha sido pactar el modelo de país con la oposición. Esto supone asumir que, en condiciones de democracia procedimental, no puedes ganar las elecciones siempre. Llegará un momento en que pierdas, y sería absurdo que todo lo que has logrado en los últimos diez, quince o veinte años se venga abajo de un plumazo porque entre otro Gobierno”. Tiene razón Iglesias. Tiene razón sin llegar al fondo del asunto. Que estos modelos en América Latina descartan la “democracia procedimental”, y peor, descartan la alternancia. Eso no entra en la cabeza del chavismo. No entra en la cabeza de esta dirigencia. Por ello hicieron nuevas o reformaron las constituciones, y por ello, pese a perder referendos, -los casos de Chávez y Morales- manipulando las instituciones y el Poder Judicial y el Poder Electoral, se hicieron y se quieren hacer dueños del poder, que es como hacerse dueños de un país. Para Iglesias, los proyectos de país deben ser capaces de “trascender a gobernantes específicos”. No es lo que pensaba Chávez. No es lo que piensa Nicolás Maduro. No es lo que piensa Rafael Correa. No es lo que piensa el PT en Brasil. No es lo que piensa hoy Evo Morales. Chávez, igual que Evo Morales, perdió en 2007 por estrecho margen un referendo de enmienda a la Constitución, y pese a que reconoció el resultado, luego terminó saliéndose con la suya por otras vías. Igual que ahora ha hecho Morales. De tal palo tal astilla.
En el foro celebrado en mayo de 2018 en Madrid para arropar la reelección de Morales, una dirigente del correísmo acudía a un argumento fuera de toda lógica. Que la señora Angela Merkel llevaba todos los años del mundo gobernando Alemania pero que en América Latina cuando ocurre lo mismo a los presidentes se les califica de caudillos y dictadores. ¿Es una dictadura Alemania?, se preguntaba. Sin que tuviera razón, la historia, por su lado, se ha encargado de confirmarle las diferencias de un modelo y otro. Cuando a Merkel las urnas comenzaron a hacerle desfavorables avanzó en el proceso de relevo. Cuando Evo Morales perdió el referendo de 2016 quedando impedido para otro periodo presidencial, ¿cómo reaccionó? Que la derecha había mentido en la campaña electoral. Que el resultado fue muy ajustado. Y, en vista de ello, había que cambiar la norma, que es lo que se cambió después y es lo que ha generado este escenario en el que Evo Morales va a la reelección cuando no le correspondía. O sea, Evo Morales perdió y desconoció la voluntad popular, esa que le es sagrada a la izquierda sólo cuando le interesa. Desde entonces, toda la izquierda ha repetido los argumentos de Evo Morales, tratando de imponer una matriz de opinión internacional favorable a la reelección. Esta dirigente decía en el foro en Madrid: “Los pueblos tienen derecho a elegir”. Y eso fue lo que hizo Bolivia. Y eso fue lo que hizo Alemania. Entre Merkel y Morales hay una distancia que se llama respeto a la voluntad popular y reglas democráticas.
Un significativo ajuste macroeconómico amenaza a Bolivia
Volvemos al comienzo. Qué importa la norma. Lo que importa es el líder. “Los dirigentes probados”, como bien decía la forista en Madrid. Lo cual conduce a otra cita de Pablo Iglesias en el mismo libro. Se refiere al hiperliderazgo. Un elemento “tan terrible como eficaz”, señala. “En América Latina nos dimos cuenta del carácter determinante que tiene el liderazgo político personificado. Eso después tiene contradicciones muy duras de vivir para el que lo encarna, y también contradicciones organizativas…El riesgo de jugar con los hiperliderazgos es que el líder lo es para lo bueno y para lo malo, y eso arrastra todo el proyecto”. Lleva razón Iglesias. Pero le falta un detalle. Cuando un mandatario rompe con las reglas establecidas en la constitución que él mismo promovió, ingresa en otra categoría que no es la del hiperliderazgo. Raya en el dictador. Es el caso de Evo Morales.
En el foro de Madrid, Pablo Iglesias dijo que Evo Morales era el mejor presidente en la historia de Bolivia. Como el evento era en apoyo de la reelección, habría que interpretar que tal evaluación le otorga el derecho automático a Morales de presentarse nuevamente a la Presidencia. ¿A pesar de que perdió el referendo? ¿Saltándose la norma?