Daniel Gómez (ALN).- Por la corrupción, la informalidad, la baja recaudación fiscal, la ineficiencia del gasto público… Por todo, muchos latinoamericanos “son gente vulnerable”. “No tienen seguridad social, no tienen acceso a una buena educación pública, no tienen impuestos que pagar, no tienen perspectivas a largo plazo, no pueden invertir”, dice Enrique Alberola, jefe de la Oficina de las Américas del Banco de Pagos Internacionales. Y es que, en Latinoamérica hasta “ser malo te da una vida mucho mejor”.
Joaquín ‘Chapo’ Guzmán no siempre fue narcotraficante. Hace 50 años era un niño más en México. Un chamaco, como se conoce a los críos en el país.
El Chapo era hijo de una humilde familia de campesinos de La Tuna. De repente, una mañana cualquiera en este pequeño y tranquilo pueblo, apareció una moderna camioneta conducida por un señor aseado y bien vestido. Este aparcó frente a El Chapo y le pidió que le limpiara el coche. El chamaco se puso manos a la obra sin rechistar y a cambio recibió una buena recompensa. Nunca había visto tanto dinero para él solo.
Con el paso de las semanas, la escena se convirtió en habitual en la finca de la familia Guzmán. La camioneta aparcaba, El Chapo la limpiaba, luego recibía el dinero. Un día la rutina cambió. El caballero no quería que le siguiera limpiando el carro, sino que se fuera con él a la ciudad. Que abandonara el campo para aspirar a una vida mejor.
El Chapo aceptó animado la invitación, aunque no con la aprobación de su padre. Este sabía que el elegante caballero no era más que un narco. Obviamente, El Chapo, con 10 años, jamás pudo distinguir tal cosa y se subió en la camioneta.
Su padre: un campesino pobre, con mala salud y problemas con la bebida. El narco: un elegante caballero con una gran camioneta y dinero para regalar. Por eso no dudó en abandonar a su familia. El resto de la historia ya la conocen. El Chapo es el narcotraficante más famoso del momento.
La anécdota la contó este viernes en la Casa de América de Madrid Enrique Alberola, jefe de la Oficina de las Américas del Banco de Pagos Internacionales (BIS), organismo también conocido como el banco central de los bancos centrales o como el Banco de Basilea ya que su sede central se encuentra en esa ciudad suiza.
“Cuando la clase vulnerable no tiene acceso a las oportunidades, ser malo te da una vida mucho mejor”, comentó Alberola a propósito de la anécdota de El Chapo y extendiéndola a lo que pasa en la mayoría de Latinoamérica.
La corrupción sistémica
Alberola reside en Ciudad de México, pero es español. Por eso sabe de primera mano cómo afecta la corrupción a un país. Por eso también afirma que la corrupción que campea en la mayoría de los países de América Latina es totalmente diferente a la que se ve en España.
“En Latinoamérica la corrupción se da a todos los niveles. Se presupone que en el sector público y en el sector privado hay que pagar algo extra para conseguir lo que quieres. La cuantía es poca, pero es dinero que está fuera de la ley. Lo digo porque lo he visto con mis ojos”, explicó.
Este economista, formado en el Banco de España, indica que la corrupción es la causa de un problema estructural que ha impedido a las economías crecer y alcanzar el desarrollo.
Cuando en los años 90 la mayor parte de Latinoamérica dejó atrás los regímenes autoritarios y abrazó la democracia, desde Washington, con el aliento del Fondo Monetario Internacional (FMI), hubo consenso en que sin estabilidad macroeconómica no habría desarrollo económico para la región.
“En contra de lo que esperaba el FMI, en contra de lo que también esperaba América Latina, la estabilidad macro por sí sola no garantizó el crecimiento. No hay que desperdiciarla, claro que no. Pero hay otras cosas que son importantes”, detalló el economista.
Una de esas cosas importantes es la situación fiscal. “No hay una situación fiscal saneada”, comentó. “Se supone que lo que tú das en impuestos, se computa con transferencias en educación y salud. En América Latina el Estado no tiene una función cohesionadora con la renta que permita reducir la desigualdad”.
La informalidad de los trabajos
Aquí entra en juego la informalidad. “El mercado de trabajo está caracterizado por personas que no pagan impuestos, que no tienen seguridad en el trabajo, que van saltando de un trabajo a otro. En América Latina casi todo el mundo trabaja, pero es que tampoco tienen un Estado que les proteja del paro”.
“Latinoamérica no consigue crecer a los niveles asiáticos, y este no sólo es un gran problema sino que también es una gran frustración. Un crecimiento de 1% es tremendamente bajo. Sin capacidad para lo que llamamos hoy desarrollo”
Al final, esta situación convierte a muchos latinoamericanos “en gente vulnerable” porque “no tienen seguridad social, no tienen acceso a una buena educación pública, no tienen impuestos que pagar, no tienen perspectivas a largo plazo, no pueden invertir”.
Una suma de problemas que está frenando el desarrollo de la región. En los últimos 20 años, el marco de referencia para los economistas que analizan América Latina ha sido Asia. Y en la comparación sale perdiendo. Mientras una región apenas avanza a ritmo de 1% anual, la otra lo hace por encima de 6%.
“Latinoamérica no consigue crecer a los niveles asiáticos, y este no sólo es un gran problema sino que también es una gran frustración. Un crecimiento de 1% es tremendamente bajo. Sin capacidad para lo que llamamos hoy desarrollo”, comenta.
América Latina no avanza. No despega. Y las perspectivas tampoco son halagüeñas. Por eso pide un cambio social. Y pone a la España democrática como referencia. Ese país que pasó de ser uno de los más pobres de Europa, a ser un ejemplo internacional de bienestar.
“Hace falta un contrato social que permita un cambio. Un acuerdo en cambiar la parte económica de los países. Que haya una reforma fiscal que cambie el modo de abordar el gasto público, y la relación del fisco con la sociedad”, comenta el economista.
No sólo se trata de poner más impuestos. Se trata de emplear el dinero recaudado de forma eficiente. Y pone el caso de Brasil, antaño gobernado por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, buen amigo de los fallecidos Hugo Chávez y Néstor Kirchner.
“Brasil tiene un gasto público parecido al de España. ¿Dónde gastan este dinero? Ves buenas ciudades, capitales modernas, pero si rascas un poco ves la pobreza, ves el estado de los centros de salud… Brasil tiene ingresos fiscales de 40% del PIB, pero 10% de eso se va sólo en pensiones para gente que cuando cumple 50 años deja de trabajar”, comenta.
Esa está siendo una de las primeras luchas del gobierno de Jair Bolsonaro: reformar las pensiones y atajar ese agujero de 10% que se destina a gente que deja de trabajar porque la ley da facilidades para que así sea. Una mala idea cuando América Latina, como dice Alberola, tiene “un problema con la productividad”.
El dinero público se gasta de forma ineficiente en la economía más grande de la región. ¿Qué pasa en la segunda más grande? ¿Qué pasa en México? “México es una economía tremendamente liberalizada”. Es decir, lo contrario a Brasil.
En México la recaudación por ingresos fiscales es de apenas 17%. Esto ha provocado que “todo el mundo evite ir a la escuela pública, que la policía sea incluso más peligrosa que los delincuentes”. ¿Por qué? “En México se asimila y se comprende que si un policía gana 400 dólares algo tendrá que sacar aparte”.
Por situaciones así, por historias como la de El Chapo, el jefe del BIS en las Américas insiste que en Latinoamérica haya un nuevo cambio social. Porque hasta ahora lo que ha protagonizado la región “es la historia de una frustración”. Reconoce que ha habido avances democráticos, estabilidad macroeconómica, pero no desarrollo.
Además, recuerda una cosa: “Latinoamérica es la región más desigual del planeta”. Por suerte, añade que es la única región del mundo donde se ha rebajado la desigualdad. “Es una manera de ver el vaso medio lleno y no medio vacío”.